¿Traer a un niño a este mundo de mierda? Yo paso, soy antinatalista

Durante los años de juventud es muy probable que notes en tu nuca el aliento de la norma social susurrándote que debes tener hijos, que es lo que toca.

Durante los años de juventud es muy probable que notes en tu nuca el aliento de la norma social susurrándote que debes tener hijos, que es lo que toca. Así que debes ir organizándote para tener trabajo y pareja antes de que tu cuerpo diga que ya es demasiado tarde para reproducirse. Pero muchos, cada vez más, se están rebelando contra esta imposición. Miran a su alrededor, ven el mundo en el que viven, y se preguntan para qué iban a traer ellos más personas a este planeta. Tienen hasta nombre, se llaman antinatalistas.

Leopoldo Trujillo, por ejemplo, tenía poco más de 30 años cuando se hizo la vasectomía, pero ya había decidido no tener hijos cuando aún era un crío. Su determinación nació de su país, El Salvador, uno de los más violentos del mundo. Aunque cuando se operó no conocía el término antinatalismo, Trujillo sabía que no quería traer un bebé a un Estado que promedia 14 asesinatos al día.

Aunque es una corriente minoritaria, ya hay miles de personas en el mundo que creen equivocado traer nuevas vidas al planeta. Las razones de Trujillo las alimentan los asesinatos y la violencia de El Salvador, pero muchas veces esta posición está cerca del animalismo, del ecologismo o del hedonismo. La profesora de antropología de la Universidad de Barcelona Mercedes Fernández considera que este movimiento es una respuesta a las dificultades de los últimos años: "Los jóvenes, con la crisis, viven en una situación de precariedad tremenda. De este contexto surge el antinatalismo, una ideología de precaución: ¿para qué traer un bebé al mundo con la mierda que está cayendo?".

Cuando Trujillo entró en el grupo de Facebook Antinatalismo para todos y todas encontró argumentos ambientalistas para reforzar su posición. “De pequeño vi lo difícil que lo tenían los niños. Me considero una persona satisfecha y feliz, pero creo que el planeta está sobrepoblado y no tiene sentido traer a más personas”, opina Trujillo, que es licenciado en psicología y ahora tiene ya 40 años. Fue hace casi 10 cuando se enteró de que en una clínica privada le harían la vasectomía por solo 40 euros: “Antes lo había intentado por la Seguridad Social, pero me dijeron que debía tener 26 años y al menos dos hijos, así que cuando vi la posibilidad de pagar y operarme no dudé”.

El sueño de Trujillo es que el antinatalismo llegue a estar algún día en las políticas nacionales e internacionales. Algo parecido a lo que pasó en China, donde durante casi 40 años hubo un control estricto de la natalidad con la política del hijo único. En el mundo hay 7.400 millones de personas, pero él cree que la Tierra solo puede soportar 2.000. Trujillo no está a favor de la extinción completa de la humanidad, pero Algo parecido a lo que pasó en China, donde durante casi 40 años hubo un control, un grupo de miles y miles de personas que reivindica la desaparición de los humanos como única forma posible de salvar el planeta. Esta tendencia, que nació en 1991 en EE UU, defiende la extinción gradual y voluntaria de la humanidad bajo el axioma de que esta termina con los recursos naturales de la Tierra y provoca la muerte de especies animales y vegetales.

Uno de estos extincionistas es Luca Raciti, un joven italiano de 21 años que estudia lenguas extranjeras y que, desde 2013, ya sabe que nunca será padre. “El amor por los animales es lo que me ha llevado a dar el paso. Yo soy vegano y esa fue una de las primeras razonas que contemplé. Creo que los humanos somos el Satanás del planeta. Mi idea se resume en que hacemos daño a la Tierra y en que procrear siempre representa un daño para la persona que va a nacer: en este mundo hay demasiado sufrimiento y la gente nunca vive del todo feliz”, opina.

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Raciti se leyó la obra que acuñó el antinatalismo, Better Never to Have Been Mejor no haber existido nunca, publicado en 2006, de David Benatar, profesor de filosofía en la Universidad de Ciudad del Cabo. La lectura, dice Raciti, cambió su modo de ver el mundo: “Creo que el antinatalismo puede crecer en el futuro. Tardará tiempo en difundirse porque va en contra de todas las ideas del pasado, pero ya hay muchas personas que se acercan a este movimiento".

El daño al planeta es uno de los motivos que llevó a Tania Rodríguez a hacerse antinatalista. Esta médica de 28 años también tuvo siempre claro que nunca tendría hijos: "Desde muy niña me gustaba ver las noticias, y creo que me afectó. Me preocupaba mucho lo que pasaba en el mundo, y eso influyó en que decidiera no ser madre. Me parece increíble que haya gente que vea la situación del planeta, las guerras que ha habido en las últimas décadas, y no haga nada". Lo que ha hecho Rodríguez, su contribución, ha sido no tener hijos: su marido, que también es antinatalista, se hizo la vasectomía porque creen que una persona menos es la única diferencia que pueden marcar. "El planeta y la vida son bonitos, por eso me gustaría que ningún niño pasara hambre, que crecieran todos en lugares justos... Se me hace triste que no sea equitativo", opina.

Rodríguez, como Trujillo y Raciti, participa en grupos de Facebook sobre antinatalismo. En los de habla hispana, por ejemplo, hay alrededor de un millar de personas, como en los de alemán e italiano. Los grupos ingleses rondan los 30.000 miembros. Aunque esta corriente ha crecido en los últimos años, todavía es muy minoritaria. Para la profesora Fernández el antinatalismo quiere decir que hay una serie de problemas sociales, económicos y demográficos ante los que la gente reacciona: "El futuro de este movimiento irá en paralelo a cómo sepan los gobiernos y las instituciones internacionales solucionar las desigualdades y el uso no responsable del planeta. Si no lo logran, si no aportan soluciones, el antinatalismo crecerá".

Crédito de la imagen: Fia Yaqub