Se han publicado muchas técnicas ‘infalibles’ para aumentar tu número de seguidores o 'me gusta' por publicación en Facebook, Instagram o Twitter. En este post no descubrirás cómo petarlo en redes sociales, pero quizás empieces a dejar de desearlo. A no ser que utilices tu perfil con fines profesionales, si has caído en este artículo es porque de alguna forma, te auto-engañas. Te seduce la ficción de satisfacción personal que supone el éxito en forma de Instagram y follows. Es común, sí, pero que a tu alrededor sea algo normal no lo hace menos problemático: puede que lo que leerás ahora te ayude más que llegar a esos 2K, 10K o 100K de seguidores en tu perfil.
Nunca es suficiente
Según un informe filtrado este año, Facebook y sus algoritmos no solo te enchufan la publicidad que más se acerca a tus ‘preferencias’, sino que también identifica momentos en los que te sientes más inseguro para facilitar que te lleguen más likes y así mantenerte enganchado a la plataforma como fuente de autoestima. Básicamente, lo que viene a decir es que nos convertimos en bulímicos de las notificaciones, pero nunca se llena ese vaso llamado amor propio, porque el efecto de esos likes' dura un abrir y cerrar de ojos, y siempre nos quedamos con ganas de más.
La autoestima por la ventana
Lo queremos todo ahora. Y bonito. Y fácil. ¿Nos aburrimos? Sacamos el móvil. ¿Sensación de vacío? Buscamos la solución en la pantallita. Hacemos la tragaperras con el móvil a ver si nos caen "premios" en forma de notificaciones y a poder ser, de likes, como caramelitos de la autorrealización. Nuestra generación tiene una autoestima de risa, no lo digo yo, lo explica genialmente el especialista en márketing Simon Sinek.
Las redes sociales juegan un papel importante en esta disminución de autoestima. Y no son psicólogos viejunos que no conocen Instagram los que lo advierten, sino los mismos mileniales que han ayudado a crear estas plataformas pero que todavía recuerdan la vida sin smartphones. El creador del 'like' en Facebook, Justin Rosenstein, lo define 10 años más tarde como "pitidos de pseudo-placer tan seductores como superficiales", y reconoce que su impacto psicológico sobre el usuario no ha sido positivo. Su compañera Leah Pearlman cuenta cómo tras obtener tus primeros 50 likes en una foto, cualquier cosa por debajo nos parece poco, e inconscientemente asociamos esos números a nuestro valor propio. Y también alerta sobre este fenómeno Justin Rosenstein, un ex-trabajador de Google que sabe de primera mano cómo se diseñan estas aplicaciones no para satisfacer tus objetivos, sino para mantenerte enganchado.
El miedo a perdernos algo
Como todo pasatiempo, tener un perfil personal debería servir para relajarte, entretenerte y darte buen rollo, punto pelota. Si tú les dedicas a tus redes X tiempo al día, la concentración y espacio mental que te roban debería compensarse con emociones positivas o al menos constructivas. Pero la mayoría de veces observar vidas ajenas y computar cuántos likes se lleva tu foto no tiene precisamente ese efecto. El problema es que como creemos que si no estamos conectados nos perdemos algo, acabamos considerando revisar notificaciones constantemente algo "necesario".
Pensamientos como "me sigue o no me sigue, me ha dado like o no..." son tan comunes como improductivos. Suficientemente delicado es gestionar nuestras emociones y nuestra vida offline como para darle vueltas a lo que ocurre en tu perfil. Instagram o Facebook fueron y pueden seguir siendo una bonita forma de compartir y estar en contacto, pero solo si le frenas los pies al terreno mental que te llegan a ganar. Hay mucha gente que ya lo está haciendo, jóvenes a los que no les da la gana ir como ovejas con los ojos incrustados a una pantalla solo porque sea "una tendencia irrefrenable".
Escaparate de vidas ajenas
No es cuestión de oponerme al progreso tecnológico, ni de negar la dinámica de la economía. Claro que hay industrias en las que tu marca personal en redes te ayudará, y que un proyecto o negocio crecerá más rápido si tiene presencia online. Pero identifica si ese es tu caso, e incluso si lo es, es importante ponerte límites en tu uso personal de esas redes, identificar cuánto te está afectando a nivel emocional, y aprender a desconectar. A quien más favor le haces cuando pasas tiempo en redes es a la plataforma en cuestión, porque tu tiempo es su dinero. Y como se ha demostrado que tu autoestima no sale ganando, resulta que lo que acabas siendo es un mono de circo más en el escaparate de personalidades.
Esto no va de conspiranoias tecnológicas, ni de ser todos Mr. Wonderful y empezar a mirarnos más a los ojos que no nos iría mal. El tema te toca mucho más de cerca y va de tu salud mental y tu estado de ánimo: ¿quieres ser más feliz? No les prestes tanta atención a tus redes. De hecho, no dependas de nada en concreto para obtener alegría. Diversificar tus fuentes de satisfacción es una estrategia tan clave como infravalorada para ser feliz. Todos queremos reconocimiento y atención, pero muchas veces es para llenar otros vacíos: busca tu motivación y tu lugar en varias aficiones, ocupaciones o relaciones personales, priorizando de esas últimas las de carne y hueso. Recuerda que las cosas que te hacen sentir realmente a gusto contigo mism@ no se obtienen de un post para otro.