Los ecosexuales hacen el amor con la naturaleza para salvar el planeta

En el mundo hay al menos 15.000 personas que utilizan su sexualidad para conectar con la naturaleza

Si alguna vez has ido por el pasillo del Mercadona, has visto un pepino largo y gordo y has pensado “no me importaría metérmelo en el coño/culo”, lo más probable es que ya seas un poquito ecosexual y no te has dado cuenta. Aunque pueda parecer difícil de creer, en el mundo hay al menos 15.000 personas que se masturban frotando sus genitales contra los árboles, una roca o el césped, sintiendo la presión del agua de una cascada golpeando su clítoris o esnifando el aroma de las flores mientras exploran su ‘punto E’ , algo así como el punto G del resto de la humanidad pero en su versión más ecológica y sensorial.

Todo comenzó con una performance

Desde que las artistas Annie Sprinkle y Elizabeth Stephens se declararon ecosexuales en 2008 y se casaron con la Tierra —una multitudinaria ceremonia/performance simbólica con la que dieron inicio al movimiento ecosexual— las personas que se identifican con su filosofía alrededor del mundo no han parado de aumentar. “La ecosexualidad es una nueva opción en la sexualidad, una estrategia de activismo medioambiental y un concepto ampliado de lo que el sexo podría ser en nuestra cultura. Los ecosexuales imaginamos a la Tierra como nuestra amante, nuestra compañera romántica y la experimentamos de una manera sensual, erótica y sexy”, explica Sprinkle en un artículo que nos hace llegar vía correo electrónico.

“Es importante entender que la ecosexualidad no es en ningún momento una orientación sexual sino toda una filosofía que se entrelaza con la ecología, el veganismo, etc. y que utiliza la sexualidad como parte fundamental para entender la conexión de los seres humanos con la naturaleza”, matiza la sexóloga, terapeuta de parejas y coach sexual, Núria Jorba. Por tanto, la ecosexualidad no es follar en el bosque o en la montaña y punto, la ecosexualidad es conectar con la naturaleza a través de la sexualidad y de todos nuestros sentidos. Una conexión sensorial, mental e incluso espiritual que utiliza el sexo explícito o algo tan inocente como susurrar deseos morbosos a las plantas para llegar a producirse.

Sexo y activismo al servicio de la naturaleza

Es por ello que esta filosofía sexual puede incluir a cualquier a personas de cualquier género u orientación sexual. “Los ecosexuales pueden ser LGTBI, heterosexuales, asexuales o lo que sea, hasta solo ecosexuales … somos polimorfos y polen-amorosos, estamos en todas partes e invitamos a todos los ecosexuales a mostrarse libremente”, detalla uno de los puntos del Manifiesto Ecosexual. De hecho, en una curiosa entrevista con uno de los puntos del Manifiesto Ecosexual. realizada el año pasado, Stephens llegó a explicar que para los ecosexuales la Tierra también “puede ser trans” y aseguraba que el ecofeminismo era una parte fundamental de todo el movimiento.

 

Warm evening rains make the forest floor greet the morning with erotic excitations #ecosexual #ecosensual

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“En una sociedad misógina, cuando la gente imagina a la Tierra como ‘ella’ piensan que es menos importante que ‘él’”. Por eso, reflexionaba la artista, las mentes masculinas que dirigen las  grandes corporaciones contaminantes se creen con derecho de abusar de los recursos del planeta. Una posición que explica que, en la mayor parte de los casos, las personas ecosexuales también practiquen el veganismo y el consumo responsable. Es en este punto en el que la parte más reivindicativa y activista de la ecosexualidad toma forma y deja claro que unirse a esta filosofía implica un compromiso más allá del sexo o el postureo. 

Precisamente, otros proyectos artísticos en torno a la ecosexualidad han jugado con la provocación y el activismo. Así es como la Eco Sexual Bath House de Melbourne Australia los miembros de la compañía de teatro Pony Express propusieron a los espectadores de su performance hacer el amor a la Tierra mediante olores orgásmicos a base de flores exóticas, bukkakes de polen y penetraciones rollo ‘fisting’ en bañeras de césped y musgo natural. Todo tan ecológico como BDSM, un proyecto sugerente pero más artístico que otra cosa si se compara con la iniciativa de porno ecosexual del Eco Sexual Bath House de Melbourne Australiaque desde 2004 financia sus proyectos ecológicos ofreciendo su contenido erótico a cambio de donaciones en su web. 

Una frikada con transfondo positivo

Si algo queda claro en torno a la ecosexualidad es que ni es una moda de cuatro hippies colgados, ni es una performance mantenida en el tiempo, ni mucho menos es una opción que algún día pueda convertirse en mainstream. Más allá de parecernos una excentricidad o la cosa más lógica del mundo, lo que debería enseñarnos esta forma de ver el sexo y la naturaleza es lo beneficioso que podría resultar que los seres humanos redescubramos la importancia de conectar de una manera más íntima con nuestro planeta. Da igual si eres de los que opina la Tierra es la madre, el padre o el amante de todos nosotros, lo importante es que el amor hacia ella nos permita sentirnos unidos a este rincón del Universo que nos acoge y a todas las demás criaturas que cohabitan en él.