Ser tan guapo no es tan guay como los feos creen

Siempre me he preguntado qué siente la gente guapa cuando pone la cámara frontal del móvil sin querer. A la mayoría nos sale una cara horrible desde ese ángulo, pero ¿qué ven las personas con un alto grado de guapura?

Estoy buscando en mi galería del móvil algún selfie en el que salga medio decente. Es complicado pero, tras varias fotos-intento de nudes y unos pantallazos de recetas sanas que nunca cocinaré, lo encuentro. Ahí está. Esa foto en la que ni tú misma te reconoces porque le has aplicado tanto brillo que tu nariz parece la de una adicta a la cocaína. Es perfecta. No la quiero para Tinder, bueno, por lo menos no solo para eso. La necesito para meterla en una app y que me desvele a qué famosa me parezco. Desde que supe de la existencia de esta aplicación, saberlo se ha convertido en una necesidad básica. Subo mi selfie y, tras unos segundos, obtengo mi veredicto: Dora la Exploradora.

La verdad es que no sé de qué me sorprendo. Tenía las expectativas muy altas. Pensaba que esta aplicación me daría un chute de autoestima porque me compararía con alguna famosa guapa y con estilo. Sin embargo, me ha hundido diciéndome que ni siquiera me parezco a una persona de carne y hueso. ¿Significa eso que mi belleza es tan grande que traspasa los límites del mundo real? Spoiler: no.

Soy una persona del montón. Del bueno, pero del montón como Belén, la de Aquí no hay quien viva. No quiero que te enfades pero, por mucho que diga tu madre, puede que tú también lo seas. Por estadística, hay más personas “del montón” que guapas. Lo más probable es que estés dentro de ese grupo de gente que les pide a sus amigos que borren una foto si salen horrendos, aunque ya tenga me gustas. No te reconoces en las fotos. Esa cara con ojeras que ves todas las mañanas reflejada en tu espejo no es la misma que aparece en las fotos. No te preocupes porque es normal. En el año 1968, el psicólogo Robert Zajonc ya hablaba de este fenómeno y lo bautizó como “efecto de mera exposición”.

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Basándose en esto, se realizó un estudio más adelante, en 2009, en la Universidad de Virginia. Te lo voy a explicar brevemente porque los resultados me sorprendieron bastante. Enseñaron a los sujetos una foto de ellos mismos en tres versiones: una en la que salían más guapos de lo que eran, otras más feos y otra sin ningún tipo de retoque. Cuando les pidieron que les dijeran cuál de esas tres imágenes era la que se acercaba más a la realidad, sorpresa, eligieron la que estaba a tope de Photoshop. Lo más fuerte de este estudio es que cuando les mostraron las mismas tres versiones, pero de otras personas, escogieron la versión sin retoques. Está claro, vivimos en una mentira. Nos vemos más guapos de lo que somos. LO QUE FALTABA. 

Siempre me he preguntado qué siente la gente guapa cuando pone la cámara frontal del móvil sin querer. A la mayoría nos sale una cara horrible desde ese ángulo, pero ¿qué ven las personas con un alto grado de guapura? ¿Qué pasa cuando activan el modo belleza en sus fotos? ¿Se colapsa el universo? ¿Y qué les dicen sus padres cuando les preguntan entre sollozos si son feos? ¿Les mienten como a nosotros? Tengo muchas preguntas. Demasiadas. Por eso, me he creído Gloria Serra y he emprendido la búsqueda de gente bella, pero no cualquiera. He ido a por los que son objetivamente guapos, es decir, que hayan ganado algún concurso de belleza. No me fio de mi propio criterio.  

Me acordé de un compañero del colegio que conozco desde los 6 años. Se llama Jorge Morant y hace poco se presentó a un concurso de Miss y Míster Valencia en el que quedó el segundo o como él dice: “injustamente segundo”. Siempre le ha gustado su propia imagen y se considera una persona con autoestima. No os pongo su Instagram porque no tiene. Rompe la norma de que la gente guapa tiene la necesidad de mostrar al mundo su belleza todo el rato. Cree que el tiempo que gastaría sacándose selfies, lo podría invertir haciendo en otra cosa que le convenga más. 

¿Por qué sentimos tanta fascinación por los guapos? La explicación es muy sencilla. Estamos programados para perpetuar nuestra especie. Por eso, buscamos a otros seres con buen porte y caras simétricas, ya que eso lo percibimos como un rasgo de un buen material genético y también como un síntoma de fertilidad. Vaya, parece que eso que decía la influencer Paula Gonu en su canción de ‘tú eres una persona guapa porque te sientes guapa guapa’ no es del todo cierto. No basta con sentirse ‘guapa’ para que nos perciban como tal y quieran ‘hacer el secso’ con nosotros. Ya lo voy teniendo todo más claro, pero quería hacer una entrevista más. Entré en Google y busqué listas de la gente más sexy. Entre los resultados apareció una de los actores más sexy de 2019. Ricardo Gómez estaba entre ellos. Tiré de contactos y conseguí su correo electrónico para encontrar las respuestas que necesitaba. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Le he robado un momento las gafas a @borjayboo para dejar claro en Instagram que soy un poco corki. 🕴🏼

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Al principio, me dijo que le daba un poco de reparo hablar de algo tan subjetivo. Cuando imaginamos la casa de alguien famoso, siempre tendemos a pensar que tiene las paredes llenas con fotos suyas. No es el caso de Ricardo. No tiene fotos suyas en casa. “Si acaso polaroids chiquititas, pero hay más de mis amigos que mías”. Reconoce que no es de hacerse muchos selfies y que, en el caso de sacárselos, los hace “en tono vívido porque siempre luce mucho mejor”, se ríe. ¿Qué piensa cuando se mira al espejo? “Hay días en los que me veo más guapo y otros menos, aunque por regla general suelo tender a fijarme en mis defectos. Poco inteligente eso, supongo”. La última pregunta es la más intensa, ¿desde cuándo supiste que eras guapo? “Realmente, constatarlo con seguridad ha sido al recibir tu email pidiéndome participar en este artículo”, explica. 

También hablé con Yamila Orozco a.k.a @dolcecurvy. Tiene 35 años y es estilista, modelo y Miss Plus Size España en el año 2016. Cuando se mira al espejo se ve guapa la mayoría de las veces. “Pienso más en mis defectos como ser humano que en los físicos”, explica. Al día puede llegar a hacerse hasta cinco selfies, aunque no para ella. “Se los mando a mi crush y generalmente no los retoco, solo busco buena luz”, aclara.

Yamila dice que no entiende a la gente que se pone un selfie de fondo de pantalla en el móvil. Ella no lo hace. No siente la necesidad de tener una foto de su posado veraniego o en la que sale poniendo morritos para intentar ser sexy. A mí también me llaman la atención estos seres. Si eres uno de ellos, por favor, escríbeme y explícame POR QUÉ.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Y así concluyó mi última entrevista. He de decir que  todas las hice de forma virtual, por lo que no pude verles la cara en directo. Menos mal porque me habría puesto muy nerviosa. Me pasa siempre que veo a alguien que irradia tanta belleza. Me detengo a observar cada detalle de su rostro en busca de defectos que nunca encuentro. No lo hago para sentirme mejor porque tienen algo malo, sino porque son tan perfectos que me parecen irreales. Al parecer es una sensación de agobio al contemplar tanta belleza es normal con explicación científica y todo. La antropóloga Helen Fisher cuenta que cuando vemos a alguien guapo, nuestro cerebro se llena de dopamina que es un estimulante siempre que se segregue en el lado izquierdo. Vamos, el síndrome de Stendhal de toda la vida. Si produce la sustancia en el hemisferio derecho, te enamorarás enseguida. Ahí no queda la cosa porque también interviene el cortisol que es lo que nos hace huir y por eso muchas veces resulta estresante estar con alguien guapo. Todo va cobrando sentido. 

Está claro que no puedo generalizar porque no he entrevistado a toda la gente guapa del mundo. Ya me gustaría. Lo que he aprendido de todo lo que me han contado es que tampoco hay tantas diferencias entre la gente guapa y la del montón como tú y yo… Bueno, ¿a quién quiero engañar? Ser guapo es mucho mejor. No tienes que repetir los selfies tantas veces, tu cara de recién levantada no parece la del Yoda y te gastas menos dinero en potingues y mierdas que te auguran un futuro repleto de belleza. En fin. Ahora si me lo permites, voy a volver al montón en el que vivo. El bueno, pero el montón.