Soy esa colega asquerosamente sociable que te dice de quedar para tomar algo y se trae a alguien que no conoces, jodiéndote toda la zona de confort. Esa que cuando va a cenar con unos del curro, avisa también a dos del básquet e invita al de la panadería. "Mañana he quedado con unos cuantos de la uni, ¿te vienes?", le digo a mi vecina sin pensarlo mucho. Una tarde cualquiera puedo estar tomando algo con un amigo del Opus y una ravera que conocí la semana pasada. Empecé a presentar gente muy diversa y mezclar grupos de amigos porque soy mucho más extrovertida que organizada, pero ha acabado siendo un placer inexplicable.
A veces algún amigo se imagina un ‘mano a mano’ y le digo: "estoy con unos amigos tomando algo, ¿por qué no te vienes aquí?". Ni conoce a esos amigos ni le apetece hacer de RRPP en ese momento, así que entiendo que se plantee estrangularme. Al montar planes no me limito al grupo de WhatsApp de los de siempre, sino que hago una ensalada de colegas, popurrí de personalidades, con cerveza de aliño. Siento un gustito inenarrable cuando presento a gente de distintos ambientes a la que aprecio. "Con ella perdí el tren en Bilbao, él es el cabrón que se ríe de mi música". Casi siempre les he hablado a unos de otros, así que saco un par de temas que podamos compartir todos y el hielo se rompe solo. Solo me queda reclinarme en la silla, llenarme el pecho de satisfacción y observar mi obra.
Claro que tiene su magia conservar dinámicas y rituales con algunos círculos de amistades, y no digo que tengamos que ser ahora el cupido de la amistad, ni acoplarnos siempre al plan de los demás. Pero ya no le veo sentido a la separación prudencial que hacía antes entre mis conocidos o amigos que no pegan. ¿Quién te dice a ti que es tabú juntar a los de la clase de salsa con los cafres de tu pueblo? Eso le dijeron al primero que le puso sal al chocolate, y ahora es un postre de lujo. Combinando colegas me he ido dando cuenta de que mis propios prejuicios y categorías estereotipadas no sirven para nada. A veces lo he hecho por practicidad, porque quiero ver a demasiada gente, pero incluso cuando me ha dado un poco de miedete el plan, me he sorprendido positivamente. Ya sea haciendo un esfuerzo por deferencia a mi o simplemente relajándose, la gente encuentra intereses en común que ni yo sabía que tenían, o difuminan sus diferencias a base de humor, y es entonces cuando se me cae una lagrimilla de la emoción.
Estas combinacione" son también un buen filtro de muermos o de gente incapaz de abrir sus horizontes. Porque, cuando veo que alguien no hace ni medio esfuerzo por conocer un poco más a alguien, me empieza a dar un poco de palo. No es lo mismo ser introvertido una característica muy respetable que tener pereza social y sudar de hacer nuevas amistades sin un motivo real. Quizás los que sueltan un "si no es mi ambiente no voy" no saben cuánto les conviene refrescar sus amistades o nutrirse de personas nuevas o que nada tienen que ver con ellos. La diversidad no es un problema, sino un valor. Quizás me paso de entusiasta o quizás he tenido mucha suerte, pero nunca me ha salido el tiro por la culata. Es es a base de crear situaciones improvisadas que surgen anécdotas, historias y planes nuevos. A la mierda la pereza mental y arriba el chocolate con sal.