La historia que contaría el pelo de tus extensiones si le preguntaras de dónde viene

Detrás de cada mechón vendido hay una historia, aunque nos tiente ignorarlo

El pelo es cultura, identidad y potencialmente, mercancía. Las venta de cabello natural para extensiones y pelucas mueve millones alrededor del mundo, pero como en tantas otras industrias globalizadas, no siempre es fácil saber a quién pertenecía antes ese pelo, de dónde era la persona, ni cuánto le pagaron por él. “Para saber si un pelo es natural o artificial, basta con quemar un trocito o usar la plancha y si huele a plástico, mal”, nos cuenta Pablo Esteban, socio de la distribuidora Sens Hair Extensions. Pero incluso dentro del pelo llamado natural es decir, humano lo que compras puede variar muchísimo en calidad y orígenes.

Pelo para los dioses

En el sureste de la India, en el estado de Andhra Pradesh, 20 millones de peregrinos hacen cola cada año en el templo hindú Tirumala Venkateswara. Es uno de los más importantes del mundo, y en él trabajan cientos de barberos que realizan un ritual milenario: tonsurar o rapar el pelo de familias enteras para donarlo a los dioses, como símbolo de dejar atrás vidas pasadas y para pedir deseos.

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Lo que empieza como una ofrenda se convierte en mercancía internacional, porque los templos venden entonces el pelo a empresas proveedoras, revirtiendo supuestamente los beneficios en la comunidad. “A una persona de la India, donar su pelo le puede parecer totalmente correcto de acuerdo a sus creencias, y a nosotros eso mismo nos puede parecer una explotación”, nos dice José Manuel, de la distribuidora Nature Hair, que compra pelo en este país y también en Indonesia. En su caso, después de recoger la materia prima, la procesan, la decoloran si es necesario y una vez en España, se adecúa y se empaqueta para venderlo. La India es, junto a China, uno de los mayores exportadores de pelo del mundo, pero solo un cuarto de la mercancía proviene de estos donativos religiosos. Ahí entran otras formas de hacer negocio con el cabello. 

Aprovechando los desechos

En el extremo superior del mercado está el cabello "virgen", que nunca ha sido tratado químicamente, y el pelo Remy, que tiene todas las cutículas intactas y en la misma dirección. Sin embargo, “muchas marcas dicen que su pelo es Remy cuando no lo es”, nos dice por correo electrónico Jesús Martín de NAIS Hair, una distribuidora especializada en este tipo de pelo. Cuenta que en realidad la mayoría de las extensiones que se venden a nivel mundial son de pelo de desecho, es decir, reciclado de los suelos de las peluquerías, de peines y hasta de desagües. Estas bolas de pelo se desenredan, se tratan químicamente y más adelante se alinean raíces y puntas con máquinas especiales.

Por supuesto, la calidad será muy inferior a la de un pelo cortado especialmente para donarse o venderse. En el libro Enredo: las vidas secretas del pelo, la antropóloga Emma Tarlo cuenta que también hay que tener cuidado con las etiquetas de origen del pelo. "Las gente que trabaja en la industria es consciente de que el 'Made in China' está mal visto, así que lo comercializan de una forma más glamourosa", dijo en una entrevista para la BBC.

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Recolectores itinerantes

Además del pelo de desecho y el pelo de donativos, hay una tercera fuente de ingresos para los comerciantes que es un poco más controvertida: los "recolectores". Los distribuidores a quienes probablemente les compréis tú o tu peluquero las extensiones mandan a sus expertos a Asia, Latinoamérica o Europa del Este a comprar la materia prima, intentando negociar la mayor calidad al menor precio, como en cualquier negocio. Pero no se lo compran directamente a las personas que venden su pelo, sino a intermediarios que van de pueblo en pueblo, a menudo en zonas rurales pobres, negociando el precio con las llamadas 'donantes'.

¿Y cuánto les pagan estos recolectores a las mujeres? De los cinco distribuidores españoles que nos han respondido, uno no ha querido revelar el precio, y los que sí hablan de entre 20 y 30€ por cada 100 gramos una melena media son unos 200 gr, y el precio final depende mucho de la calidad del pelo. En NAIS Hair mencionan precios más altos, como que en China la melena 'virgen' se vende por unos 50€/100 gr. “Ninguna mujer vende su pelo por poco dinero”, afirman de esta distribuidora.

Si estos precios se cumplen, son una fuente de ingreso considerable para alguien en un país en vías de desarrollo, pero no tanto en España. En el blog de Justino Delgado, el mayor almacén de pelo humano del mundo, directamente aclaran que “si te quieres cortar el pelo por gusto, adelante; si te lo vas a cortar por necesidad, la venta de pelo natural no es un medio a través del cual tu situación económica pueda mejorar significativamente”.

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Así que es lógico que se deslocalice la obtención de materia prima. El problema es que no siempre es fácil asegurar que se cumpla un precio digno, y que no todas las mujeres están en la posición de regatear. Al tratarse de países con muy poca regulación, la empresa puede saber lo que cobra el proveedor, pero no siempre lo que los recolectores les pagan a las mujeres y la minoría de hombres que venden su pelo. En un documental del medio Refinery29 publicado este año, una mujer vietnamita cuenta cómo anteriormente le habían intentado comprar la melena por tres dólares, una miseria para una melena que le tardará cinco años en crecer. 

Son varios los testimonios de esta realidad. La emprendedora norteamericana Riqua Hailes cuenta en su videoreportaje Just Extensions que vio a una mujer en Camboya vendiendo su pelo, con reparos, por apenas 7€. La cantante inglesa Jamelia, por otro lado, también hizo un documental para la BBC llamado ¿De quién es el pelo, de todas formas? y se escandalizó por ver hasta qué punto muchos distribuidores no conocían o no querían mostrar el origen de su materia prima.

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Sin ir más lejos, en la distribuidora Sens venden cabello Remy de Perú, Tailandia y China entre otros lugares. "Nosotros compramos al kilo, no tenemos contacto con las personas que dan el pelo, así que en realidad no hay manera de saber cuánto pagan a cada una, y dependerá de la negociación", nos cuenta un socio. Otra empresa, Pelo Natural Extensiones, nos dice que no podía contestarnos directamente, pero les mandó nuestras preguntas a sus proveedores en Pakistán, India y México. Ninguno de los tres quisieron colaborar en este artículo.

Aprovechar la precariedad o combatirla

Un importador de Ucrania le contó al New York Times que “nadie lo hace por placer, normalmente la gente que vende su pelo es porque tiene dificultades financieras momentáneas”. Por eso los compradores suelen ir a los lugares donde hay crisis. Una muestra es la expansión reciente del mercado en Birmania, por la inestabilidad económica que ha traído la violencia contra los Roginhya. Sin transparencia ni garantías, las mujeres en situación precaria están mucho más dispuestas a vender a un precio ridículo, y más expuestas a la extorsión. Uno de los distribuidores nos contó que tienen prohibido comprar de Venezuela por los casos de robo forzado de pelo para venderse, algo que también ha ocurrido en la India y en otros lugares.

El fundador de la marca de extensiones éticas REMY NY, en Vietnam, cuenta en su web que les paga a las mujeres un precio superior al del mercado porque sabe que solo vende su pelo quien no tiene otra alternativa. Empezó su proyecto porque vio que a algunas se les ofrecía menos de $15 por cada 100gr de pelo, y se dio cuenta de que se podía hacer negocio y mejorar vidas sin ir tan a saco con los márgenes de beneficio.

Preguntar o no preguntar

Esta falta de transparencia en la cadena de producción de las extensiones no le hace un favor a nadie, tampoco a los distribuidores españoles que quieren hacer las cosas bien. “Hay mucha leyenda urbana, reportajes donde parecía que se trafica en lugar de comercializar y no es así, se compra y se vende como cualquier otra cosa”, se quejan en La Central del Cabell, que lleva 15 años importando de la India y dice que no hay nada que ocultar. Desde Nais Hair directamente sentencian que “no hay absolutamente ningún conflicto en la industria de la materia prima del pelo”, aunque comentan que sobre los trabajadores que procesan el pelo y las condiciones de trabajo, eso es otro mundo.

Jamelia: BBC3 'Whose hair is it anyway?' from InterTalent on Vimeo.

Uno de los distribuidores considera que hablar de 'precios justos' es relativo, porque "es como la ropa, como en Zara”. No es muy tranquilizador que lo comparen con un modelo de impacto social y medioambiental negativo, pero el mismo empresario, en su pragmatismo sincero, nos dice que esto no tendría por qué ser así: “Cuanto más transparente sea la cadena de producción, más información tendrá el cliente y habrá más beneficios para todos. Yo si fuera consumidor final, exigiría una garantía”. Nos guste o no, esto se puede aplicar a cualquier bien de consumo en el mercado global: lo que compramos está ligado a las vidas de otras personas, así que no está de más interesarse un poco más por su origen.