Para presumir, para no hacer daño, para escapar de algún peligro, para evitar una disputa, para lograr un trabajo, para ligar. Todo el mundo miente, en mayor o menor medida, muchas más veces de lo que parece. Y, si te dicen que no, mienten también. Si no me crees, hagamos la prueba: desde ayer a estas horas, piensa en cuántas mentiras habrás soltado. Seguro que si dedicas un minuto a hacer memoria, caerás en la cuenta de que más de una. Y tampoco pasa nada, no es algo que nos quite el sueño. Porque la mentira, al menos la que no está relacionada con temas realmente serios, nos sirve para sentirnos mejor con nosotros y hace mucho por nuestras relaciones sociales. Entonces, ¿es algo bueno y hemos estado equivocados todo este tiempo?, ¿En qué momento se convierte en un arma destructiva? A todos estos interrogantes trata de dar respuesta el documental Dishonesty, the truth about lies. Y algunas de sus conclusiones son realmente sorprendentes.

Dicen que es como un cuchillo: puedes usarla para matar a alguien o para extender la mantequilla en tu tostada del desayuno. Y sobre esta dicotomía se construye el relato de este reportaje que puede verse en Neftlix, conducido por Dan Ariely, profesor de la Universidad de Duke Estados Unidos. A lo largo de hora y media, Ariely expone los resultados de diferentes experimentos realizados con voluntarios y los combina con pequeñas entrevistas a personas que cuentan cómo una mentira llegó a acarrearles serios problemas.
Un ciclista profesional apartado del deporte por el dopaje, una madre de familia que falsificó documentos para conseguir plaza para sus hijas en un colegio de prestigio, el gestor de una gran empresa que comenzó a derivar grandes cantidades de dinero a las Islas Caimán… Personajes que salieron en las portadas de los periódicos porque lo que comenzó siendo una pequeña mentira terminó por conducirlos a una situación de auténtico riesgo.

De hecho, la mentira no es patrimonio exclusivo del ser humano. ¿Cómo se interpreta, si no, que algunos animales como los camaleones se camuflen para pasar desapercibidos? Ofrecen una imagen de sí mismos que no se corresponde con la realidad; una forma más de engaño. Pero, ¿por qué mentimos?, ¿cómo lo hacemos?, ¿con qué fines?, ¿qué contextos nos influyen para hacerlo con mayor o menor intensidad? Un estudio de la Universidad de Indiana concluyó que el 84% de las personas mienten en Internet. ¿La razón? Sencilla: porque todo el mundo lo hace.
Aunque también hay que tener cuidado con la forma de relacionarnos con las mentiras. Dishonesty, the truth about lies cuenta también que esas faltas a la verdad pueden engañarnos a nosotros mismos, haciéndonos sentir bien en primera instancia, pero convirtiéndonos a la larga en seres desgraciados. Ejemplo práctico: Uno puede experimentar sensaciones muy positivas cuando engaña a su pareja, pero más tarde terminará sintiéndose un monstruo capaz de pisotear los sentimientos de la persona que le quiere.
Por eso, la bondad o maldad de las mentiras depende exclusivamente del uso que quiera dar el mentiroso. Porque tal vez la esté usando para no causarle el mal a alguien como cuenta la historia del anuncio de la Lotería de Navidad de este año, y se uso protector de la mentira, sin duda, hará que el que la pronuncie se sienta mejor. Y como así en infinidad de escenarios, recreados algunos en este documental, Dishonesty, the truth about lies. Os aseguro que no os miento si os digo que merece la pena verlo.