Es sábado, tus amigos y tú andáis copa arriba, copa abajo y os metéis en una discoteca a vivir la noche. Es posible que conozcáis gente nueva y que surja la atracción con alguien, o que entables una ebria amistad hasta con los floreros. Y no es menos posible o recurrente que, de repente, veas que un amigo o amiga tuyo está sufriendo el acoso y derribo de alguien que busca tema sin piedad.
Alguien que ha venido claramente a pillar, a terminar en horizontal, pero que a tu colega no le gusta nada. Así que no sabe cómo salir de ahí, tú le lanzas miradas de "¿te salvo o no?", y tanteas un acercamiento a ver si puedes rescatarle. Pero es tarde, no has podido reaccionar, sus lenguas ya están entrelazadas y tu amigo parece que se está comiendo un limón agrio.
Estaba claro - o al menos eso creías tú - que no quería nada con esa persona. Entonces, ¿qué leches ha pasado?, Tras lo que en tu mente son cien años de soledad diez minutos de reloj, vuelve tu amigo y te dice "uf, qué pesadilla, pensé que no me l@ quitaba de encima". O directamente se hace el loco, como si nada hubiera pasado. Se vuelve a incorporar a la fiesta grupal, enjuagándose con vodka las babas de su pérfido depredador nocturno.
Al día siguiente, si comentáis la jugada y le interrogas por pura curiosidad antropológica, tu colega te dará una de las siguientes explicaciones:
a "Me gustaba, tenía algo que me atraía. Además, me comparó con una escultura renacentista y me dije, ¿por qué no?". Vale, bien, te ha fallado el radar de amigo. Alguna vez te tenía que pasar.
b "Había bebido un poco HA! e iba cachond@. Simplemente estaba ahí, y me dije, pues venga. En tiempos de guerra...". Ahí ya cada uno.
c "Me dio pena/vergüenza hacerle una cobra y no supe reaccionar. Se había fijado en mí y me decía que le gustaba mucho... cómo iba a decirle que no o a ser borde. No me sale hacer eso". Pues nada, regala coitos a quien te lo pida, solidaridad sexual indiscriminada.
En los dos primeros casos, no puedes decirle nada. Cada uno tiene las aventuras que quiere y con quien quiere. Pero esta última categoría es la que podríamos erradicar. No es bonito, ni para ti ni para la otra persona, hacer uso del morreo por compasión. Porque a ti te quita auto-determinación e inconscientemente traicionas tu sexualidad, que debería de activarse cuando la otra persona te atrae y no cuando te pone entre la espada y la pared...
Y a quien te da el morreo pensando que ha triunfado, indirectamente le estás engañando, a él y a la autoestima de ambos y no le haces ningún favor cediendo si al día siguiente ya le has cogido repelús. Además, quizá hay que enseñarle un par de cosas sobre los límites de la insistencia. No hace falta ser borde, pero de ahí a consentir por vergüenza hay un trecho enorme. No deberías sentir que le debes nada a nadie solo porque se ha sentido atraído por ti, porque haya 'tenido la consideración' de intentar ligar contigo. Así que venga, jinete o amazona de la noche, refuerza tu autoestima y, si realmente no te apetece ese beso, sé valiente y saca tu último reducto de fuerzas para decir un claro "no, no me gustas" o, si no te queda otra, realizar la digna acción de la cobra. Que herramientas para ello no te faltan. Véase a continuación.
