Bajaba a comprar al Mercadona de debajo de mi casa. Tan tranquila, ilusa de mí, sin imaginar que lo que me iba a pasar aquella tarde me jodería la autoestima para el resto de la semana. Pese a mis grandes dotes de rastreador gps, no era capaz de encontrar una marca de mantequilla francesa que llevaba semanas buscando, así que acudí a una dependienta, una señora de mediana edad no demasiado simpatica que, al fin, se decidió a ayudarme. Y después de ir a mirar el mismo pasillo que yo había estado registrando durante media hora, cogió su walkie talkie y llamó al almacén.
- Hola Manoli por ejemplo. Tengo aquí a una señora que busca X marca de mantequilla. ¿Sabes si nos ha llegado algo esta semana? Me dicen que no. Lo siento.
Un momento. Stop.
Señora
SE-ÑO-RA
S.E.Ñ.O.R.A
Y se queda tan ancha.
En ese momento sentí como me caían por lo menos 20 años encima de un solo golpe, como una librería de 2x2 y nombre impronunciable de IKEA. Por muy cool que sea, por mucho que vista tu casa de elegancia y sientas que tus invitados te respetan, si te aplasta duele igual. Tanto como a mí ese SEÑORA.
Después de eso, me miró, sonrió y se fue a seguir con sus labores de dependienta maligna y deprimeclientes. Y yo empecé a reflexionar sobre ello, porque no es la primera vez que me pasa y, visto lo visto, no será la última. ¿Por qué lo hacen? Entiendo cuando me lo suelta un niño pequeño; soy más alta, más mayor que ellos. Me ven 'señora'. Ok. Hasta ahí bien, aunque les quiera matar igual pero no puedo, son niños, no todos lo hacen por joder. Pero una señora que me pasa al menos 30 años, ¿qué leches ha pasado ahí? ¿es que nadie más lo ha oído? ¿ y por qué nadie se ha extrañado? ¿cómo se supone que debo reprimir este instinto asesino que acaba de nacer en mí? ¿me exculparían en un tribunal?
Tengo 24 años, me considero en forma y sin arrugas las estoy esquivando, de momento. Es cierto que algunas canas me han salido ya, pero aunque me hayan advertido que se multiplican, me las arranco todas sin piedad. Y aun así, aunque chupara una piruleta todo el día mientras sujeto una carpeta forrada con fotos de la Super Pop a lo Britney Spears, me seguirían llamando "señora" una vez al mes.
Luego se lo cuentas a tu madre y te dice "uy, ya verás cuando llegues a mi edad y no te llamen señora, te hará ilusión". Claro, eso arregla mi problema gracias mamá.
Así que por favor, hombres y mujeres de cualquier parte del mundo y oficio, dejemos de llamar "señora" o "señor" y derivados a la gente hasta pasados los 50. Evitemos este tipo de debacles emocionales y económicas, porque después me fui corriendo al pasillo de cosmética y el de frutas y verduras y arramblé con todo.
En fin, #stopseñoras, por caridad cristiana.