Y así, se acostumbra el corazón a olvidar

Tenemos la mala costumbre de querer olvidar antes de tiempo, dejar de querer en un tiempo récord y reír cuando el corazón necesita llorar.

Dicen que si no has amado con locura, no sabes lo que es el amor. Que el amor es una locura y que cada loco lo vive a su manera; un estado delirante, una bomba de adrenalina subida en una montaña rusa, a veces tocas cielo, otras, rozas el suelo. Que los que lo han conocido, lo saben. Tal vez sea verdad, quizás eso explique porque cuando acaba la lógica desaparece y te conviertes en una continua contradicción, en la que el amor acaricia el odio, el olvido juega con la nostalgia y la tristeza ríe. Y es que si el amor es bipolar, el desamor es tripolar, la única diferencia es que el enamorado no sabe que está loco y el desenamorado odia estarlo.

Es cierto. Estar locamente enamorado es una de esas locuras que hasta te hace sentir especial, diferente al resto y que te tomen por loco o no te trae sin cuidado. Pero estar locamente desenamorado es una de esas locuras cuando ya da lo mismo reírse de todo que llorar por nada; de las de cal y arena, que te quita y otras veces, te da, y lo peor es que no sabes si al final te acabará dando o quitando todo. Los que lo han conocido, lo saben. Un día te despiertas dispuesta a comerte el mundo y de repente, sin avisar, al día siguiente ni te imaginas un mundo posible sin él, sin ella. Es como una constante contradicción que te confunde y que en ocasiones te vuelve loca. Tal vez lo estés, o tal vez no, quizás sea sencillamente que todo tiene su proceso, su camino. Dicen que nos enamoramos poco a poco, ¿por qué entonces nos empeñamos en desenamorarnos de golpe? Eso sí sería de locos.

Tenemos la mala costumbre de querer olvidar antes de tiempo, de dejar de querer en un tiempo récord y reír cuando el corazón necesita llorar. Tenemos la mala costumbre de sencillamente, no saber vivir; de desear únicamente los días soleados olvidando que sin los días de lluvia no apreciaríamos de la misma forma un cielo despejado; de sentir intensamente los buenos momentos y pretender deshacernos de ellos de forma inmediata, cayendo así en nuestra propia contradicción.

Y sí, es posible que haya días en los que te leventes odiándole y te acuestes extrañándole, puede ser que ayer buscaras esa canción y hoy no seas capaz ni de tararearla y hasta puede ser que hayan pasado solo unas horas desde que borraste su número y hace tan solo un instante, que lo has vuelto a guardar. Pero yo, yo no lo veo tan loco y es que quizás, tiene que ser así, tal vez sea la única manera de poder, saber, decir adiós.

La distancia no hace el olvido. Es mucho mejor que eso, la distancia consuela, acepta y cura. Consuela a los sentidos, acepta las preguntas sin respuesta y cura las ganas de querer saber de él, de ella. Pero la distancia se hace con el tiempo y el tiempo es sabio, créeme, y aunque hoy te quite, mañana te de y pasado te vuelva a quitar, lo importante es saber y aquí no existe ni el quizás, ni el tal vez que al final del camino, al final del proceso…te acabará dando todo, otra vez.

Y así, se acostumbra el corazón a olvidar. Sonríe.

Escrito por: Bárbara Esteban

Crédito de la imagen: ignant.de