Lo empecé a pensar cuando me quedé soltero, en esos momentos de hartazgo y desazón en los que nada sale bien, encadenando desilusiones constantes con una gran falta de motivación. Me siguió pasando, sobre todo, cuando quedaba con mis amigos de toda la vida y hacíamos los mismos planes de siempre, repitiendo, semana tras semana, los mismos bares, temas de conversación o anécdotas de costumbre. No entendía bien qué me pasaba, pero hubo un momento y un lugar aleatorios que me hicieron abrir los ojos para darme cuenta de que ese vacío que sentía tenía razón de ser: soy un 'neofílico social'.
Hubo un momento en el que me di cuenta de que frecuentaba sitios donde no encontraba a casi nadie que me interesara, hablaba con personas que me atraían físicamente pero con las que no había conexión y frecuentaba bares donde aparecían amigos de colegas que resultaban ser como ‘los columna’. Con esto no quiero decir que no me guste salir con mis amigos de toda la vida -y espero que, si me leen, tampoco me echen del grupo de WhatsApp-, pero sin duda la reiteración de los mismos planes me pesaba.

La RAE ha aceptado términos como ‘almóndiga’ o ‘cocreta’ pero no incluye el concepto 'neofilia'. El escritor Robert Anton Wilson y otros como J.D. Salinger lo popularizó en inglés para referirse a la afinidad por lo nuevo. Algunos medios han usado la palabra para referirse a la adicción al consumo de los últimos productos tecnológicos. Pero el significado de 'neofílico social' no tiene por qué ser negativo y está relacionado con esa necesidad de conocer gente nueva y que te aporte algo distinto. Surge de la inquietud y se trata de una atracción por lo desconocido y por todo aquello novedoso que puede estimularnos hasta límites insospechados y hacernos soñar con nuevas experiencias. Al final, es a través de ellas que aprendemos, y del conocimiento también surge el placer.
Pero no se trata de una cuestión relacionada con la inteligencia o de tintes elitistas - no es que me esté creyendo mejor que nadie -, sino del disfrute y la realización personal, de encontrar nuevas motivaciones. Hay personas que tienen la necesidad de viajar y conocer otras culturas, o que sencillamente no quieren volver a su país por las ganas de seguir conociendo mundo. En mi caso, no me hace falta ir tan lejos, es más un tema de no querer perder el tiempo con lo que ya no me llena. Me siento atraído por los nuevos impulsos. De hecho, tengo la necesidad de descubrir a gente nueva en sitios diferentes, ir a bares en los que nunca había estado y explorar zonas de ocio que salgan del ‘sota, caballo y rey’, aunque sea un evento de música que, en principio, no encaja conmigo.

Realmente acabo fascinado con estos nuevos estímulos, con la gente que me traslada a otros mundos regalándome esas vueltas de tuerca tan necesarias. Por eso creo que encajo con los que siempre quieren descubrir, y me gusta rodearme de este tipo de personas. No por ello voy a abandonar a mis amigos de siempre, porque hay cosas que nunca deberían perderse. Pero sobre todo porque puede que un día alguno de ellos se empiece a sentir como yo... y se una al club de los que aman lo inesperado.