Hay Formas Muy Bonitas De Conocer A Alguien, Y Tú Te Las Estás Perdiendo

¿Has vivido una de esas noches que sales como si fuera otra cualquiera, pero sucede algo que te hace recordarla durante el resto de tu vida?

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¿Has vivido una de esas noches que sales como si fuera otra cualquiera, pero sucede algo que te hace recordarla durante el resto de tu vida? Esas que intentas reconstruir momento a momento para demostrarte que han ocurrido de verdad. Que tú has estado ahí y has coincidido con esa persona por alguna razón. Con alguien que te hace verlo todo de una manera diferente. Da igual el local, el ambiente, la ciudad, que os conozcáis de toda la vida o de absolutamente nada...  Lo que importa es lo que ha pasado, y eso sí que será eterno.

Las casualidades son muy grandes

Daniel, 25 años

Era la inauguración de la primera exposición de pintura de mi mejor amigo en una tienda de Malasaña. Talentazo, más DJ y copita igual a pleno. El local estaba hasta los topes, yo conocía a bastante gente, pero también había unos cuantos "especímenes pintorescos" del mundillo que difícilmente pasaban desapercibidos. Estuve un rato en la exposición, pero esa misma noche tenía un concierto así que salí pitando.

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Al día siguiente, corriendo por el retiro, me crucé con una chica que me sonaba bastante pero no le di más importancia y seguí. La tía se paró detrás de mí en medio de la calle a mirarme, fue tan evidente que me di la vuelta y se acercó a mí. Me preguntó si la noche anterior había estado en la inauguración de una exposición y le dije que sí. Me contestó que se había quedado con muchas ganas de preguntarme algo, pero cuando fue a hacerlo ya no me encontró. Yo ingenuo de mi pensé que me confundía con el artista y le dije cortado que se equivocaba. El resto me lo contó tomándonos un café.


Le tiré la copa encima, y de paso los trastos

Sara, 22 años

Los años que pasé viviendo en Liverpool no se caracterizaron por ser muy normales. Era sábado y toda la Spanish-crew habíamos quedado en un piso a beber antes de que nos sajaran la vida en el pub de turno. Como estábamos todos bastante animados empezamos a jugar al ‘Yo Nunca’ y empecé a ponerme un poco nerviosa con las preguntitas. En una mano llevaba la copa y con la otra estaba fumando así que en un momento de liote total le tiré todo por encima a la chica de al lado. Me disculpé mil veces y le ofrecí mi piso que pillaba cerca para prestarle algo de ropa antes de salir de fiesta. Ella aceptó a condición de quedarnos toda la noche en mi casa.  A los dos meses nos fuimos a vivir juntas.

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La bomba de humo de la discordia

Natalia, 29 años

En uno de mis viajes en Blablacar coincidí con un guaperas argentino que iba a pasar el fin de semana en Valencia. Me contó que allí no tenía a nadie así que me hice la moderna y le invité a tomar algo por la noche. La idea era presentarle a una amiga soltera y beber algo en algún local alternativo del centro.

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Quedamos los tres a las 22:00h pero nunca más se supo de mi amiga que no contestó a ninguno de mis mensajes. Me hizo una bomba de humo infinita que me obligó a estar casi toda la noche con él. Hubo un rollo amistoso muy bueno y bebimos, nos reímos, hablamos de Argentina, de España, de música y de viajes. Justo en el momento de la noche en la que estaba pensando que no todos los argentinos eran iguales, intentó plantarme un beso. Muy educadamente le dije que no me interesaba nada que no fuera ser amigos. Me contestó con un ok y nunca más volvió a escribirme. Hubiera sido bonito si hubiera salido bien, pero al menos me llevé una nueva experiencia. Y él una buena cobra. 


Fue muy especial, pero no volvimos a vernos

Nuria, 22 años

El año pasado una de mis amigas se fue a vivir a Alemania y unos meses después fui a visitarla. Una de las noches ella tenía un evento y como yo no podía acompañarla y pasaba de quedarme en casa, decidí apuntarme a uno de esos tours que hacen para turistas. En uno de los bares uno de los camareros se me acercó y me dijo que eso no era el verdadero Stuttgart, que si esperaba a que terminara su turno me prometía que me lo enseñaría él mismo. El tour siguió y pasamos por varios bares, pero yo no podía dejar de pensar en el plan que me había propuesto. Al cuarto bar hice bomba de humo y me largué a buscar al alemán.

Cuando llegué me estaba esperando en la puerta. Charlamos un rato y me llevo a un sótano en el centro de la ciudad, debajo de una lavandería. Estaba lleno de gente patinando, pintando y hasta una banda tocando en directo. Yo llevaba ya unas cuantas copas encima así que todos los prejuicios que podía tener los dejé en España. Me presentó a gente alucinante, me enseñó a pinchar, bailamos, nos besamos y disfrute de cada segundo. Al despedirnos quedamos en que siempre lo recordaríamos como lo que fue, una noche alucinante. Nunca más nos volvimos a ver.

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Noches que no se planean, conexiones inesperadas, identificarse con personas que nunca has visto antes. En eso deberían consistir todas las noches. En dejarnos llevar y dejar que las cosas simplemente... Sucedan.

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Crédito de la imagen: Hector Ges