"siento haber hecho sonar como si
algo tan simple como aquello con lo que naciste
es todo lo que tienes para estar orgullosa
cuando has roto montañas con tu ingenio
de ahora en adelante diré cosas como
eres resistente, o eres extraordinaria
no porque no piense que eres bella
sino porque necesito que sepas
que eres más que eso"
– Rupi Kaur
Queridas mujeres, perdón
Perdón por todas esas veces en las que me he limitado a llamaros guapa, sexy, pibón, o cualquier otra palabra que aludiera solo a vuestra apariencia. Creía que era suficiente. Creía que al halagar vuestros rostros y vuestras figuras ya había dicho todo cuanto había que decir. Y que adular a la evidencia era lo más importante a la hora de transmitiros mi admiración y de haceros sentir bien.
Quiero que sepáis que no lo hacía conscientemente, sino que, como mujer, es lo que me han enseñado. Cuando, de niña, mis padres me presentaban ante un grupo de adultos, yo anhelaba sus comentarios de aprobación con todas mis fuerzas: “qué niña más mona, qué vestido tan bonito llevas, bonita, pareces una princesita”. O cuando entré en la pubertad y todos los hombres me lanzaban piropos por la calle, yo los recibía orgullosa y con la frente muy alta. Así, poco a poco fui aprendiendo que lo único destacable y digno de mención era eso que los demás ven mientras tenemos la boca cerrada.
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Ojalá pudiera miraros a los ojos una a una, y deciros todo aquello que me deslumbró de vosotras. A ti, la que fuiste la nueva alumna del curso 1997, te diría que no solo tus ojos azules eran bellos, como solía recordarte, sino también tu forma de enfrentarte el primer día al tirano de clase. Ha sido lo más valiente que he presenciado nunca, y desde entonces tu coraje me ha servido de inspiración. A aquella chica que salió un tiempo con mi hermano: No fueron tus pechos ni tu estrecha cintura lo que nos cautivó, fue tu excesiva sinceridad y el estruendo de tu risa que, cada vez que llegabas a casa, llenaban todas las habitaciones.
A la prima de mi mejor amiga: tu melena larga y rubia jamás eclipsó tu sentido del humor y el talento con el que nos hacías reír a todos a tu alrededor. A mi compañera de natación: no solo me asombraban tus piernas y la forma en que los bañadores se adaptaban a tu escultural cuerpo. Después de cada entreno volvía a casa maravillada, pensando en cómo lo hacías para ser tan ágil, tan constante y veloz. Y a la mujer que el sábado pasado estabas sentada en la acera de la discoteca esperando a que tu embriaguez menguara: no sé por qué no te dije que además de alucinar con tu parecido a Jessica Alba –lo cual me agradeciste decenas de veces–, me flipó aún más tu discurso sobre el cambio climático. Borracha y todo, nunca olvidaré tu coherencia.
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¿Por qué no os confesé nada de esto? ¿Por qué dejé que creyerais que no me habíais aportado nada más?
Espero que a pesar de todas esas observaciones superficiales y reduccionistas, tengáis grabado a fuego que sois más que una cara bonita, un cuerpazo, un pelazo. Aquello que el azar nos asigna no refleja nada de lo que somos. No me daba cuenta de que admirar un físico, es como admirar a un tonto al que le ha tocado la lotería. ¿Qué virtud o valor tiene? Desde hoy, elijo y prometo haceros conocedoras también de la fuerza que irradiáis, de lo increíble de vuestras habilidades o capacidades, de la potencia de vuestra voz. He decidido apreciar, por encima de cualquier otra cosa, lo que cultiváis y sois, que es de lo que llenáis este envoltorio fortuito que nadie escoge. De ahora en adelante, cada nueva mujer que se cruce en mi camino, sabrá cómo de fascinante es todo su ser.