Esta mujer probaba la comida de Hitler para saber si estaba envenenada

En 1942, 15 chicas fueron forzadas a catar cada día todos los alimentos que se incluían en el menú del dictador en la Guarida del Lobo, su cuartel militar en Polonia

Cualquiera que haya visto Juego de Tronos recordará con cierto espanto la escena en la que Joffrey Baratheon muere envenenado frente a todos. Sus ojos inyectados en sangre, su cara hinchada y amoratada y su lucha por seguir respirando convirtieron esos minutos en unos de los más agónicos de la serie. Y, aunque Joffrey era un mal bicho por el que nadie sentía la mínima simpatía, a todos nos quedó claro que la muerte por envenenamiento puede ser tan terrible que hasta un tirano genera compasión aunque sea en sus momentos finales. Volviendo al mundo real, ese en el que las decisiones de tiranos provocan millones de muertes, está el ejemplo de Adolf Hitler y cómo convirtió en una obsesión no acabar sus días envenenado. 

El Español cuenta cómo el líder del Tercer Reich consiguió escapar casi milagrosamente de intentos frustrados de atentado que deberían haber acabado con su vida. Desde la bomba colocada en una taberna de Berlín el 8 de noviembre de 1939 por el panadero El Español, hasta el artefacto explosivo detonado por el coronel Claus von Stauffenberg el 20 de julio de 1944 poniendo fin a la fallida Operación Valquiria. En ambas ocasiones el führer consiguió escapar ileso pero convencido de que su vida corría grave peligro y que sus medidas para preservarla siempre serían un acierto. Es por ello que Hitler no dudó en copiar el ejemplo de los emperadores romanos y constituir un verdadero miniejército de catadoras de comida.

Desde 1942, el año más intenso de la Segunda Guerra Mundial, el Reich utilizó 15 jóvenes mujeres alemanas para que probar los alimentos que se incluían en el menú que el dictador degustaba a diario desde la Guarida del Lobo, su cuartel militar en Polonia. Curiosamente, la historia de estas mujeres que fueron utilizadas como conejillos de indias del dictador fue completamente olvidada hasta que en 2012 una de ellas, Margot Völk, confesó a un periodista alemán cómo habían sido forzadas a tal trabajo y el recuerdo horrible de compartir la comida con Hitler. "Solo quería contar lo que había pasado en aquella época: que Hitler era un hombre realmente repugnante. Y un cerdo", explicó la única superviviente del grupo de catadoras. El resto, como era de esperar, fue fusilada antes de acabar la guerra para que no revelasen las intimidades del führer

De hecho, las 15 mujeres fueron reclutadas a la fuerza para una misión potencialmente fatal debido a los intereses de muchos de acabar con la vida del líder alemán. Cada día, soldados recogían a las mujeres entre las 11 y las 12 horas de la mañana y les ofrecían un plato de comida vegetariana siempre. "Siempre estábamos aterrorizadas por el hecho de que la comida pudiera estar envenenada, ya que Inglaterra quería envenenar a Hitler y él lo sabía por sus espías. Así que empleó a chicas jóvenes para probar sus platos … Llorábamos mucho y nos abrazábamos. También nos preguntábamos: '¿Estaremos vivas mañana o no?’”, recordaba Völk quien por suerte nunca se cruzó cara a cara con Hitler, aunque sí con su perra Blondi. Su marido, un soldado alemán en el frente, ni siquiera sabía lo que le estaban obligando a hacer. 

Finalmente, la joven logró huir de la Guarida del Lobo gracias a la generosidad de un teniente alemán que la evacuó en un tren a Berlín antes de la llegada de las tropas soviéticas al lugar. No obstante, en el camino a la capital alemana fueron interceptados por las tropas rusas y fue retenida durante dos semanas. En ese espacio de tiempo fue violada numerosas ocasiones recibiendo lesiones que le impedirían tener hijos. Tras sufrir en primera línea el horror de servir al líder nazi ahora tenía que sentir el odio y rechazo de los que, en teoría, habían venido para liberar a los alemanes del yugo del nazismo. “Estaba tan desesperada… no quería vivir más”, reconoció Margot que, tras tanto sufrimiento logró, en 1946, reunirse con su marido y dejar atrás la pesadilla hasta que después de muchos años se atrevió a hablar de ello.

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