Salí Del Armario En Una Familia En La Que Los Gays Eran Maricones

La primera vez que sentí algo por una chica me sentí muy culpable, rara. Había recibido una educación muy tradicional, totalmente homófoba.

La primera vez que sentí algo por una chica me sentí muy culpable, rara. Había recibido una educación muy tradicional, totalmente homófoba. Los gays en mi casa se llamaban 'maricones' y nunca me había planteado que a mí pudiera pasarme aquello, pues estaba tan cegada por el miedo que solo cuando abrí los ojos pude echar la vista atrás y ser consciente de que no era la primera vez que sentía algo así, que ya había sucedido antes. ¡Tenía tantos esquemas que romper...!

La teoría era muy distinta a la realidad que yo estaba viviendo. Por eso me empecé a cuestionar todo lo que creía. Me habían enseñado que era algo malo, pero me sentía mejor que nunca. Me habían dicho que primero sientes atracción y luego te enamoras, pero yo primero me enamoré, y después pasé a descubrir que me sentía atraída. Me habían hecho creer que dos mujeres no encajan cuando hacen el amor, pero la primera vez que lo hice sentí una total complementariedad, más fuerte que la que había sentido anteriormente con nadie.

Dejé a mi novio, empecé con ella y fue algo muy intenso. Parte de esa fogosidad incluía la tensión de que ciertos conocidos nos pillaran, personas a las que aún no estábamos preparadas para contarles lo nuestro. Todo se vuelve muy emocionante cuando el amor es prohibido, pero eso no quita que al final una relación entre dos personas del mismo sexo es como cualquier relación. Incluso te das cuenta de que los tópicos sobre rol femenino y masculino, ying y yang, en realidad suceden con cualquier relación de pareja porque es una manera de equilibrarse el uno al otro.

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Cuando se acabó lo nuestro, empecé a frecuentar los bares de ambiente. Era una sensación increíble de libertad, estar en una discoteca y saber que puedes mirar con ojos de interés tanto a ellos como a ellas, sin que te juzguen. Pero me sorprendió darme cuenta de que el mundo gay tampoco está libre de prejuicios.

Hay homofobia, y también hay heterofobia. Hay personas que se cierran en endogamias de ambiente y generan odio hacia el otro lado. Olvidan que justo este mundo necesita más apertura, más respeto y más libertad; y no un cambio de bandera. Yo me encontré a muchas personas que me decían que no podía definirme como bisexual o pansexual porque, según ellas, en realidad todavía no había aceptado que era lesbiana.

Mi respuesta siempre ha sido que me enamoro de las personas. Primero siento conexión, y después me planteo si es hombre o mujer. Es como la gente que dice que le gustan los morenos, y después se sorprende enamorándose de un rubio. ¿Así no suena tan raro, no? Para mí no es muy diferente que la persona a la que quiero sea alta o morena, o que sea mujer u hombre.

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Hubo un tiempo en que me sentía fuera de lugar tanto con los entornos hetero, como en el mundo gay. Solo encontraba consuelo en algunos libros o películas que mostraban un mundo más allá de las convenciones sociales. Por suerte, empecé a conocer a personas que les pasaba lo mismo que a mí, que se podían enamorar de hombres y de mujeres.

Es un alivio cuando descubres que hay más gente que vive lo mismo que tú, o al menos de alguna manera. Mi siguiente nivel de liberación fue cuando descubrí el mundo queer, el concepto de pansexualidad...

En el mundo de los grises, de los pansexuales o de los queer, se diferencia la identidad sexual de la atracción sexual, y lo que más cuenta es la persona, un ser que es mucho más que sus genitales, su línea genética y la educación que ha recibido. La persona es quien se define a sí misma, como decía el filósofo Jean-Paul Sartre.

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Quizá hoy sea un buen día para recordar que la palabra 'gay' la eligió la comunidad homosexual que surgió en los años 70' en Estados Unidos, haciendo referencia al significado original del término en la antigua Roma, donde 'gaius' quería decir 'feliz'. Se escogió ese nombre porque se trataba de ser felices independientemente de lo que pensaran los demás.

Cada uno debería elegir su felicidad todos los días, más allá de cualquier prejuicio del signo que sea. No deberíamos dejar que nos tachen ni definan, porque cuando superamos esos esquemas se abre un mundo de experiencias únicas que solo se pueden vivir si no estamos cerrados a lo que pueda pasar.

Hoy me siento orgullosa, no por ser lesbiana ni por ser heterosexual o bisexual. Me siento orgullosa por haber priorizado mi felicidad al qué dirán. Me siento orgullosa por haberme atrevido a escuchar mis emociones, superar mis creencias y conocer los recovecos más bonitos de la vida. Me enorgullece que cada vez más medios, productoras, países y comunidades integren la diversidad como un valor de riqueza para todos.

Crédito de la imagen: Jennifer Medina