¿Ser budista y tener un iPhone? Este maestro zen nos cuenta cómo

El hecho de ser espiritual no significa que haya que dejar de lado lo material. Nos lo cuenta el primer maestro budista de España.

El zen no es una respuesta espiritualista a un mundo materialista, es una forma de vivir que incluye [...] el espiritualismo y el materialismo - Taisen Deshimaru.

Dokushô Villalba es el primer maestro de Budismo Zen español. Reside en el Monasterio Luz Serena de Requena Valencia. Utiliza un iMac, un iPhone y un iPad a diario. También coche, luz eléctrica y agua corriente. Alguno se preguntará cómo un monje budista puede utilizar los símbolos del consumismo de un modo descarado.

Contra la opinión popular, el budismo no renuncia al mundo: ni se aleja de él ni menosprecia el progreso tecnológico y científico. Para ello hemos ido a hablar con Dokushô Villalba sobre la sociedad de consumo, el capitalismo, el deseo y el Budismo.

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Código Nuevo: ¿Cómo se vive la espiritualidad en un mundo capitalista?

Dokushô Villalba: El Zen no debe ser considerado como una antítesis del materialismo. El mundo material forma parte de lo que somos, pero lo que somos no se reduce al mundo material. Hay que entender que el materialismo es un movimiento pendular en reacción al espiritualismo vivido en la Edad Media en Europa. En ese espiritualismo las condiciones materiales de este mundo no importaban, lo que importaba era el otro mundo. Salvarse para el otro mundo.

Eso le venía muy bien a las clases dominantes, porque ellos sí tenían una situación muy holgada, pero el pueblo quedaba relegado. Se le daba la esperanza del otro mundo. Y durante siglos la población europea vivió en esa fábula. Cuando se empiezan a despertar con el Renacimiento y empieza el desarrollo de las ciencias, la apreciación de la naturaleza, el estudio del mundo material, esa fábula tiene cada vez menos influencia.

Después de siglos de carencia y de miseria se pasa al extremo opuesto: a buscar solo la satisfacción material, las condiciones de vida agradables. Eso ha desembocado en el materialismo exagerado actual.

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CN: ¿Cómo encaja el Zen en todo esto?

DV: El Zen no es el retorno a una forma de vida espiritualista. La espiritualidad del zen está enraizada en el cuerpo, en la naturaleza. Es una espiritualidad vivida cuando cortas las verduras, cuando cosechas en el huerto, cuando trabajas con los materiales concretos. La realidad no está separada entre lo material y lo espiritual.

Nosotros por ejemplo: yo uso ordenadores Mac, uso un iPhone, iPad, usamos coche, compramos gasolina, esto es material, aquí no se fomenta el ascetismo, tampoco el hedonismo, tampoco nos regocijamos en lo material. No es una metafísica. Tampoco es una pura física. Es algo que está más allá de eso.

CN: ¿Qué opina de la sociedad de consumo?

DV: Es un fracaso porque rompe los vínculos entre los seres humanos y lo basa todo en la producción y el consumo. Vales si produces y por lo que consumes. Las sociedades de producción-consumo son una maquinaria loca, fuera de control, porque solo se puede mantener aumentando la producción y aumentando el consumo. Es lo que llaman crecimiento continuado. Por eso todos los años nos bombardean con el índice de crecimiento.

En el lenguaje económico, 'crecimiento' significa que ha aumentado la producción y el consumo. Esto va al abismo porque olvidamos que para producir hacen falta materias primas y las materias primas son li-mi-ta-das. Además, lo dramático de todo esto es que si esta dinámica nos condujera realmente a un estado de felicidad, pues uno diría: "bueno, es que merece la pena". Pero es que no es así. Está más que comprobado.

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CN: ¿Qué necesita un ser humano?

DV: Un ser humano necesita tener sus necesidades básicas satisfechas para encontrar un estado de felicidad. Una persona hambrienta, sedienta, sin seguridad, sin trabajo, sin una casa digna, no puede ser feliz. Hace falta un mínimo material que cubra las necesidades.

Pero a partir de cierto límite, el aumento de la riqueza, de la producción y del consumo, no garantiza un mayor estado de felicidad, sino todo lo contrario. Nos hace más desgraciados. Aparte de que creo que es un crimen contra la naturaleza, es un crimen contra las tres cuartas partes de la Humanidad que no pueden acceder ni al consumo mínimo.

Las sociedades opulentas estimulan el consumo porque eso estimula la producción y mantiene la máquina funcionando: generando riquezas para algunos pocos. Para el 1%. Mientras que los demás, el 99%, lo único a lo que puede aspirar es a ser una pieza dentro de ese engranaje y producir y consumir algo para poder seguir viviendo.

La sociedad de consumo es una locura, es una aberración y, de seguir, provocará el colapso de la civilización.