La artista cíborg que se implantó sensores en los pies para bailar con los terremotos

La catalana Moon Ribas está considerada la primera artista cíborg del mundo y la creadora del concepto de arte cíborg.

Moon Ribas no es mujer, ni siquiera es exactamente humana. Wikipedia la define como "la primera cíborg del mundo", pero si le preguntas a ella te hablará de que eso no es lo que mejor la describe. “No me siento 100% humana porque tengo un sentido que proviene de la cibernética, más bien me siento una transespecie por poseer algo que no es propio de la especie humana”, me dice esta artista, activista y coreógrafa catalana de 32 años desde el otro lado del teléfono.

Su idilio con la tecnología comenzó en 2007 junto a su amigo de la infancia Neil Harbisson que tan solo tres años antes se había convertido en el primer cíborg del mundo al implantarse una antena en la cabeza que le permite oír los colores así como recibir imágenes, videos, música o llamadas telefónicas directamente a su cabeza desde aparatos externos como móviles o satélites. Juntos fundaron la Neil Harbisson y comenzaron una corriente artística bautizada como ‘arte cíborg’. Un arte que para ambos gira en torno a la creación de nuevos sentidos a través de la tecnología.

Un sentido para conectar con la Tierra

El ‘sentido sísmico’, es decir, la capacidad para sentir los terremotos en la Tierra, es la gran obra de arte de Moon Ribas. Para conseguirlo viajó hasta Frankfurt y pagó para que un tipo le metiera unos implantes en los pies. “Me fui a un bodyhacker de estos que tienen todo el cuerpo modificado con piercings e inserciones para que me implantase los sensores. El procedimiento quirúrgico fue muy sencillo y era completamente alegal, es decir, la ley todavía no lo ha contemplado”, cuenta Moon mientras me explica sus implantes como una especie de “imán pegado a un chip con bluetooth” que, más allá de su instalación a golpe de bisturí, le costaron "menos que un iPhone".

Gracias a ellos, y a la conexión con un servidor que registra en tiempo real todos los terremotos que se producen alrededor del mundo, Moon es capaz de sentir en sus propias carnes cómo vibra el planeta. “Ahora siento que tengo dos latidos, el de mi corazón y el de la Tierra que va a su propio ritmo y es constante. Se trata de una vibración muy sutil, más ligera que la de un móvil y normalmente la siento cada 20 o 30 minutos”, cuenta la artista a la vez que promete que jamás ha querido apagarlo: “Nunca desconecto, el sentido forma parte de mí”.

De hecho, esta es una parte clave de su identidad. “No por tener un implante eres un cíborg, sino cuando lo asumes como parte de tu ser. Al final, si eres capaz de modificar tu percepción acabarás por modificar también tu cerebro”, señala Moon que, en base a su nuevo sentido y condición, ideó todo su repertorio de danzas, percusiones y obras visuales. Entre todas ellas, Waiting for Earthquakes es la que le valió mayor reconocimiento a nivel mundial.

De los terremotos a los lunamotos

Imagínate una mujer inmóvil durante minutos en una estructura en forma de cubo que representa los cuatro puntos cardinales. De repente, sin que se pueda ver o escuchar nada, comienza una danza que deja a los presentes con la boca abierta. Un terremoto está ocurriendo en algún punto del mundo y ella lo traduce en movimientos. “El sentido sísmico es mi obra de arte pero ocurre en mi interior así que también soy el museo y su único público. Es en tiempo real, puede durar minutos o horas. Es el público el que decide cuanto tiempo quiere observar”, apunta.

Aunque esto ya puede resultar bastante flipante, Moon quiere hacer honor a su nombre ‘Luna’, en inglés y llevar su arte al next level: danzar al ritmo de los lunamotos, es decir, los seísmos que sacuden el satélite de la Tierra. “La idea viene asociada a la experiencia de conocer personalmente al astronauta Buzz Aldrin que fue el que colocó un detector sísmico en la Luna. Sin embargo, el problema que tengo es que esos todavía no puedo sentirlos a tiempo real así que lo que hago es descargarme los registros de lunamotos de internet y hacerloen diferido”, señala.

Black Mirror ya está aquí

Pero, más allá del arte y de emplear su nuevo sentido para crear performances, ¿qué opina la activista de llevar el concepto de cíborg a las masas? ¿no cree que estamos en un primer paso hacia escenarios tan siniestros como los que denuncia la serie Black Mirror“Igual que ahora hemos superado la división hombre y mujer para tener géneros más fluidos, en el futuro habrá personas con diferentes grados de tecnología en su cuerpo. Cada uno hará lo que quiera con su cuerpo”, defiende Moon volviendo al concepto de transespecie para hablar de las generaciones de humanos cibernéticos que están por venir y que, según ella, no nos llevarán hacia una distopía como en la serie, sino a lo contrario.

“Me encanta Black Mirror pero es una visión del futuro muy oscura. En realidad, mi esperanza es que al convertirnos en cíborgs nos acerquemos más a la Tierra que a las máquinas. Quizás ha llegado el momento de que el ser humano se modifique a sí mismo para adaptarse al planeta y no modificar a todo el planeta para que se adapte a él”, concluye la activista con un mensaje cargado de optimismo pero también de crítica hacia lo que, de momento, la tecnología le está haciendo a nuestro planeta. Ojalá Moon tenga razón y Black Mirror no salga nunca de Netflix.