Carta abierta a los que se ríen cuando hablo bien inglés

Este es un manifiesto dedicado a todos aquellos que todavía se ríen cuando hablo bien inglés pero que deberían reflexionar sobre lo cutre que es su actitud.

By Vokoban

Que se burlen de ti por ser bueno en algo es una paradoja, pero no un fenómeno paranormal: más de una vez y más de dos ha habido risitas o imitación abierta de mi acento inglés porque pasa del 'Jelou jau ar yu' y se acerca más a lo que viene siendo... inglés. En la era de Mr. Erasmus y la señora Netflix con su seductor V.O.S, pensaríamos que Mr. Erasmusya no es un distintivo elitista, pero la dolorosa verdad es que seguimos siendo la España cateta de toda la vida y flipo porque MUCHAS veces me sigue ocurriendo. ¿En serio tengo que sentirme snob por usar bien una lengua que a estas alturas todos deberíamos hablar? Aunque sea algo que pase puntualmente, te contaré un par de cosas en las que me han hecho pensar.

La ‘ticher’

Desde que tenía tres años mis profesores de inglés me obligaban a decir 'toilet, please' cada vez que quería mear, y si les hablabas en castellano no te contestaban. Crecí no solo normalizando sino interiorizando esta lengua y aprendiendo a amarla a través de su cultura, de su literatura, y de la gente con la que la he hablado. Digo esto por si te queda alguna duda de que no veo el inglés como algo cool, porque cuando llegas a pensar en una lengua ya no te parece un recurso estilístico sino un mecanismo de comunicación. Pero, ¿qué estoy haciendo? Eso es lo ridículo, y justo lo que no debería ni intentar hacer: justificarme por hablar bien una lengua.

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Pero fue al empezar el instituto cuando, por razones que no vienen al caso, aterricé en lo que en ese momento puse por título "la realidad": una escuela concertada en un barrio obrero. La profesora de inglés era de Mataró y hablaba con todo el acentaco español, equivocándose incluso a veces al conjugar. Aunque mi nivel era superior al del libro de texto, el primer día me senté a escuchar prudentemente a ver si podría sacar algo de esas clases. Cuando la profe por fin calmó el gallinero de hormonas que era la clase, el alumno graciosillo de turno gritó desde la última fila una frase que en mi anterior escuela lo habría mandado directo al despacho del director: Teacher, habla en cristiano, que no te entiendo!" Ni Shakespeare ni Eminem habrían podido describir mi cara en ese momento. Supe que se me iban a comer viva cuando me tocase leer en voz alta. Y así fue, en forma de risas y burlas ‘con cariño’, pero que ya dejan esa sensación de estar fuera de lugar.

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No es país para políglotas

Miraditas y comentarios como los que recibí ese día se han repetido en varias ocasiones cuando hablo inglés, recordándome que fue un privilegio ir a una escuela trilingüe. Somos una minoría en España los que hacemos eso, y por eso no espero que hables como yo, pero lo que sí esperaría de un sistema educativo que te lo enseña desde los seis años es que al menos, cuando acabas bachillerato, lo hables. Algo. Pero todos conocemos mileniales que no pueden tener ni una conversación mínima, y eso es un rotundo fracaso, aunque no únicamente suyo, sino de la enseñanza de lengua extranjera en España.

Estamos a la cola europea en esta lengua y, si cuando los chavales se gradúan no hablan inglés, significa que nuestros gobernantes han tirado a la basura el dinero que nos han costado todas esas clases, todos esos años. No sé si eso le da a alguien como para reír. Si queréis acabar de odiarme, os diré que estoy profundamente convencida de que habría que abolir, fulminar y hacer desaparecer el doblaje desde ya, pero dudo que el sindicato de dobladores nos permita ver aplicada tal medida ultra-efectiva de que los niños aprendan varias lenguas mientras están enganchados a la tele.

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Recuerdo otro momento en el instituto en el que estaba leyendo una novela entre clases y se me puso detrás un chico que, al leer por encima de mi hombro, gritó a viva voz y con profunda y honesta sorpresa: "¿EEEH? ¡¿Lees en inglés?! Pero ¿pa' quéee?" Todas las miradas se centraron en mí y lo fuerte es que sentí como si tuviese que justificarme. No es cuestión de hacerme la víctima, es una ilustración de lo absurdo del tema. Y, desviándome un poco, en ese momento pensé en algo que más tarde escucharía de un profesor en Ciencias Políticas: las desigualdades económicas se perpetúan también a raíz de los incentivos en tu círculo social.

Es decir, que si a tu alrededor lo normal es no hablar más lengua que la tuya, ir siempre a por el aprobado o no hacer ningún esfuerzo por acumular conocimientos, tendrás menos referentes "de éxito" un concepto que siempre es mejor entrecomillar o motivaciones para superarte. Claro que hay excepciones para todo, pero ¿cómo iban los estudiantes de ese instituto a querer ponerle interés a esa asignatura si no veían para qué les iba a servir? Aprender o ser bueno en lenguas no solo no les parecía importante, sino que además no era guay.

"Jaja no, es Haha"

¿Te imaginas que pasase eso a la inversa? Un grupo de españoles que han estudiado en Londres y hablan inglés mejor que Stephen Fry de repente se ponen a rieírse de alguien por tener el acento de Chiquito de la Calzada. En la mayoría de casos, esto directamente no pasaría, porque se considera una falta de respeto pero también una muestra de mal gusto. Lo digo de buen rollo, porque creo que hay que poder reírse de casi todo, pero no está de más replantearte lo cutre que es burlarte de alguien en gimnasia porque, por ejemplo, salta más alto que tú.

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Claro que también hay que señalar el ‘postureo spikinglish’, porque tanto hashtag anglófono nubla la vista #haters #yolo #swag y no hace falta abusar de los anglicismos en cada frase ni que perdamos nuestra quijotesca y adorada lengua. Pero, es que si te fijas, el típico genio/a que hace sus coñitas sobre tu acento, conseguido a base de horas y horas de machacarlo, rara vez lleva 'amor de RAE' grabado en una pluma con la que escribe versos al atardecer. Coño, ¿me lo parece a mí o me ha quedado todo un pelín clasista? I'm sorry, mi alma.