A ti, que sabes tan bien como yo lo que voy a explicar. A ti, que eres ese adiós que jamás podré decir. A ti, que no hay abismo que nos separe. Que todo es tan nuestro.

A ti, que te encargas de enseñarme que la imperfección de dos personas es a veces el engranaje perfecto para una relación y que por eso corre el riesgo de sufrir desperfectos, percances y complicaciones. Algunas tan errantes, que nos llevaron a la más terrible de las desesperaciones, pero que de un modo u otro nos ayudaron a encontrar una solución.
Tú, que eres capaz de sacar lo mejor de mí. Que eres la persona que me desquicia y me hace llorar al mismo tiempo. Que me hace resurgir de mis cenizas aunque soples sobre ellas. Que eres la persona a la que no he aprendido aún a decirle 'no'. Que eres como esa llamada que espero responder, siempre.
A ti, que con un adiós me desarmarías la vida. Que te desearé lo mejor si algún día no estás a mi lado, pero que sabes que mi puerta no solo está abierta sino que has conseguido tener copia de mis llaves por si algún día se cierra con algún que otro llanto.

Porque ese eres tú, el amor de mi vida, el que en medio de la catástrofe, es la ola que me sumerge pero es la misma que me salva y devuelve a la orilla. Porque eres tú, porque la vida se ha propuesto ponernos zancadillas y a ti te da igual porque estar conmigo es más importante que cualquier obstáculo. Porque eres tú, ese adiós que mis labios no podrán pronunciar nunca, y que, si lo entonan alguna vez, te estarán diciendo realmente que vuelvas.
Porque como decía Julio Cortázar: 'Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos'. Y es que eres tú, la persona que por muchos años que pasen o momento en el que me halle, si te contemplo en mi horizonte, correré a tus brazos buscando mi paz, porque uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz y al que llama hogar.