Comprender que siempre tienes elección te hará más feliz

Hay una creencia dentro de ti envenenando tu ánimo. Una que te lleva a pensar que no tienes capacidad de elección, o al menos no tanto como te gustaría. Una que te hace pensar que la vida te obliga a tomar determinadas decisiones y a actuar de determ

Hay una creencia dentro de ti envenenando tu ánimo. Una que te lleva a pensar que no tienes capacidad de elección, o al menos no tanto como te gustaría. Una que te hace pensar que la vida te obliga a tomar determinadas decisiones y a actuar de determinada manera. Que tienes que hacer esto o lo otro sí o sí porque las circunstancias lo requieren. Que tienes que tratar con esa o aquella persona porque es lo que corresponde. Una, muy jodida, que te dice que tu situación personal es consecuencia únicamente de todas esas cosas externas e impuestas. Que no tienes el control de tu historia. Que estás maniatado la mayoría del la vida. ¿Pero qué hay de cierto en todo esto?

Para despejar la incógnita, el psicólogo humanista, Gerardo Castaño, recurre al término científico de el psicólogo humanista, Gerardo Castaño, un concepto que representa la fuente de la cual creemos que proviene todo cuantos nos sucede en la vida. "Las personas con un locus de control externo consideran que las causas de lo que pasa en sus vidas vienen dadas por circunstancias externas y ajenas a ellos mismos. Puede ser el azar, el destino, dios o cualquier otra cosa", explica el especialista. Una convicción que, añade, arrastra consigo multitud de efectos perjudiciales: "Asumir que todo lo que nos sucede está provocado por agentes exteriores nos induce a la inmovilidad. Nos convierte en entes pasivos que se autoperciben como víctimas".

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Después de todo, aunque las consecuencias de determinada decisión puedan resultar desagradables, lo cierto es que siempre tenemos la opción de tomarla. Si seguimos yendo a trabajar, o lidiando con determinadas personas que no nos gustan, o comiendo sano, es porque no queremos enfrentarnos a los efectos que tendría dejar de hacerlo. Pero ser conscientes de que podríamos dejar de hacerlo, que tenemos la última palabra, nos hace sentir dueños de nuestra propia vida. Es lo que Castaño llama tener un locus de control interno, esto es, la creencia de que todo cuanto nos ocurre depende de nuestras decisiones.

Sin embargo, a pesar de que el psicólogo cree que sí tenemos elección ante cualquier situación, considera que la radicalidad en un locus de control interno también puede resultar dañina. "Un locus interno muy extremo puede conducirnos a autoculparnos de todo cuanto nos acontece en la vida. Si tenemos un accidente, somos abandonados por nuestra pareja o fallece nuestro padre. Seremos capaces de buscar una manera de responsabilizarnos por ello. Una cosa es reconocer nuestra capacidad de elección y otra muy distinta es asumir que todo lo que pasa en nuestras vidas proviene de nosotros y no de las circunstancias", señala Castaño.

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Por otra parte, tener siempre capacidad de elección no implica necesariamente contar con todas las opciones. Esto hace que culparnos de todo cuanto nos pasa se convierta en un disparate. Castaño recurre a un ejemplo para ilustrar esto: "Una persona podría necesitar terapia y no tomar la decisión de asistir porque no es consciente de que tiene un problema de carácter psicológico. Por tanto, si esa opción no está siquiera disponible, ¿cómo podría culparse de lo que le pasa? Y esto puede aplicarse a todo lo demás. Lo que nos ocurre no proviene únicamente de fuera o de dentro. Siempre es un poco de ambos".

Según el psicólogo, un locus interno muy intenso puede conducirnos a una toma de decisiones errónea, ya que conlleva una carga de autocrítica enorme debido a la creencia de que todo cuanto nos ocurre es responsabilidad propia. "Debemos tener en cuenta que dentro de nosotros conviven muchas partes. Somos entes fluctuantes que cambiamos según estemos con nuestra pareja, nuestros padres o nuestros compañeros de trabajo. Y, en ocasiones, esas partes se contraponen. Una parte critica a otra. En las personas con un locus interno muy fuerte la parte crítica mantiene acobardada y bloqueada al resto de sí mismo, impidiéndole fluir libremente", explica el experto.

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Por tanto, salir de un locus de control externo para meternos de lleno en un locus de control interno radical no tiene sentido. Debemos, desarrolla el psicólogo humanista, aceptar que existe dentro de nosotros también la parte criticada, restándole así poder a esa parte crítica que surge del locus interno. "Así, la persona empezará a quererse más y a ser un poco más libre del exterior y del interior. Logrará tomar decisiones más congruentes ya que no las tomará desde el conflicto interno. De forma instintiva, se alejará de las personas que le perjudican o no le aportan nada bueno. Y emprenderá un desarrollo personal y profesional basado en las tripas, en la pasión, siendo ella misma y actuando acorde a lo que realmente quiere", concluye Castaño. Como ves, asumir que tienes el control de tu vida —y con ello emprender tu propio camino— tampoco significa renunciar a los demás.