Tienes una memoria de elefante. Desde bien pequeño, tu facilidad para retener conceptos, listados y números de teléfono es asombrosa y jamás has olvidado ninguna fecha de cumpleaños. No sabes cómo lo haces; para ti es algo natural. Como un don. Pero un don equilibrado, útil, rentable. Nada que ver con lo que les sucede a aquellos que padecen un extraño síndrome que les aboca, sin poder evitarlo, a recordar cada instante y cada detalle de pasado. Saben perfectamente qué desayunaron, en qué asiento del autobús se sentaron, con qué personas se cruzaron y el color de bolígrafo que utilizaron para escribir la lista de la compra el día 9 de abril de 1998, por ejemplo. Así es la hipertimesia, la maldición que arrastran aquellos que no pueden desprenderse de ningún recuerdo de sus vidas.

“Los hipertimésicos tienen la asombrosa capacidad de recordar, sin esfuerzo ni regla mnemotécnica alguna, todos los días de su vida, generalmente desde el final de su niñez a los 10 u 11 años”, explica el psicólogo regla mnemotécnica que define a las mentes de estas personas como “archivos más eficientes que la mayoría de las bases de datos inventadas por el hombre”. Ellos no pueden abstraerse ni filtrar; simplemente, reviven vívidamente todos los datos y pormenores. “Tampoco son más o menos inteligentes que el resto, ya que la memoria que se activa es la evocativa, y no la operativa. No pueden aprender más cosas que los demás, pero sí recordarlas”, explica Padilla.
El de la norteamericana Jill Price fue el primer caso diagnosticado del mundo. En el año 2000, asustada por no ser capaz de controlar lo que le sucedía, se puso en contacto con el estudioso de la memoria Jim McGaugh. Al instante, comenzaron las investigaciones: McGaugh daba una fecha a Price y esta relataba, con todo lo lujo de detalles, lo que había sucedido aquel día. Después, contrastando esos recuerdos con datos objetivos, ambos caían en la cuenta de que el relato siempre quedaba íntimamente pegado a la realidad. “Estos pacientes contestan de forma inmediata. Les das una fecha y te dicen qué día de la semana era sin ni siquiera pensarlo. Resulta increíble”, explicó McGaugh Jill Price
Así es como McGaugh alumbró el nombre científico de la patología: ‘Memoria Autobiográfica Superior’. Un síndrome que, a día de hoy, continúa siendo un misterio para los científicos. Pero esos estudios sirvieron para que otros afectados explicasen sus cuadros. Un caso especialmente singular es el del artista Nima Veiseh que recuerda perfectamente cualquier detalle de sus últimos 15 años y sabe situar el origen de su ‘don’ en el calendario: el 15 de diciembre del año 2000, durante la celebración del 16 cumpleaños de su mejor amigo y en el momento preciso en el que conoció a su primera novia.

“Estas personas suelen tener rasgos obsesivo compulsivos y tendencia a coleccionar objetos que catalogan minuciosamente, ya sean sellos, monedas o, simplemente, zapatos”, afirma el psicólogo Raúl Padilla que no duda en señalar una alteración cerebral como el posible origen de la hipertimesia: “El uso diferencial de las estructuras que entran en conexión cuando se activa la memoria puede ser la raíz, manifestada en una hipertrofia del núcleo caudado y del lóbulo temporal”.
Por el momento, poco más de 60 personas están diagnosticadas en todo el mundo. Personas que arrastran una losa para la que el hombre no está preparado. “El cerebro usa la memoria selectiva, es decir, reprime ciertos recuerdos y mantiene otros frescos en la consciencia”, explica Padilla. Por eso, por la imposibilidad de desterrar determinados episodios, la hipertimesia se convierte en un arma de doble filo. Los pacientes pueden mantener activos los buenos recuerdos, sí, pero también los malos, los negativos, aquellos que el cerebro se esfuerza por bloquear para permitirnos continuar con nuestras vidas de forma equilibrada y saludable.
“Hacer hincapié y evocar unos u otros momentos, los positivos o los negativos, viene determinado por el estado anímico del momento, para que ese recuerdo sirva como un escenario de teatro y pueda acompañarte en tu situación”, afirma Padilla. Por eso, los hipertimésicos se enfrentan a una mayor crudeza cuando se trata de evocar episodios negativos. Porque los reproducen, los reviven, como si hubieran sucedido hace tan solo unos minutos, sin poder cerrar las heridas y dejándolas siempre abiertas, expuestas, preparadas para repetirse una y otra vez.

“Más recuerdos tengo yo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo”. Esa una de las inquietantes frases de Funes el memorioso, un cuento escrito por el argentino Jorge Luis Borges en 1944 y que narra la historia de Ireneo Funes, un joven atormentado que padece hipertimesia. Porque esta maldición, la que convierte a la memoria en un “vaciadero de basuras”, como dice el propio Funes, es algo para lo que nadie está preparado. Para perdonar, para crecer, para vivir, hay que olvidar. Pero ellos no pueden, no saben. Y, por eso, están condenados a vivir entre el presente y el pasado, como si todo fuera un bucle eterno en el que la mente actúa como el intrincado sistema de los fondos de una enorme biblioteca.