'The wizard of lies': cómo hacerte rico estafando a miles de personas

The wizard of lies pone imágenes a uno de los mayores crímenes de los últimos tiempos: la estafa piramidal que llevó a cabo Bernard Madoff durante 16 años.

 

¿Necesitamos un villano? ¿Un personaje retorcido en el que descargar nuestra frustración como sociedad y lavarnos las manos? El protagonista de The wizard of lies está convencido de ello, y no es el único en la historia del cine reciente: difícil olvidar como el espeluznante Joker de El caballero oscuro justificaba su labor criminal con un “Gotham merece un villano de mayor categoría”. Ocurre que aquí no hablamos de un payaso psicópata de cómic: el villano del último estreno online del canal HBO es muy real. Su nombre es Bernie Madoff, y hace pocos años te lo encontrabas en las portadas de todos los periódicos.

The wizard of lies –ya disponible en HBO España– pone imágenes a uno de los mayores crímenes de los últimos tiempos: la estafa piramidal a través de la cual Madoff engañó a todo aquel con quien tuvo contacto, embelesando con su piquito de oro a inversores potenciales y quedándose con su dinero. Miles de millones de dólares que, por cierto, sus dueños perdieron en cuanto se destapó el pastel: el 11 de diciembre de 2008, el FBI entró en las oficinas de la consultora Bernard L. Madoff Investment Securities y desató el infierno.

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Sin embargo, la película no va de eso. O no solamente: a pesar de podrías emborracharte bebiendo un chupito cada vez que el término “esquema Ponzi” aparece en la película, el director Barry Levinson no pierde un segundo en explicar en qué consiste. Así, el foco de la trama se centra en las consecuencias que tiene para “el brujo” del título la vida de mentiras que ha construido durante 16 años. Hablando sin finuras, The wizard of lies es la historia de cómo una bola de mierda se vuelve tan grande que lo arrasa todo a su paso.

Empatizar con el diablo

Dicen que si enfocas a alguien durante el tiempo suficiente con una cámara, el espectador naturalmente crea lazos de empatía con ese personaje: por eso, gente que nos parecería despreciable en la realidad nos cae bien detrás de la pantalla. En cierto modo ocurre con Bernie Madoff en esta película, aunque también puede deberse a un Robert de Niro perfectamente medido, un auténtico comeback tras años de papelillos más o menos tontunos en comedias como El becario o Dirty Grandpa.

En cualquier caso, el director pone medidas, y el personaje principal comparte protagonismo con sus tres víctimas más cercanas: su mujer y sus dos hijos. La simpatía que pudiera despertar el personaje contrasta con las consecuencias que su saco de mentiras tiene para su familia, a la que dice querer y proteger. Ruth, Mark y Andrew se muestran como seres sometidos al pecado de aquel a quien querían y admiraban.

Vamos, un sociópata de manual, ¿no? Una persona que construyó su fortuna engañando a todo aquel que se le acercaba sin tener en cuenta el mal que podía estar haciendo. Levinson hace hincapié en ello en una secuencia impactante en la que las fotos de las víctimas arruinadas por el fraude piramidal convergen formando una imagen mayor de la cara de Bernie, pero en entrevistas que ha concedido afirma su voluntad de no quedarse en explicaciones simplistas: “no podemos hacer un juicio acerca de si Bernie Madoff es un en entrevistas que ha concedido, y tampoco creo que hayamos querido hacerlo”.

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La realidad, como sabe cualquiera con los ojos abiertos, es compleja: ¿toda la culpa la tiene Madoff o parte le corresponde al gobierno, por no haber querido reaccionar a tiempo? ¿Tienen alguna responsabilidad aquellos que depositaron su dinero en manos del estafador sin preocuparse por qué hacía con esos ahorros? ¿Se veía Madoff a sí mismo como un monstruo, era consciente de lo que hacía?

No son preguntas sencillas, pero son solo algunas de las que uno se hace tras ver la película: una cinta intensa, provocadora y –lamentablemente– demasiado actual. El relato de un zorro embustero de Wall Street al que nadie se atrevió a parar los pies puede ser una buena ración de eso que llaman food for thought. Alimento para el cerebro y debate para un buen rato: no está mal para dos horas de película.