El mañana estará lleno de avances científicos que hoy parecen imposibles. Que si erradicación de enfermedades hoy incurables, que si modificación genética preventiva, que si transhumanización robótica. Todo enfocado a superar un fenómeno natural que los seres humanos nos negamos a aceptar: la muerte. De hecho, puede que el futuro nos depare incluso la posibilidad de resucitar una vez todo lo demás haya fallado. Confiando en que así sea, una empresa valenciana ofrecerá a finales de año un servicio de criopreservación que congelará a su clientes a 200º bajo cero con nitrógeno líquido para que puedan ser reanimados.
“Se trata de ofrecer la posibilidad de que personas que han muerto por una razón objetiva, una enfermedad por ejemplo, puedan resucitar en un futuro cuando la tecnología médica permita curar esa enfermedad y, en lógica, resucitar a esa persona. Se trata de la misma tecnología que se utiliza para criopreservar embriones u óvulos, que después se reimplantan para generar vida”, explica en La Vanguardia el barcelonés Albert Estrada, director médico de la compañía explica en La Vanguardia, que ha invertido más de un millón de euros para convertirse en pionera europea en el campo de la criopreservación.
No obstante, este proceso exige unas condiciones: debe realizarse en los minutos posteriores a la muerte para que no se produzcan daños cerebrales, daños vasculares o deterioro celular, lo que limita la técnica a fallecimientos previstos, nunca fortuitos. También limita, eso sí, el grosor de la cartera. No en vano, de momento Cecryon dispone únicamente de tres criocápsulas cuyo coste individual asciende hasta los 200.000 euros más IVA. La elevada cuantía la comparten otras empresas similares del mundo, pero no ha impedido que hasta 400 personas hayan sido ya criopreservadas en los Estados Unidos.
Sea como sea, la criopreservación continúa siendo un ejercicio de fe. Desde nuestra actual perspectiva, ganarle el combate a la muerte continúa siendo utópico, pero Estrada se muestra optimista en sus declaraciones a La Vanguardia: “No es ciencia ficción. Es más un problema de ética, porque hay personas a las que intentamos explicarles esta posibilidad y se asustan o la rechazan por convicciones personales... es difícil hacer entender que es posible luchar contra la muerte”. Pero quién sabe, igual el futuro es despertarse 400 años después en un mundo absolutamente diferente.