Hay gente con tendencia a la exageración, que cuenta las cosas según las vive en su realidad paralela, o que aporta a los relatos el toque justo de fantasía. Pero cuando te dicen algo que es totalmente lo opuesto a la verdad, lo siento, pero por muy amigo que sea, eso se llama mentira, y si pretenden que te creas que está lloviendo cuando tú estás viendo un sol radiante, la cosa ya no hace tanta gracia.
Este tipo de amigo con una fuerte imaginación no te deja nunca tirado a posta, sino que a última hora se ha muerto el perro que nunca tuvo. No anula planes, sino que, en su mundo particular, nunca existieron. No se le olvida tu cumpleaños, te llamó un par de veces pero no se lo cogiste. En definitiva, no te miente, es que tú no entiendes nada. Espabila.
Cuando uno cuenta a su lado con un colega propenso a la invención llega a pensar que está loco. Que tal vez sea un desconfiado y ve fantasmas donde no los hay. Por un momento te planteas si es posible que alguien se saque tantas movidas de la manga. Pero acabas indignándote y esperas vuestro próximo encuentro para dejarle claro que él puede decir lo que le dé la gana, pero que tú, tonto tonto, no eres.
El caso es que esta persona acaba generándote tal cariño, que llegas a convivir con sus fantasías, que ella toma por absolutamente ciertas. Una regla general es que un buen mentiroso es aquel que se traga sus invenciones, pero el maestro del embuste es aquel que hace que tú también te los creas, aunque solo sea por unos minutos. Cuando el amigo trolero te genera más pena que enfado, te ha ganado y lo sabes. No solo a ti, sino a todo el grupo en general, que igual que tú ha ido captando que en sus palabras hay solo un 5% de realidad.
Pero hasta llegar a ese punto de: “Bueno, X es así, todos lo sabemos y hay que entenderlo”, has recorrido mucho trecho, muchos cabreos y una inmensa dosis de incredulidad ante las películas de Hollywood que el susodicho es capaz de montarse en su cabeza. Conozco casos de alguna persona que ha llegado a inventarse hasta muertes con tal de tener una coartada a sus trolas. Así que, por favor, grandes cuentacuentos, antes de poner a prueba hasta el límite la paciencia y compresión de vuestros amigos, id al psicólogo, antes de poner a prueba hasta el límite la paciencia.
Digo esto porque atraviesas algunas etapas en las que optas por semiromper tu relación con esta persona porque piensas: “¿Para qué quiero hablar con alguien si el 80% de lo que dice es mentira?”. Es frustrante, de verdad, y también innecesario. Si estás tranquilo con tu conciencia y tus amigos lo son de verdad, no hay necesidad de ser un fulero día sí y día también. Se me ocurre una terapia grupal estilo alcohólicos anónimos: “Hola, me llamo X y soy mentiroso”. Claro, que sería complicadita porque a saber cómo averigua el terapeuta si lo que está contando el enfermo es verdad.
Alguna solución tiene que haber, y hay que encontrarla antes de que tu amigo esté tan inmerso en su irrealidad virtual que sea imposible sacarlo de allí. Si es demasiado tarde, también puedes darle papel y boli y que escriba un guión. Como mínimo le darán algún premio.
Crédito de la imagen: Sara Hiromi