Querido verano,
Qué fácil lo haces todo y qué alegría desprendes cuando llegas a nuestras vidas llenándolo todo de buen rollo. Tienes una magia de la que no pueden hacer gala ni el invierno ni el otoño. Ni siquiera la maravillosa primavera que te precede te hace sombra, solo te prepara el camino para que seas el protagonista del año y brilles en todo tu esplendor. Con tus primeros rayos de sol activas una energía dormida que cobra vida para covertirnos en súper héroes dispuestos a salvarnos de la monotonía a la que estamos sometidos el resto del año.

Nos devuelves la emoción de volver al pueblo para reencontrarnos con amigos y consigues resucitar en nuestro electrocardiograma algún que otro latido que parecía dormido de los amores veraniegos a los que solo tú das vida. Nos unes, eres la conexión con la libertad, el relax y el tiempo libre. Eres las ganas de vacaciones, de una escapadita de fin de semana. Contigo apetece salir de casa y hasta celebrar guerras de globos de agua. Nos convences de que todo va a ir bien con un cielo pantone azul buenos días y una noche con espectáculo incluido a cargo de las Perseidas, saludándonos a millones de años luz.
Tu noche es fantástica, suena a risas y brindis de copas bailando al son de una verbena, a conversaciones libres de 'me tengo que ir, mañana trabajo' y a canciones a todo volumen en el coche que en ese espacio-tiempo activan un “no sé qué, que qué sé yo”. Sabes a sandía y melón, a un aperitivo en la terraza que se convierte en comida y que termina con mojitos, a chiringuitos y a helados que se derriten felices en la boca. Siempre estás buen humor y como eres tímido, no nos dejas otra opción que mirarte disimuladamente tras unas gafas de sol.

Eres la oportunidad de hacer más cosas que nos hacen vibrar para tener ideas muy locas que dan como resultado historias geniales. Eres el cine al aire libre. Eres la picadura de un mosquito celoso que quiere nuestra sangre para probar tu elixir. Eres la posibilidad de reencontrarnos con los amigos que están fuera y que vuelven. Eres abandonar la cuesta arriba para tirarse cuesta abajo. Eres la espontaneidad de seguir nuestro instinto sin gps burlando cualquier límite de velocidad, porque contigo se va sin frenos.
Sin ti no se puede coger aire y bucear a pulmón para saludar a los peces, contigo decimos adiós a la ciudad y le decimos hola al camping, la montaña o la playa. Exhaustos de tanto placer aún te quedan trucos para que te amemos más si cabe, como ponernos un granizado de limón a 35º que sabe a gloria, como entrar en la cama muy tarde y gozarla hasta el orgasmo, como poder despertarnos sabiendo que el día, sí o sí, valdrá la pena. Tus días siempre son magníficos y con tu arte nos pintas de un color afrodisíaco que luce mejor que un Picasso en un museo.

Por esto y mucho más, te echaremos de menos. Añoraremos ese olor tuyo a sal, a protector solar y a hogueras en la playa; y ese sonido a cigarras de día y a grillos de noche. Te despedimos a regañadientes saltando desde lo alto de una montaña mirando a un mar de color turquesa con la piel tostada y te esperamos aunque aún no te has ido mirando a las estrellas para ver si el año que viene se cumplen todos los deseos que hemos pedido.