Hace un tiempo leí un artículo de la Universidad de Ginebra publicado en la revista Universidad de Ginebra que hablaba sobre cómo reacciona el cerebro cuando no se cumple con las expectativas. El estudio trataba de demostrar cómo los mecanismos cerebrales nos permiten anticiparnos a lo que nos ocurre y adaptarnos a sucesos inesperados. El cerebro humano es perfectamente capaz de adaptarse a lo imprevisto gracias a que cuenta con una red de neuronas que hace predicciones sobre el mundo que nos rodea y reacciona completamente igual en cualquier caso, acertado o no.
Por lo tanto, con el cerebro está todo en orden, está claro que a la parte racional no le afecta. Pero, ¿qué pasa con tus emociones? Las expectativas no son cosas del cerebro, más bien las gestiona la mente; siempre he pensado que la mente es como el alma del cerebro. Las expectativas son, por definición, "la esperanza o posibilidad de conseguir una cosa" y la cantidad y la calidad de las mismas dependen tanto del que espera como del que se espera.
¿Cómo se gestiona eso? ¿Cómo he hecho para generar expectativas que no sabía si podía cumplir? Quizás la clave está en separar aquellas que si dependen de mi y las que no. Desde luego que no podemos controlar el pensamiento de los demás, ni el poso que sus experiencias han ido dejando en su mente, que hace que esperen según qué tipo de cosas de otras personas con las que se relacionan.
En cambio, las que yo mismo puedo controlar seguramente salgan del resultado de cómo yo mismo me relaciono con los demás, de la idea que tienen de mí en función de lo que proyecto. Quizás es un buen momento para revisar esa proyección y decidir si realmente se corresponde con la realidad puesto que a nadie, absolutamente a nadie, le gusta no cumplir con una expectativa. Se queda una falsa sensación de haber defraudado a alguien, de incapacidad y de frustración y si eso lo he generado yo mismo, es algo que quizás deba revisar.
Evitar generar expectativas
Está claro que cuando sí se cumple con una expectativa la sensación, para ambas partes, puede ser placentera. Sin embargo, las expectativas pueden ser infinitas y se propagan como un virus, de manera que el cumplimiento de una puede generar de manera automática otras tantas.
¿Y si nos liberáramos de toda esa historia divina de las expectativas y aprendiéramos a apreciar lo que vamos descubriendo sin compararlo con nada? ¿Y si aprendiéramos a proyectar simplemente lo que realmente somos y todo lo demás fueran ‘extras’ guardados en la manga?
Seguramente desprenderse de las expectativas nos liberaría a todos de muchas cosas que al final no te permiten ver y apreciar con claridad la realidad.
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