Aprender Idiomas: Por Qué Lo Estás Haciendo Mal

Si te interesan los idiomas, sabrás lo que es la frustración. Poco importa si tu asignatura pendiente es el inglés o si te has lanzado a aprender...

Si te interesan los idiomas, sabrás lo que es la frustración. Poco importa si tu asignatura pendiente es el inglés o si te has lanzado a aprender la lengua de Nietzsche, Angela Merkel y Claudia Schiffer: el camino hacia la fluidez es una odisea llena de trampas.

Probablemente el primer error que cometemos son las expectativas que nos hacemos al lanzarnos a la piscina de las lenguas extranjeras. Tratamos de calcular cuánto tiempo tardaremos en ser capaces de hacer la compra sin que parezca que tenemos problemas en las cuerdas vocales, o cuándo demonios llegará el día en que podamos ligar sin problemas en un bar de nativos de aquella ciudad.

Nos esmeramos en definir el día exacto en que nuestras neuronas se moverán como pez en el agua por esa red de palabras, expresiones y pronunciaciones extrañas. Solo que eso no se puede saber... de ahí que la calvicie parece que nos pillará antes de tiempo. Así que, si de verdad quieres ser un as en ese idioma que tienes clavado como una espina entre las muelas, toma nota, porque probablemente lo estés haciendo mal.

1. No te confíes en las fórmulas de academia

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Parece que está todo muy cuadrado, que si haces 20h de comprensión oral, 20h de conversación y 200h de gramática llegarás a la cumbre de la montaña. Pero no, resulta que vas a tener que hacerte de maestro kung fu tú mismo y detectar lo que más te gusta para aprender sin darte casi cuenta. ¿Ver pelis? ¿lanzarte a hablar con nativos? ¿leer  libros infantiles como una ratilla de biblioteca? Eso lo sabes solo tú. Así que, olvídate de los paquetes prefabricados de aprendizaje y móntate tú el tuyo. Un poco de compromiso, por favor.


2. Sabes más de lo que crees

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Tenemos una especie de velo tupido entre el cerebro y la conciencia que filtra todo lo que sabemos y lo divide sin piedad. Si has estado buceando por diferentes medios escritos, cantados, gritados o hablados en portugués, gallego o griego, no hay manera de que tu cerebro haya decidido no hacer caso a algo de esa información. Tómate un par de cervezas y sabrás de lo que hablo.


3. Aprender un idioma y hacer dieta es lo mismo

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No hay diferencia alguna. Cuanto más pendiente estés de lo que has avanzado, más lento irás. Coge una pequeña rutina, una muy pequeña e insignificante que te avergüence dejar de hacer y tómatela un poco en serio. Pero solo un poco. El resto llegará. Porque vendrá un día en que, sin darte cuenta, tu cuerpo y tu cerebro habrán aprendido que son más listos que tú y harán el trabajo solos. Lo dicho, como hacer dieta.


4. La única manera incluye coger un avión

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La única. No vale irse a Mallorca para aprender alemán o a tu estupenda librería friki para aprender japonés. Tampoco vale ver series subtituladas. Todo ayuda, ayuda y mucho, pero amigo aprendiz, hay una cosa llamada cultura que resulta estar muy ligada a los idiomas. Solo paseando por las calles de una ciudad extranjera, comprando sus manjares caseros en el mercado a grito pelao y comentando el tiempo con sus mayores se consigue un dominio total de la lengua. Ciencia pura.


5. Empieza hoy, ahora

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No hay retraso que valga. ¿Recuerdas cuando dijiste que empezarías hace dos veranos? Sí, cuando te cansaste tras dos páginas de aquel libro de gramática en el que te dejaste un buen dinero… Vivimos en la era digital, donde no hay barreras para la información o los contenidos. Así que deja de una vez lo que estás haciendo y busca un blog bonito en francés, unos escritos en la lengua de Shakespeare o busca un Instagram cargado de jerga yankee. Si tienes wifi, no tienes excusa.


Y si no, este verano, a petarlo con los guiris usando el lenguaje de gestos como hasta ahora.  Así te ha ido.