¿Te imaginas una ola de 30 metros? Súbete entonces a un octavo piso y cuéntanos qué se siente mirando al vacío. Sí, se siente vértigo y, la mayoría, sentirán además un inmenso acojone. Si a eso le añades un mar embravecido, pues ya tienes la combinación perfecta para hablar de ola asesina. Un fenómeno solo apto para los big riders del surf. Los mortales, mejor ni acercarnos.
Bueno, te puedes acercar, claro, porque no es necesario irte a la otra punta del mundo para ver un fenómeno así, basta con viajar a Portugal. Fado, bacalao y grandes olas en el Cañón de Nazaré, ¿qué más puedes pedir si te gusta el surf? O si te gusta hacer fotos y vídeos espectaculares.
Un prodigio de la naturaleza dedicado a los surfistas
El cañón de Nazaré genera increíbles olas por una combinación de circunstancias casi únicas: al tener tanta profundidad evita que la ola pierda energía con el rozamiento de la plataforma continental. Además, cuenta con una forma de embudo, lo que aumenta el efecto, y, todo esto, muy cerca de la costa. De ahí que sea uno de los santuarios de los surfistas, sobre todo de aquellos que buscan grandes retos, como Garrett McNamara.
Este norteamericano, ya en sus cincuenta, es uno de esos tipos que han nacido para enfrentarse al riesgo. De hecho, no ya solo del surf, sino de las olas gigantes, su modo de vida. Ostenta el Récord Guinness, conseguido en 2013, al surfear esa ola de treintra metros en el Cañón de Nazaré que citábamos al principio. Un récord que rompía otro previo suyo, en el mismo lugar, tras lanzarse a por una ola de 24 metros. Muy loco todo, pero así vive, enfrentándose a este tipo de situaciones con grandes patrocinadores detrás. Aquí lo tienes en pleno espectáculo la primera vez que se batió ante la temida ola.
Esos locos de las olas gigantes
Es una comunidad curiosa, diría que una élite, la de surfers que montan grandes olas, con esa camaradería entre ellos que nace de cuidarse unos a otros ante el peligro, aunque sean perfectos desconocidos. Parecen lobos solitarios en busca de la gran ola perfecta, pero están ahí siempre que el otro lo necesita.
La práctica de estos cazadores de olas también ha derivado en otra, el llamado tow-in surfing. Con tablas más grandes y remolcados de entrada por una moto de agua, que les permite alcanzar la velocidad necesaria para enfrentarse a esas olas de gran tamaño. El mismo Garrett es uno de los máximos especialistas en esta trepindante versión.
Por supuesto, hay otros lugares de peregrinaje entre esta comunidad big wave. Desde Mavericks en California, que ha dejado más de una víctima entre los grandes surfistas, hasta Pipeline en Hawai, Teahuppo en Tahiti o Punta Galea, entre Getxo y Sopelana. Aunque, si hablamos de enormes olas con acento euskera, la reina es la Belharra, una montaña de más de 20 metros que rompe en un arrecife dos kilómetros mar adentro frente a la bahía de San Juan de Luz Francia.
Aún así, Nazaré tiene un encanto particular y no estamos hablando únicamente de su colosal tamaño. Su faro añade belleza y misterio a un paisaje que, tan solo con escuchar el ruido del oleaje en un día tormentoso, impresiona. Garrett ha hecho de esta localidad su lugar de residencia. A la espera de la gran próxima ola que lo eleve de nuevo, con el riesgo de caer para siempre.