No me pasó nada, en serio. Vale que todo gire en torno al sexo pero, ¿es tan necesario? Fueron dos años, que tampoco es demasiado tiempo. O igual sí. No nos cansamos de escuchar conversaciones sobre follar; amigos que te preguntan, amigas que comentan la jugada. Nadie habla de no follar. La vida parece estar hecha para empotrar y ser empotrado. Ahora no soy tan así. Pero lo fui. Yo era uno de esos, tuve una época donde mis oídos no captaban otro tipo de mensajes y siempre me apetecía. Hasta que un día todo cambió. No fue una cosa premeditada, pero terminé reflexionando sobre el sexo. Me suena que era un viernes de noviembre cuando ella me dejó. Sí, por esas fechas.
Roto, abandonado, me dejó 'tiradísimo'. Igual no era para tanto, pero bueno. Visto con perspectiva, tal vez exageré la situación y lo llevé al extremo, pero el sentimiento de traición y desdicha podía conmigo. De hecho no llevábamos tanto juntos, pero me había dado la oportunidad y luego me la quitó. Cuestión de elecciones, sin más. Gente que te marea, ya sabes. Luego no quería saber nada de nadie. No tenía ningún interés en conocer a alguien, salir o quedar con cualquier persona que pudiera abrir su bocaza. Le daba vueltas a lo mismo. ¿Por qué había pasado? De qué hablo cuando hablo de correr. Eso leía, creo recordar. Tampoco entiendo lo que buscaba en ese libro. Porque de follar, ni media. No lo intentaba. Cero ganas.
La otra persona seguía en mi mente y yo solo podía salir a correr. O jugar al basket para evadirme. El frontón tampoco estaba mal, la verdad. Lo recomiendo, nada mejor que unos ‘tiritos' y unos pelotazos para desconectar. Es normal que te lo preguntes, pero la historia no importa. ¿Qué más da lo que me hiciera? Bueno, igual sí, porque para mí fue una gran puñalada. De hecho no es tan relevante el qué, sino el después. Turbio, iracundo, rabioso, alterado. Muy confuso en general, ya daban igual los tiros.
El caso es que tampoco aparecía nadie, ni yo me dejaba. Igual si hubiera llegado alguien distinto no habrían pasado dos años, pero tampoco ofrecía la oportunidad. ¿Salir, para qué? Y menos pensar en otra pareja, vaya pereza. Al principio ni me masturbaba, vivía en otro mundo y me había construido una realidad paralela. Todo me resultaba tedioso y empecé a pensar en esa falta de sexo. Me sorprendía a mí mismo el hecho de pasar los meses y seguir a dos velas. Ni una paja, ni un ‘polvo de rodaje’. Nada. En serio, no me estaba planteando la abstinencia y tampoco ninguna vaina de ese estilo. No me apetecía, punto pelota.
Por eso acabé dándole tantas vueltas. ¿Nos interesa mucho el sexo? Pensamos que lo sabemos todo sobre nuestro cuerpo y necesidades, pero no es así. ¿Vírgenes hasta el matrimonio? No era el caso, obviamente. Otras veces creemos que algo falla. En mi caso no tenía ninguna problema con follar, de hecho por momentos tenía muchas ganas. Pero no pasó nada, así que aproveché para explorar mi cuerpo. Una desintoxicación, se podría decir. ¿Por qué no se habla más de esto? En el fondo creo que no tuve relaciones sexuales porque tampoco surgieron oportunidades. Eso de estar con otra persona y esperar a que dé el paso, pero no lo hace. ¿Y si lo hubiera dado? Pues no tendríamos esta historia de los dos años, supongo.
Todo terminó cuando conocí a otra persona, cuando volví a ofrecer mi confianza y me sentí correspondido. Fueron más de 700 días sin sexo, sin ganas de profundizar con nadie ni abrirme de ninguna manera. Tal vez era la clave, no querer volver a sufrir. Aunque en esos momentos no pensaba en ello, porque la reflexión sexual vino después. Pero bueno, igual podría haber echado un polvo y tampoco habría pasado nada.
Al final le había quitado el hierro al asunto. Mi interés por el sexo descendió hasta unos límites que jamás hubiera imaginado. Lejos había quedado ese tiempo de empotrar o ser empotrado, pero todavía más apartada estaba esa historia de despecho. Follar, como el amor, no lo es todo. Pero tampoco hay una regla. Por eso nos atrae, por eso nos encanta sentir. Todo es incontrolable porque es emocional. De hecho, vaya puta mierda si todo dependiera de nuestro raciocinio. Pensándolo un poco y releyendo estas líneas, igual sí me afectó un poco que me dejaran. Pasé dos años sin follar. Todo el mundo se alarmó porque Josh Hartnett estuvo 40 días y 40 noches. ¿Hola? DOS AÑOS. Y sí, lo eché de menos. Pero sigo vivo, ¿no?