Mi Visión Sobre Los Adolescentes Rebeldes Cambió Después De Colaborar En Este Duro Lugar

Mi impresión sobre los adolescentes de hoy cambió de golpe cuando comencé a colaborar en la ONG Paideia.

“Los chavales de hoy en día tienen menos valores que antes”. Lo confieso; soy de esos a los que en algún momento se les ha llenado la boca con frases despectivas que desacreditan a los que, igual que nosotros hace pocos años, ahora viven su adolescencia. Pero, para ellos, esta etapa está siendo distinta a la nuestra e, incluso, más dura. Se ven sumergidos de lleno en una sociedad cambiante y cada día más tecnológica, libres de expresarse pero atados por la apatía, en la que la opinión individual prevalece sobre la colectiva y el sexo está tan a la orden del día, como siempre, pero en voz muy alta y ensordecedora. Pudiera parecer que lo tienen todo, y por ello les consideramos frívolos, egocéntricos, maleducados, vagos e incluso pasotas. "No se preocupan por trabajar, ni siquiera les interesa la política".

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Mi primer día en la asociación fue extraño y confuso; mis prejuicios y yo nos íbamos a enfrentar a un grupo de chavales que se enfrentan a situaciones de escasez de recursos según Paideia, el 86% de las familias presentan una situación económica por debajo de los 300 € de Renta Per Cápita, la mayoría inmigrantes o hijos de inmigrantes y de familias desestructuradas. Junto a su comportamiento rebelde, lo tenían todo para que mi cerebro encendiera todas las alarmas. Pensaba que, a la mínima de cambio, alguno me arrinconaría a punta de navaja para robarme la cartera. Pero, después de pasar 5 minutos allí, me di cuenta de lo ignorante que era. Encontré un grupo heterogéneo de chicos y chicas como cualquier otro; gritones, tímidos, creíd o cohibidos, todos tenían su propia actitud ante su situación. Sin embargo, tantos gritos escondían una gran necesidad de comunicación, cariño y comprensión.

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El mismo estudio que referenciaba María Dolors Mars, indicaba que más de la mitad de los encuestados 51% dice tener muy pocas personas de confianza. Como no, la familia es clave en estos casos y, por desgracia, muchos no cuentan con su completo apoyo o una comunicación sana para el desarrollo de su madurez. Una tarde, estuve preguntando a los chicos qué les gustaría ser de mayores, qué querrían estudiar al terminar el colegio. Kati, una niña de 14 años me dijo: "a mí me gustaría ser enfermera, pero mi madre me ha dicho que yo no soy tan lista, que haga peluquería". Y esta falta de aliento se extiende también a otros actores que deberían sostener su crecimiento; algunos de ellos se sienten, incluso, ninguneados por determinados profesores que les dicen que "nunca llegarán a nada". Su mal comportamiento es fruto de su complicada situación y los adultos, frustrados por no poder corregirles, optan por apartarles en vez de alimentar su ánimo. Obviamente, eso menoscaba, todavía más, su débil autoestima.

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Al mismo tiempo, a los padres cada vez les cuesta entender más a sus hijos en la adolescencia. ¿Por qué estos chicos, que deberían estar arrimando el hombro, solo añaden más problemas?, piensan para sí.  Fernando Alberca, profesor y autor del libro Adolescentes, Manual de instrucciones, explica cómo la situación de padres e hijos hace que su relación sea cada vez más distante; "cambia el lenguaje y la forma de comunicación. Incluso parece que el hijo ya no quiere atender nunca más." Para Alberca, la adolescencia es “un momento en el que la motivación es clave”. Algo que, en este caso, es muy necesario y - al mismo tiempo - escaso. En algunos casos, los hogares no son capaces de desarrollar un entorno familiar y educacional adecuados para sus hijos. Incluso algunas familias optan por la violencia y el miedo como técnicas educativas, en vez de el cariño y la comunicación.

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Javier Garrido, educador de Paideia, nos indica que "una de las maneras de ayudar a los adolescentes a encontrar el camino adecuado es hacerles sentir útiles, por ejemplo, mediante una ocupación", a través de experiencias sociales positivas, mejorando su sentimiento de pertenencia a un grupo o comunidad. De hecho, como explican en psicoactiva.com, "en casos en que reciben el apoyo necesario de sus padres, disminuye la probabilidad de sufrir de depresión o ansiedad."

Los adultos no podemos tener un rol pasivo ante una generación que necesita un poco de ayuda. Como teenagers que fuimos en su día, tenemos el deber de orientales y servir de espejo para unos jóvenes que viven más pendientes de sus problemas presentes que de sus oportunidades a largo plazo. Quizás ellos se empeñen en pedir dinero para ropa, tecnología o fiesta. Pero, aunque no lo digan, incluso lo rechacen, están mucho más faltos de cariño y comunicación.