El estigma de ser hombre y bajito contado por tíos de menos de 1,70

Ser hombre y bajito te obligará a tomar una decisión: ser una persona que acepta su destino o poner todos los medios para compensar su situación.

La situación es recurrente. Quedas con una chica por Tinder, estás nervioso, la ves aparecer. Y, tras el intercambio de saludos de rigor, notas ESA expresión en su cara. Ella trata de disimular, pero su mirada de pánico está gritando "sácame de aquí". Después pueden pasar dos cosas: que tenga la delicadeza de no pisotear tu autoestima o que te apuñale con la horrible e inevitable frase: "pensé que eras más alto". Te dan ganas de gritarle "sí, yo soy bajito, pero tú eres un monstruo frívolo sin compasión", pero en lugar de eso te encoges de hombros, sonríes y propones ir a tomar una cerveza. Y al volver a tu casa lo primero que haces es escribir tu altura en la app, porque estás hecho papilla y no te apetece demasiado que se repita ese incómodo malentendido.

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Digan lo que digan los afiliados a la corrección política, el tamaño sí importa, al menos a la hora de ligar. Para comprobarlo basta con preguntar a cualquier ciudadano español que mida menos del 1,74 metros de altura promedio del país. "Muchas veces he sentido condescendencia cuando me han rechazado de fiesta, como si fuera un niño pidiendo jugar a un juego de mayores" explica Javier, un ingeniero manchego de 1,63 metros de estatura. "Una vez estaba hablando con unas chicas y otra amiga suya se me acercó y me dijo que no me hiciera ilusiones con ninguna. Después me llamó ‘chavalín’ y me tocó la cabeza de un modo completamente condescendiente. Fueron los toquecitos en el pelo más dolorosos del mundo".

Roles de género

¿Hay machismo encubierto en esta actitud? Daniel Martínez, periodista asturiano de 1,68 metros de altura, no duda. "Por supuesto. Tenemos interiorizados muchos roles heteropatriarcales según los cuales el hombre tiene que ser un tío grandón, fuerte y protector. Es sobre todo construcción social, en los anuncios los modelos siempre son tíos altos. Nunca ves a ningún bajito que sea un héroe. Yo tengo claro que mi vida habría sido muy distinta si hubiera medido 10 centímetros más", dice. Sus palabras son una bofetada dialéctica que nos golpea a todas las que nos quejamos de que nos cosifiquen constantemente, pero luego entonamos un "tía, es mono, pero muy bajito" como argumento definitivo para descartar a un tío sin apenas conocerlo.

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Al final, todos estamos intoxicados por la dictadura de la normatividad y la estatura —como también sucede con el género, el origen étnico o la identidad sexual— demuestra cómo un hecho fortuito y que no debería ser limitante puede condicionar tu vida a peor. De hecho, una investigación promovida por la Universidad de Oxford concluía que los hombres bajos tienen mayor tendencia a tener sentimientos negativos hacia sí mismo, inseguridad y paranoia. Julio, un historiador bilbaíno que ronda 1,62 metros de altura, coincide con esta apreciación. “A lo largo del tiempo he arrastrado una conciencia agresiva de ser bajito. Para todos yo soy ‘Julito’, hasta mi jefe me llama así. Al usar el diminutivo te siguen recordando que eres, de alguna forma, el vulnerable. Te conviertes en una especie de mascota del grupo”, se lamenta.

Complejo Napoleónico

Algo que se hace especialmente doloroso en la adolescencia. "Ser bajo te convertía en objeto de bullying. Además llevaba gafas y me gustaba estudiar, así que tenía todas las papeletas para acabar con la cabeza metida en el water", recuerda irónico Julio. No obstante, su condición física le sirvió para potenciar otras facetas de su personalidad. "El hecho de que te sigan etiquetando como 'el niño' de tu cuadrilla te obliga a desarrollar la capacidad de ser ocurrente para defenderte", argumenta. Es lo que en el mundo de la psicología se conoce como el 'complejo de Napoleón', que describe la actitud de conquista que adoptan los hombres de baja estatura para sobreponerse a la desventaja social que les confiere su tamaño.

El psicólogo especializado en temas de pareja y sexualidad, Raúl Padilla, incide en el hecho de que "muchos hombres bajitos tienen éxito precisamente por sobrecompensación, ya que desarrollan otro tipo de estrategias para triunfar". Y cita el ejemplo de famosos como Sergio Dalma, Nicolas Sarcozy o Tom Cruise, que han triunfado a pesar de no encajar en el rol de macho alfa dominante.

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Y, sin embargo, lo cierto es que ser bajo sigue siendo un lastre. En el cine o en los conciertos, una regla no escrita dictamina que siempre, sin excepción, habrá alguien más alto en la fila de delante. Tus peleas con el bajo del pantalón serán una agonía eterna. Y no hablemos del drama silencioso de que tu novia se ponga tacones cuando salgáis a dar un paseo juntos a la calle. Atraeréis tantas miradas que no lograrás comprender si de repente tienes pinta de estrella de Hollywood o de psicópata potencial. Hasta que recuerdes que lo único que ocurre es que en vuestra pareja tú eres Shakira y ella es Piqué.

Diferencia salarial

Por si fuera poco, hay múltiples estudios que relacionan la altura con el estatus social. En EE.UU más de la mitad de las compañías más exitosas están capitaneadas por hombres que miden al menos 1,83 metros. Y, por cada 2,5 cm por encima de la media, el salario anual se incrementa en casi 800 dólares. Además, si eres bajo se incrementa y te tocará esquivar esa teoría biológica que sostiene que inconscientemente se incrementaporque están mejor dotados genéticamente para la perpetuación de la especie.

Aunque no todo está perdido. Tal y como explica Raúl Padilla, al menos en el ámbito de la seducción, hay margen para la esperanza. "El hombre se relaciona desde un punto de vista más visual, más en la distancia… pero la mujer es más próxima, emplea más el oído y el olfato. Así que a nivel íntimo, a la hora de elegir pareja reproductora, la altura es algo bastante secundario".

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Así que ya sabes, cuando tu próxima cita del Tinder te ponga la excusa de la estatura, puedes sacarla de su equivocación recurriendo a este discurso. Igual sale corriendo, pero quizás se ría con tu ocurrencia y acabéis terminando la cerveza entre risas. Y si todo fluye, cuando lleguen los susurros al oído y los aromas corporales revolviendo las sábanas, quizá comprenda que muchas veces, para estar a la altura, lo que menos importa es la estatura.