Los Vagos, Esos Seres Incomprendidos Amos Máximos Del 'Juro Que Ya Si Eso Lo Hago Mañana'

Sí, yo también formo parte de un grupo de personas incomprendidas por la sociedad. Nos toman por vagos, por gente poco seria y en la que no se puede poner confianza ciega.

Sí, yo también formo parte de un grupo de personas incomprendidas por la sociedad. Nos toman por vagos, por gente poco seria y en la que no se puede poner confianza ciega. Pero no saben que nosotros lo pasamos muy mal, que esto de vivir dejándolo todo para última hora no lo hacemos porque nos guste, sino porque no podemos evitarlo.

¿Os acordáis Pepito Grillo, esa conciencia que le decía a Pinocho lo que estaba bien y lo que estaba mal? Pues el nuestro es un cabrón y es jodidamente convincente, como si hubiese estudiado Derecho y después un Máster en Publicidad y Relaciones Públicas.

Nosotros realmente queremos hacer las cosas con tiempo. Entendemos cómo funcionan el calendario y el reloj y sabemos el rato que necesitamos para hacer cada tarea. Joder, incluso nos planificamos mucho más de lo que lo hace el resto de la humanidad. "Esta vez sí que no me va a pillar el toro". Pero nada, no hay manera. Y lo intentamos, te prometo que lo intentamos pero una especie de fuerza inmensa se posa sobre nosotros y, si la escuchamos con atención, esta nos dice: "pero ande vas con lo bien que estás aquí sin hacer nada".

En ese instante, en el que tu cabeza dice ¡adelante! y tu cuerpo: ¡y una mierda! es cuando tu conciencia cobra forma. A veces de mando de Play Station, otras de Facebook o puede que un mensaje de un amigo, a gusto del usuario en cada momento. Entonces te habla como la zarza ardiente le habló a Moisés. Juega con tus sentimientos y te quita toda tu fuerza de voluntad con la misma facilidad con la que los matones del colegio te podían quitar el bocadillo.

"A ver, ¿estás tonto? ¿Qué haces escribiendo ahora? ¿No te das cuenta de que este artículo no tienes que entregarlo hasta mañana? Pf, cómo puedes ser tan pringao". Y se ríe. Muy fuerte y muy perversamente. Y caemos en la trampa del "va, juego un partidito y luego me pongo". Cagada, ya somos su presa. Después de ese partido hay otro, y luego otro. Tu conciencia para el reloj y el tiempo pasa a formar parte de otra dimensión, hasta que te das cuenta de que ya no puedes hacer lo que querías hacer porque tienes que hacer otras cosas que, seguramente, no hiciste el día anterior porque estabas jugando, viendo series o cotilleando Instagram.

Es una forma chunga de vivir, en esa constante espiral de estrés en la que siempre queda algo por hacer para el día siguiente. Y no podemos evitarlo porque se equivocaron cuando editaron nuestro ADN y en vez de "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" escribieron a fuego "no hagas hoy lo que puedas hacer mañana, gilipollas".

Así que aquí estoy, a las 23:18 escribiendo un artículo que sé que tengo que hacer desde hace una semana. La putada es que somos perfectamente conscientes del problema, pero nuestra fuerza de voluntad es inversamente proporcional a las ganas que tenemos de cambiar el rumbo de nuestra vida y abandonar esta pesadilla.

Por eso, si conoces a alguien que sufre de este mal endémico, ayúdale. Ponte firme y no le hables por WhatsApp, no le des 'me gusta' en Facebook ni le propongas planes cuando sepas que tiene que hacer algo, porque cualquier excusa le será buena para no hacerlo. Y si eres tú el que lo sufre, fuerza. Házselo saber a los que te rodean, podemos salir de la locura en la que se ha convertido la rutina. Hagamos que sea trending topic #PepitoGrilloDimisión y recuperemos el control. Pero ya mañana, que ahora me voy a jugar a la Play.