Si estás tan preocupado por la relación amor-odio que tienen los granos con tu piel que ni los filtros de Snapchat consiguen disimularlo, y te has tirado horas delante del espejo intentando camuflar la pequeña Matanza de Texas que te has hecho en la cara, apostando por el maquillaje, el flequillo o hasta un pasamontañas y a pesar de todo al final te quedaste en casa por miedo a las críticas; tranquilo. Aunque parezca el fin del mundo te consolará saber que el 85% de la población sufre o ha sufrido en algún momento de su vida incómodos granitos y puntos negros. No estás solo.
Mentiras y verdades
El primer mito que vamos a derribar y que te va a hacer saltar de alegría es que no está demostrado científicamente que el chocolate provoque acné, es más, el chocolate negro contiene antioxidantes.

Para que sigas relamiéndote, más buenas noticias: tampoco hay una relación directa que traduzca la grasa alimentaria de la pizza y las patatas fritas en más grasa en tus poros. Y para que seas inmensamente feliz y salgas por la noche sin miedo a convertirte en un abstemio, tienes que saber que no hay evidencia científica convincente que demuestre que el alcohol influye de alguna manera sobre el acné. Bebe sin miedo pero sí con moderación, que nos conocemos.
Otra de las leyendas que habrás escuchado es que bebiendo mucha agua puedes minimizar la erupción, ¿qué fácil sería, verdad? pero aunque tengas más agua que una piscina dentro de tu cuerpo no vas a purgar el acné ahogándolo en un tsunami. La segunda mala noticia es que las golosinas y los pasteles sí contribuyen a empeorar el acné ya que son alimentos con alto índice glucémico que tal y como sospechabas sí empeoran el sarpullido y si las consumes te regalarán algún que otro nuevo amigo que conocerás la próxima vez que te mires al espejo.

Los milagros no existen
Los remedios caseros como experimento vale, pero para resaltar las virtudes de tu rostro y no esconderlo detrás de inseguridades y miedos quítate la venda de los ojos porque aunque está bien que no pierdas la esperanza a un programa de tratamiento dermatólogico y una rutina de cuidado cutáneo no le hace sombra nada. No, queridos, el potingue que lleváis utilizando generación tras generación en tu familia tampoco.
El más recurrido es la pasta de dientes mentolada absteneos los que la tenéis de otro sabor que te aplicas con la esperanza de que secará el grano y en unas horas tan solo quedará el rastro de uno que quiso serlo y no fue. Otro truco barato que tampoco funciona por la misma razón es el bicarbonato, que al ser también alcalino altera el PH de la piel. Pero para los fans de la magia casera que son aficionados a estas fantocherías el mensaje es claro: las «curas milagrosas» a menudo empeoran las cosas en vez de mejorarlas y no son un sustituto efectivo de los tratamientos dermatológicos.
La Misión posible
Todos los días se presenta la misma escena: resistirte a apretar al intruso hasta eliminarlo. Esa tentación te persigue a todas partes sin que puedas evitar caer en el impulso y que el desastre sea inevitable. Por suerte, en la web www.nomasgranos.es existe gran cantidad de información sobre el acné. Y en ella, hemos descubierto que cuando te aprietas una espinilla, estás rompiéndote literalmente la piel, así que no seas bruto porque esto puede dañar el folículo piloso infectado y aumentar la inflamación, que gráficamente es igual a cuando tu cara se ha convertido en un lugar plagado de mini volcanes en erupción.

Lo que sí puede venirte bien, además de una alimentación baja en grasas saturadas y una limpieza diaria del cutis –ojo, sabemos que es lo de siempre pero si supieras cómo mejora la piel lo harías más a menudo– es utilizar productos como Effaclar Duo + Unifiant de La Roche-Posay que reduce las imperfecciones o cráteres, depende de lo severas que sean, las marcas que te has provocado y desincrusta los poros dilatados y unifica el tono. Puede irte genial porque, llegados a este punto, solo te quedan dos opciones: ponerte una bolsa en la cabeza o hacer algo por tu piel y darle el cuidado que se merece.
Crédito de la imagen: David Collier