Que sí, que sí. Que qué envidia te doy. Que darías lo que fuera por tenerlas como yo. “No te quejes, que es mejor que ser plana”. Pero, ay, amiga de pechos pequeños, igual cambias de opinión cuando termines de leer este artículo. Porque vale, tú echarás en falta un poco más y estarás harta de buscar rellenos para tu sujetador, pero nosotras, las que tenemos un buen balcón, también sufrimos lo nuestro. ¿Qué tal si repasamos todos aquellos problemas a los que nos enfrentamos en nuestro día a día? Que no todo es tan guay como parece.
1. Sufrimos los celos de las demás
Ya os lo decía. Frases tipo “eres una cabrona con suerte” o “cállate, que otras se operan para tener lo que tienes tú” son habituales. Pero, ¿qué culpa tenemos nosotras? Porque también arrastramos otros problemas, porque nada es blanco o negro. ¡No nos castiguéis con vuestras envidias!

2. ¿Dormir boca abajo? ¡Já!
Algo tan normal como poder elegir tu postura a la hora de dormir está jodido cuando tienes un pecho grande. Tumbarte boca abajo es tarea imposible: directamente, te ahogas viva. La presión que ejercen sobre tu tórax hace que, en poco tiempo, tengas que cambiar y dormir boca arriba. Aunque tampoco te creas que es lo más cómodo del mundo, se te vienen a la cara cual bufanda. Y si no te gusta, si no concilias el sueño… te jodes.
3. Ellas hacen más deporte que tú
Sobre todo, cuando sales a correr. Si haces footing en antiguo running, ¿sabéis? van absolutamente a su bola. Para arriba, para abajo, para los lados… describen movimientos imposibles que te descoordinan y que hacen que practicar deporte sea un suplicio y a veces incluso duela. ¿Solución? Sujetadores deportivos que, oye, están bien, pero además de aplastártelas hasta límites insospechados, suelen ser más feos que pegar a un padre.
4. El “mundo sujetador”
Porque más que eso, sujetadores, se convierten casi en mochilas. Encontrar alguno que te valga suele ser una tarea complicada. Tampoco es que las marcas se esfuercen por diseñar lencería demasiado bonita o sexy cuando se trata de abarcar grandes pechos, aunque es cierto que parece que empiezan a esforzarse un poco más. De todos modos, en muchas ocasiones seguimos confinadas a utilizar unos sujetadores que podríamos intercambiarnos con nuestra bisabuela y, encima, mucho más caros.
5. Ojo cuando estás premenstrual
Es una fiesta. Su sensibilidad se multiplica, ya sabéis, y como tienden a ir a su bola, cualquier movimiento vuelve a ser un suplicio. Subir y, sobre todo, bajar unas escaleras, los baches que coges con el coche, correr para coger el autobús, darte cualquier golpecito mínimo. Todo supone un dolor increíble que se suma a los de rigor. Así que muy bien, muy divertido.
6. Dolores de espalda
Aunque para que te provoquen problemas serios tienen que ser muy, muy, grandes, en general son como llevar una mochila colgada por delante. Provocan contracturas y jaquecas, curvan la espalda, desgastan los discos de la columna y pueden acabar incluso trayendo consigo una estupenda hernia discal. Es un problema serio que puede, incluso, terminar con una operación de reducción de pecho. Nada de bromas.
7. Y, por supuesto... miraditas, miraditas, miraditas
Frustración total. Es incomodísimo ver cómo en algún momento de la conversación con un tío sus ojos se posan furtivamente en tu pecho. Furtiva o deliberadamente, porque luego hay marranos que no se cortan un pelo y que dirigen sin más su mirada a tu escote y hasta alguna frase digna de Shakespeare. Y ahí tienes dos opciones: una, aguantar carrete y respirar hondo, y dos, mandarle a algún lugar maravilloso y recurrente como "la mierda" con más gracia que él.Total, que no es oro todo lo que reduce. Aquí, el mítico “más vale que sobre que no que falte” no es aplicable. Así que, amigas de pechos pequeños, no os dejéis engañar pensando que tener un buen par sólo tiene ventajas, porque de eso, nada. Lo creáis o no, nosotras también os envidiamos muy a menudo. Cada una que apechugue con las suyas y se sienta orgullosa de lo que la naturaleza ha tenido a bien regalarle.