Por Esos Días En Los Que Te Apetece Revolcarte En La Mierda

Suena el despertador, como todos los días, pero hoy te molesta más que de costumbre. Cuando lo paras, aún medio dormido, notas algo raro, como si pesases veinte kilos más que habitualmente.

Suena el despertador, como todos los días, pero hoy te molesta más que de costumbre. Cuando lo paras, aún medio dormido, notas algo raro, como si pesases veinte kilos más que habitualmente. El ambiente no te gusta, parece que todo va a cámara lenta, incluida tu cabeza. Sales de la habitación pensando que una ducha y el desayuno te dejarán como nuevo, pero te equivocas.

Esa sensación negativa te sigue a la calle, donde miras al cielo y notas que hasta el sol parece que brilla con una luz triste. No necesitas más para saber que hoy no va a ser tu día, que vas a estar triste, abatido, que nada te va a gustar y las horas se van a hacer eternas. En ese momento debes tomar una decisión: poner tu mejor cara y seguir con tu rutina fingiendo que todo está bien, o afrontarlo con naturalidad, aceptar que hoy es un día de mierda y disfrutarlo.

Sí, es posible disfrutar de todas esas sensaciones que te bombardearán a lo largo de la jornada, y lo único que hace falta para ello es no intentar convertirlas en algo positivo. Los días malos son necesarios, porque en la vida todo se basa en el equilibrio de los contrarios: no sabríamos lo que significa sentir calor sin haber sentido nunca el frío, no entenderíamos el placer sin haber experimentado dolor, no podemos disfrutar plenamente de la alegría sin haber pasado por la tristeza más intensa.

Por eso, cuando notes que tu día va a ser inevitablemente muy malo, prepárate para revolcarte en la mierda. Déjate llevar por la angustia, sumérgete en esos sentimientos oscuros que te presionarán la cabeza y el pecho, siéntelos sin intentar camuflarlos. Si tienes que cabrearte, cabréate; si tienes que gritar, grita; si tienes que llorar, llora. Tengas o no tengas motivos para ello, si sientes que tienes que hacerlo, hazlo. Y no lo maquilles con una sonrisa que no te apetece poner. La gente que se pasa la vida sonriendo me da mal rollo, porque creo que en el fondo esconden algo muy jodido.

A veces hay días de mierda que no responden a motivos concretos, y negarlos es como negar una parte de nuestra humanidad y, por consiguiente, de la vida misma. Pero si en vez de intentar camuflar toda esa negatividad la sientes en su plenitud, la haces parte de ti, aprenderás -y lo más importante, no olvidarás- el auténtico valor de todo lo bueno que hay en tu existencia. Porque como dice la canción, "todos los días sale el sol", y probablemente mañana lo veas brillar de otra manera.