Los hombres son incapaces de amamantar a sus bebés. O al menos esa es la creencia popular. En realidad, y como dice el catedrático de bioquímica Pablo Rodríguez, de la Universidad Politécnica de Madrid, “los hombres sí cuentan con pezones y en casos extraordinarios también son capaces de producir leche”. Porque no es un problema anatómico. El hardware está ahí. Lo que fallan son las hormonas. Y sí, un pequeño empujón farmacológico podría incrementar mucho los niveles de prolactina y hacer que los hombres produjeran leche. La posibilidad está ahí. Todo depende de si estás en contra del transhumanismo biotecnológico o no. Y en este caso sí que parece muy deseable.
Es la opinión del propio experto. Según él, “al estimular el pezón el cuerpo libera oxitocina, que genera sensaciones de calma, conexión íntima y armonía social”, lo que podría hacer que los hombres se volviesen más cooperativos y sobre todo más empáticos. Oh, sí, desde aquí se oyen los llantos de la machosfera advirtiendo de la muerte del hombre macho de toda la vida. Del gran semental. Del proveedor. Del ultra protector. Del agresivo. Un ideal de hombre que la mayoría no echaríamos de menos ni un poquito. Además, también se equilibraría más la balanza del cuidado de lxs hijxs y facilitaría el día a día de algunas familias no convencionales como las formadas por hombres gays.
Pero tranquilo crack porque esto es todo especulación. Como apunta Rodríguez, “desde el punto de vista médico, habría que estudiar los efectos secundarios de modificar el delicado sistema hormonal masculino”. La salud es lo primero y hay que hacer las cosas con cabeza. No como se ha hecho con las mujeres y los sistemas anticonceptivos hormonales a lo largo de tantas décadas. A ellas sí que las hemos modificado endocrinamente sin mucha preocupación. En cualquier caso, es obvio que no se trata de repetir con ellos los errores que hemos ido cometiendo con ellas. Además, nadie te va a poner una pistola en la cabeza para que produzcas leche.
“La humanidad siempre ha usado la tecnología para superar sus limitaciones biológicas. Quizás sea el momento de aplicar ese ingenio a uno de los aspectos básicos de la experiencia humana: la alimentación y la relación con nuestras crías en sus primeros y cruciales meses de vida. La historia enseña que una generación ve antinatural lo que es normal para la siguiente”, cierra el catedrático. Y, ahora, toca darle vueltas a la cabecita para saber qué opinas. Porque sí, es un melón, y hay muchas cuestiones éticas involucradas, pero hablar las cosas no hace daño a nadie. A las mujeres directamente se las impusimos durante milenios.