Sólo faltan un par de horas para que veas a esa persona especial y tienes un dilema existencial: ¿te depilas o no te depilas? Sabes que de eso dependerá el final de la cita. Si decides pasarte la cuchilla o 'deleitarte' con la cera caliente por axilas, piernas, ingles o pubis ese encuentro tiene posibilidades de acabar en tu casa o en la suya y, si no lo haces, tienes claro que será meridianamente imposible y que, aunque te apetezca, te inventarás cualquier excusa para que no te vea con esos pelos. Tal vez seas una chica con suerte y tengas un vello imperceptible o seas una chica valiente y no te importen las normas sociales, pero los datos muestran que la mayoría de las mujeres siguen viviendo en la dictadura de la depilación.
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Según un estudio elaborado en 2011 por Breanne Fahs —profesora de Estudios de Mujer y Género en la Universidad Estatal de Arizona, en EE.UU—, un 91,5% de las estadounidenses se depilan las piernas y un 93%, las axilas. Unas cifras que incluso son superadas en otros países como Australia el 97% hace ambas cosas, mientras que España confirma la tendencia, donde más del 90% de las mujeres lo hace. De hecho, los datos del estudio revelaron que cuando una mujer heterosexual decide no depilarse durante semanas, la mayoría de sus parejas lo consideran una falta de respeto. Pero, ¿a qué se debe esta tan extendida epidemia de la depilación? Unos dicen que es más higiénico o que queda más bonito, pero otros se decantan por la mera imposición social.
Entre ellos se encuentra la socióloga experta en género que actualmente se desempeña en Equala Iniciativas, Belén Bazán Benítez: “En la depilación no se trata ni de salud ni de estética. Es una cuestión de socialización: a las mujeres se nos ha educado para que constantemente pongamos en cuestión nuestros cuerpos. Cánones de belleza imposibles con mensajes contradictorios a través de una compleja maquinaria que alimenta día a día la aversión al cuerpo no normativo de las mujeres”. En este sentido, señala a dos grandes “vencedores” en el marco de esta “industria estética”: por un lado, “un sistema económico que se beneficia de los millones de euros derivados de una constante mutilación, ocultación y modificación del cuerpo femenino” y, por otro, “un sistema patriarcal que se nutre, prospera y ejerce un control sobre las mujeres en base a las inseguridades, falta de autoestima...”.
"A los hombres se les valora por su inteligencia, su trayectoria profesional... a las mujeres sin embargo se las 'clasifica' en función de su delgadez o el tamaño de sus pechos". Belén Bazán Benítez, socióloga.
Bazán se refiere a los cánones estéticos femeninos actuales. De nuestra época. Porque lo curioso es que no fue hasta la segunda década del siglo XX “cuando se extendió la práctica generalizada de la depilación femenina y la industria aprovechó la oportunidad para crear la necesidad de depilación en las mujeres”. Una variación histórica más en los cánones femeninos, los cuales, “independientemente de que dicten más o menos vello, más o menos kilos, son mandatos de género que cumplen una función de control social sobre la mujer, restringiendo el valor de las mujeres única y exclusivamente a su aspecto físico”, en opinión de esta socióloga. “A los hombres se les valora por su inteligencia, su trayectoria profesional... a las mujeres sin embargo se las 'clasifica' en función de su delgadez o el tamaño de sus pechos. Las unidades de medida que determinan el valor de un hombre o de una mujer son muy distintas y generan expectativas y trayectorias de vida muy dispares”, sostiene.
Cánones estéticos sin beneficios probados para la salud
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Uno de los principales argumentos en pro de la depilación suele venir por cuestiones de salud y, especialmente, higiene. Se ha asentado en el ideario colectivo que un pubis depilado es más higiénico que uno con vello, mientras que en el caso de las piernas lo que suele esgrimirse es que se produce una menor sudoración. Pero, según explica Alejandro Martín-Gorgojo, dermatólogo de la Clínica Dermatológica Internacional, existen ciertos “cuadros que pueden aparecer con la depilación tradicional: foliculitis, pseudofoliculitis, dermatitis...”, aunque todos ellos pueden “tratarse y prevenirse en su mayoría”. Es decir, que no sólo no reducen necesariamente el nivel de sudoración de la piel, sino que siempre existe el peligro de irritarla al hacerlo. Además, en el caso de la depilación láser, “como procedimiento médico que es, no está exento de riesgos. Entre ellos destaca la posibilidad de aparición de manchas en las zonas tratadas generalmente temporales, aparecen sobre todo si la persona no protege adecuadamente la zona de la luz durante unas semanas antes y después del tratamiento y —en algunas mujeres en localizaciones como la cara— la aparición de más vello de forma paradójica”.
En cuanto al vello púbico, se trata de una barrera natural —tanto en mujeres como en hombres— que protege contra infecciones y enfermedades de transmisión sexual. No significa que tener la zona genital poblada nos libre de contraer herpes, sífilis o clamidia, pero sí supone una primera línea de defensa en estos casos, tal y como recuerda la Sociedad Española de Virología SEV. Además, la depilación recurrente de la zona genital —con cuchilla— puede producir pequeños cortes en la piel, que son precisamente un canal de entrada idóneo para virus y bacterias. Sin embargo, como contrapartida, la ausencia de vello permite librarse de parásitos comunes en esas zonas, como las ladillas... En resumen, que la comunidad científica no tiene muy claro que la depilación sea beneficiosa para la salud ni la higiene personal, aunque tampoco hay posturas muy definidas que indiquen lo contrario.
Conciencia feminista y empoderamiento de la mujer
En cualquier caso, si no existe una base científica que apoye la depilación femenina por motivos más allá de los estéticos, ¿por qué hay mujeres que, aun siendo conscientes de que están siendo coaccionadas de algún modo por una presión social externa, siguen depilándose? “En primer lugar, a las mujeres aún no se nos permite decidir libremente sobre nuestro propio cuerpo, ni sobre otras tantas cuestiones. En segundo lugar, ser conscientes de la existencia de imposiciones sociales patriarcales es una cosa y asumir la sanción social que lleva acarreada el quebrantamiento de estas es otra muy distinta; son diferentes estadios de un mismo proceso emancipador y de empoderamiento de las mujeres”, señala Bazán, quien recuerda “el alto coste emocional y psicológico que supone estar en el 'punto de mira' [cuando se rompen estas convenciones sociales] o la existencia de un entorno relacional más o menos flexible, normativamente hablando”.
Foto de @dibujodeamor del libro "Lola Vendetta. Más vale sola que mal acompañada"
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Por entorno nos referimos a la pareja, a los amigos y amigas, a los padres a lo largo de la educación. Es lo que explica David Simón, psicólogo colegiado en Madrid y quien trabaja con niños, especialmente en relaciones interpersonales entre chicos y chicas para concienciar sobre identidad y género. “Si las mujeres sienten que en un entorno de tolerancia es normal desarrollar roles no asociados al género, es más probable que terminen aceptando esas conductas como propias. Y, en el caso del cuerpo, que lo terminen aceptando tal y como es”, explica David, recordando que siempre es más fácil inculcar este tipo de valores en los más pequeños: “Hay que intentar desvincular a los jóvenes de estas imposiciones sociales. Aunque, con los hábitos de consumo de hoy en día, es complicado que no le lleguen estímulos negativos a través de la televisión, internet, el smartphone...”.
"Temen ser el objeto de las burlas de los demás y ese miedo puede llegar a ser muy dañino para ellas". David Simón, psicólogo.
De hecho, el mayor problema que ve David en la industria estética no es el cambio de hábitos en las mujeres, sino que estas pasen a desarrollar trastornos derivados de la no realización de los cánones femeninos. “Las mujeres con mucho vello corporal suelen presentar más problemas a la hora de estar en público con otras personas, de relacionarse. Especialmente si están en situaciones de vulnerabilidad la playa, una piscina, etc., ya que no paran de pensar que todo el mundo las está mirando las piernas o la cara en busca de algún pelo. Temen ser el objeto de las burlas de los demás y ese miedo puede llegar a ser muy dañino para ellas”, sostiene. De hecho, cree firmemente que “la cuestión no es la depilación en sí, sino que hayamos establecido un canon estético a nivel social que deja a la mujer en una situación de desventaja simplemente porque su naturaleza le hace tener pelo”.
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“Debemos desplazar el debate simplificado de depilación sí o depilación no. La mirada debe centrarse en la necesidad de un proceso de liberación de la mujer que pase por romper con los cánones estéticos establecidos, entre otras miles de normas sociales patriarcales que nos limitan”, coincide Bazán, quien reconoce que “lo que sí se presenta como necesario es ubicar el debate en desentrañar desde por qué nos maquillamos, depilamos, nos ponemos a dieta... Desde la mirada del otro. Las mujeres hemos sido educadas para gustar y complacer a los hombres y para negar la propia naturaleza del cuerpo de la mujer: no tenemos la menstruación, ni pelos, ni celulitis, ni estrías... ¿Dónde queda el derecho a tener un cuerpo real?”.
El problema es que, como recuerda Bazán, no existe una solución que acabe con este tipo de cánones impuestos. De hecho, lo grave de la situación es que si la industria estética decidiese que la moda pasa a ser dejarse crecer el vello, la no depilación pasaría a representar a ese lado opresor. “En el imaginario colectivo patriarcal el hombre es, por sí solo, una entidad o categoría en sí misma; las mujeres somos en relación a los hombres, a la maternidad, a la feminidad... Es por ello que debemos de deconstruir los pilares del sistema patriarcal, para que llegado el día, conversar sobre si hay que depilarse o no, sea una cuestión irrelevante”, resume Bazán.
I'm feeling good 🎼 #feminism #feminismo
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