Cuando en una familia la madre o el padre van a la cárcel, los niños son los que más lo sufren, y también los más olvidados. Su mundo emocional y económico se desmorona, y quedan expuestos a la exclusión social. El problema es especialmente grave en un país como Nepal, donde la falta de protección social deja a las madres teniendo que elegir entre que su hijo crezca solo en la calle, o con ellas entre rejas. Dream Nepal es una organización no gubernamental para el desarrollo ONGD que defiende que los niños jamás son culpables del delito cometido por sus padres, y por lo tanto no tienen por qué pagar por ello.
La influencia hinduista en Nepal hace que el mal “karma” de ser hijo de un o una delincuente lleve, en algunos casos, a que estos niños se vean repudiados hasta por sus propios familiares. Al no haber una red pública que los proteja, se convierten entonces en “carne” del tráfico de menores, de la prostitución infantil o del consumo de drogas. Nos lo cuenta Javier Hinojosa, psicólogo y técnico en gestión y desarrollo, miembro de Dream Nepal.
Dice que ante esta situación las madres encarceladas a menudo eligen quedarse a sus hijos, aunque en prisión vivirán penurias, falta de atención médica, de alimentación adecuada y de educación, se relacionarán con delincuentes y en general adquirirán modelos de comportamiento que perjudican a su desarrollo. "Aunque es recomendable que hasta los tres años permanezca junto a su madre, a partir de entonces lo mejor es que la niña o niño salga de ese entorno", dice Javier. De lo contrario, encuentras niños que a los ocho o diez años siguen recluidos y, si han nacido en la prisión, jamás han visto la calle.
Las catalanas Marina Portabella y Laura Recoder, tras muchos años de experiencia en ONGs, decidieron montar este proyecto después del gran terremoto de 2015. Nació así MalaHome, el primer proyecto de Dream Nepal. Esta casa de acogida cuida a niños y niñas hijos de madres en prisión mientras ellas cumplen su condena. Huyendo de los grandes y masificados orfanatos nepalís, donde los niños apenas son un número, en esta casa viven diecisiete menores. La directora del centro Sarita, la maestra de preescolar Muna y tres cuidadoras Shrijana, Rya y Binita se encargan de que los niños estén atendidos no solo en salud y educación, sino también procurándoles afecto y diversión.
Pero no es fácil separar a un niño de su madre. “Te puedes imaginar la situación en ese momento en el que salimos de la cárcel con el niño, él llorando, la madre llorando, en fin, un drama”, nos explica Javier. Eliza, por ejemplo, es una niña que llegó a MalaHome cuando aún no había cumplido los cuatro años de edad. Entonces era la más pequeña de todos, se la veía tímida y asustada. Pero poco a poco se fue relacionando con los otros niños, asistió a las clases de preescolar, se hizo su espacio en la casa y visitó a su madre en todas las ocasiones que fue posible. A menudo, los niños les llevan a sus madres fotos o dibujos, y en el Dashain, la fiesta más importante de Nepal, pasan unos cuantos días con ellas en la prisión. El psicólogo cuenta que las madres se sienten más tranquilas sabiendo cómo cuidan de sus pequeños, aunque no los tengan cerca. Dream Nepal, además, trabaja en estrecha colaboración con Prisoners Assistance Nepal, otra ONG cuya misión es mejorar la calidad de vida a las personas encarceladas.
La historia de Eliza tiene final feliz, porque la condena de su madre no fue tan larga como se podía esperar, y dos años más tarde la niña se ha podido reunir con ella y reanudar su vida. Pero salir de la cárcel no es como volver de viaje, así que MalaHome acompaña o acoge a los niños hasta que la madre se ha recuperado económica y socialmente y puede hacerse cargo de ellos. Más allá de eso, tienen previsto un plan de seguimiento para asegurarse de que siguen yendo a la escuela y se encuentran atendidos. A medida que se vayan reincorporando a sus familias, las plazas se ocuparán con nuevos niños y niñas provenientes de la cárcel.
En su esfuerzo por darles una oportunidad a los niños, Dream Nepal es más que MalaHome. Da soporte a otras casas de acogida mediante Dress Nepal recolecta de ropa en Barcelona, Health Nepal revisiones médicas en otras casas de acogida y, recientemente, KinderHome, el preescolar abierto a otros niños más allá de MalaHome. Además de proporcionar sueldos dignos a sus trabajadores, promueven el consumo de bienes y servicios locales, impactando positivamente en el tejido económico de la zona. Javier nos cuenta que su objetivo es “que haya una repercusión importante a largo plazo, que estos niños y niñas que pasan por MalaHome tengan herramientas para crear un futuro mejor para ellos, y también para la sociedad”. Los retos no son pocos, y en las cárceles nepalís aún hay muchos niños, así que para que Dream Nepal pueda seguir construyendo casas de acogida, puedes ayudarles haciéndote socio o padrino.