El pasado miércoles 7 de octubre, Top Chef se convertía, por un día, en un fiel reflejo de las relaciones políticas entre Cataluña y España, y a la vez, entre España y la Unión Europea. Muchas similitudes florecieron a lo largo del programa. Al principio, dos de los concursantes tuvieron que escoger al resto del equipo para realizar la siguiente prueba: llevar el servicio íntegro de un restaurante. Dio la casualidad de que un grupo quedó formado por 4 catalanes aunque uno sea de origen ecuatoriano y un alemán que reside en Palma de Mallorca; por el contrario, el otro, por diferentes integrantes de otras comunidades autónomas del resto de España.
Por si fuera poco, la prueba se realizó en Barcelona, suceso que provocó una gran alegría en el grupo naranja “grupo catalán”, especialmente en Montse Estruch, y que desató las premonitorias palabras de Carlos Caballero equipo gris respecto a la ventaja en la cocina tradicional catalana del equipo contrincante: “¡Coño, son cuatro catalanes!”, a lo que añadió: “lo difícil va a ser que sepan organizarse”. Ya se veía venir, iba a ser el día más conflictivo de lo que llevamos de temporada de Top Chef.
En el primer escollo, la compra de los productos, ya se desencadenó la primera colisión. El grupo formado principalmente por catalanes se olvidó de los huevos para hacer crema catalana. Sin embargo, el equipo gris, formado por concursantes del resto de España, cogieron huevos en exceso. Ante esta situación, el equipo “catalán” pidió huevos al equipo “español”. Este se negó en rotundo. La líder del grupo, ante la presión de sus compañeros, decidió no concederles sus peticiones: “Si les dejo huevos, mi equipo me mata”. ¿Les suena? Pues bien, solo era el principio de una “bonita amistad”.
En el restaurante Trafalgar, lugar anfitrión del equipo “español”, saltaron chispas. Oriol Lomas, líder el equipo “catalán”, vino con ganas de revancha: “Va a ser una guerra, la venganza se sirve fría. Si algo no me gusta, soy un grandísimo tocapelotas”. Lo tuvo fácil. Ante la falta de cohesión de los integrantes del equipo “español” y de sus desordenados y pobres platos, Oriol dio rienda suelta a su mala leche. Desde el principio se quejó de la organización y del servicio del equipo “español”. Sin embargo, sus desajustadas palabras no crearon unión en su propio grupo. Varios integrantes le recriminaron que “hablara por él mismo, que no les representaba”. Una vez terminados los platos, ya con el ambiente caldeado, era la hora del equipo “catalán”, quien ateniéndose a sus palabras, tenía la gran oportunidad de demostrar el buen hacer de su autogestión.
Pero no fue así. Oriol se marcó un “free style cooking” a lo Artur Mas y salió escaldado. En ningún momento sus integrantes fueron capaces de trabajar en equipo y perdieron la prueba. Cada uno iba a su bola y hacían las cosas sin consultar al otro. Eran un barco sin timón. En ese momento, en medio del derrumbe, el concursante alemán Marcel Ress decidió tomar las riendas y dar un golpe sobre la mesa a lo Angela Merkel. Pegó un chillido y sacó el espíritu de liderazgo déspota y austero, típico de los germanos, para sacar adelante el proyecto. Lo primero que hizo fue reducir el tamaño de los platos y llevar al equipo a raya como si fuera un pelotón. Al final salieron hacia delante pese a perder la prueba, pero tampoco gustó la actitud de Marcel como líder. Un conjunto de acciones que dejaron a los concursantes de los dos equipos en un estado de bajo ánimo y que sirvió para demostrar que la falta de cohesión lleva al fracaso.
Conclusión
El trabajo en equipo hace que los proyectos salgan mejor. Hay que dejar los egos a un lado y luchar en conjunto por un objetivo común. Solo así podremos ganar la prueba.
¿Se repetirá la similitud en el programa de esta noche?