Nuestro concepto de 'familia' está cambiando. La legalización del matrimonio homosexual, las ayudas a la fecundación y la normalización de las familias monoparentales son ya una realidad. Sin embargo, las facilidades legales siguen siendo distintas para unos y otros y, en este caso, salen perdiendo ellos: una mujer sin pareja tiene muchas más oportunidades de formar su familia que un hombre en la misma situación. ¿Qué hay del 'instinto paternal'? Muchos sienten la necesidad de ser padres y defienden que no les hace falta una compañera al lado para lograrlo. Son sentimientos distintos, no excluyentes, pero tampoco dependientes entre sí.

Jon tiene 36 años y trabaja en un colegio como psicólogo educativo. Gestiona talleres, excursiones y actividades extraescolares para fomentar la educación emocional. Siempre quiso ser padre y, además, quería serlo joven. "Mi madre me tuvo muy joven y solían decirle que parecía mi hermana. Me habría encantado tener un hijo que pareciera mi hermano". Con 28 años, planteó a su pareja de toda la vida la posibilidad de formar una familia. Ella era siete años más joven que él y es posible que aquello la asustara, por lo que la relación se rompió. Cuando se quedó solo, sintió que su deseo se acentuaba. "De primeras, siempre imaginé que mi familia nacería de una gran historia de amor. Pero pasa el tiempo y buscas otras alternativas".
Jon admite que le gustaría mucho vivir un nacimiento, pero que los genes le dan igual. De hecho, se estuvo informando sobre la posibilidad de ser padre de acogida. Esta opción es muy similar a la adopción: consiste en dar hogar a un niño cuya familia no puede encargarse de él. La diferencia estriba en que la adopción es definitiva y el menor pasa a ser hijo ante la ley, y la acogida, en cambio, es temporal. En este último caso, los padres se comprometen a dar sustento y educación hasta que pueda regresar con un pariente biológico.
Los niños en acogida vienen de entornos difíciles; sus familiares no pueden hacerse cargo de ellos, ya sea por motivos económicos o psicológicos, y los servicios sociales, en lugar de internar a los niños en centros de menores, los ubican en familias que puedan encargarse de ellos hasta que un familiar esté en condiciones de hacerlo. A efectos legales, eres un tutor, más que un padre.

"Me gustaría dar hogar a esos niños que tienen entre ocho y nueve años y lo tienen más difícil. No es una relación padre-hijo para siempre, pero tiene etapas muy bonitas", dice Jon. Suena bonito, pero el proceso es complicado. Por una parte, es necesario cumplir unos requisitos económicos bastante exigentes y, por otra, hay que superar muchas entrevistas, en las que se da prioridad a parejas heterosexuales o madres solteras. Se sigue considerando que el modelo de familia tradicional o, en su defecto, la figura materna, son lo ideal para criar a un niño - y mucho más si este proviene de un entorno problemático-. Pero, mientras espera a que aparezca esa historia de amor que se está haciendo de rogar, Jon está trabajando para conseguir una estabilidad económica mayor y, así, poder dar comienzo a los trámites.
Pero, como decíamos, esta no es la única puerta a la que llamar cuando uno quiere ser padre, y ser soltero tampoco es la única pega que puede encontrar. Javier tiene 31 años, es actor y trabaja dando clases de teatro a personas con discapacidad. Aunque siempre supo que quería ser padre, hace siete años nació su sobrino, algo que supuso una ratificación en sus adentros: "La primera vez que lo cogí en brazos, me explotó el reloj". En su caso, ser homosexual supone, triste e injustamente, una complicación añadida, como si su intimidad borrara de un plumazo su capacidad para ser padre.
Sin embargo, esto no supone un problema para las mujeres en España, parece que el adjetivo 'madre' y los valores que se le presuponen prevalecen sobre la sexualidad de la adoptante. "Dos amigas lesbianas van a tener un bebé y la seguridad social les ha ayudado, pero yo no tengo esa opción. Me alegro por ellas, pero me gustaría que tuviéramos los mismos derechos", reconoce Javier. Pero no es así, los hombres no lo tienen tan fácil: a él le encantaría vivir el proceso desde el principio, desde el embarazo, pero la gestación subrogada supone un desembolso que no se puede permitir, así que Javi contempla la adopción porque es más accesible económicamente.

Fotografía: Gabriel Piñero
Sin embargo, adoptar tampoco es un camino de rosas para los solteros y, de nuevo, mucho menos si son homosexuales. Para hacerlo, es necesario pasar una serie de entrevistas muy precisas y selectivas; una especie de casting en el que los varones están en desventaja, porque, incluso en los países donde sí se les permite adoptar -hay otros como Vietnam o China que lo prohíben directamente-, también se da prioridad a matrimonios o a mujeres.
En Rusia, para evitar que un gay pueda ser padre, se ha prohibido a los hombres solteros acceder a este procedimiento. En su momento, la adopción por parte de familias homoparentales supuso un debate mundial y, aún hoy, sigue habiendo países en los que la opinión mayoritaria es la que considera la homosexualidad como una mala influencia en la educación de un niño. Vamos, que en este casting, Javi lo tiene difícil incluso en España, donde, supuestamente, se tiene una visión más abierta del modelo familiar, pero también donde las parejas siguen teniendo ventaja sobre los solteros, y los heterosexuales sobre los homosexuales. Todo ello se traduce en que el proceso de adopción puede llegar a alargarse muchos años entre cuatro y diez, dependiendo del país.

Santiago Agustín Ruíz, codirector de Interfertility, una empresa que facilita este trámite con sedes en Barcelona y Madrid, nos cuenta que es una opción en auge entre los varones: del 30% de personas solteras que escogen esta vía, la mitad son hombres. "El perfil más habitual corresponde a hombres al final de la treintena que querían ser padres, pero que no les ha ido bien con su pareja; a veces, ese ha sido, incluso, el motivo de la ruptura".
El único problema que presenta, aparte de que supone un desembolso económico importante y mayor al resto de opciones, es que hay que emprenderla en el extranjero porque en España no es legal. Cuando se legalizó definitivamente la fecundación in vitro, en 2006, también se redactó una ley que impidiera el vientre de alquiler, una normativa que se ha ido modificando y precisando a menudo con el paso de los años. Actualmente, según el Cuando se legalizó definitivamente la fecundación in vitro, en 2006 de la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida, "Será nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero". Por tanto, se considera que la custodia pertenece a quien da a luz al bebé, por lo que la posibilidad de ser padre por esta vía no está contemplada legalmente.
Es más, en el artículo 221 del código penal, se castiga con penas de hasta cinco años "la conducta de quienes, mediando compensación económica, entreguen a otra persona un hijo, descendiente o cualquier menor aunque no concurra relación de filiación o parentesco, eludiendo los procedimientos legales de la guarda, acogimiento o adopción, con la finalidad de establecer una relación análoga a la de filiación". También se condenaba al receptor del niño y al intermediario, aunque el bebé hubiera nacido en el extranjero. En otras palabras, sobre el papel, en España está prohibida la gestación subrogada. Y supone un delito todavía más grave si hay dinero de por medio.
Sin embargo, gracias a los casos 65192/11 Mennesson c/ Francia y 65941/11 Labassee c/ Francia que tuvieron lugar en el país galo, hoy en día, en la práctica es, más bien, alegal. En 2014, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos dictó sentencia en Francia a favor de dos parejas que habían acudido a este método de reproducción declarando que "se viola el artículo 8 del Convenio Europeo de los Derechos Humanos al no reconocer la relación de filiación entre los niños nacidos mediante vientre de alquiler y los progenitores ..., apelando al interés superior del menor". A partir de ese momento, aunque sigue sin poderse realizar el trámite en España, el Ministerio de Justicia de nuestro país ordenó que se aceptara el registro civil de los bebés nacidos por gestación subrogada que vinieran del extranjero.

A pesar del coste económico, que puede ascender hasta los 100.000 euros, para los hombres es una de las vías más ágiles y con más posibilidades de éxito en cuanto al proceso de entrevistas, ya que la evaluación psicológica es más sencilla que la de la adopción o la acogida. En el caso de la gestación subrogada, sencillamente, se hace una evaluación para comprobar que el solicitante entiende qué supone ser padre. Sólo hay que esperar a que aparezca una madre que quiera ayudar a un hombre soltero a tener su familia y, -apunta Santiago-, "siempre las hay".
Ruíz afirma que, hace unos años, "crecer sin madre se consideraba un drama". Existe el prejuicio de que sólo una mujer puede ofrecer un amor incondicional, cuando ellos pueden entregarse tanto o más. Parece injusto que no se les ofrezcan alternativas legales y económicamente viables para cumplir el sueño de sus vidas.
Como muchos otros, Jon y Javier están cansados de que les digan que van a ser unos "padrazo". Lo saben, lo sienten. Lo que quieren es que se les facilite poder llegar a serlo.