Existe un eslogan en contra de la prostitución que dice así: “ninguna mujer nace para puta”. A toda persona que piense así y a quien no, también le diría: siéntate, pon en pause tus prejuicios y disfruta de la magnífica interpretación de Riley Keogh en The Girlfriend Experience porque su personaje, Christine/Chelsea, parece que sí, que ha nacido para ser puta o mejor dicho, prostituta de lujo.
La prostitución tiene muchas caras, espacios y condiciones, pero si hay algo a lo que se enfrentan todas las personas que se dedican al trabajo sexual es a los juicios ajenos, a que se hable por ellas. Quizá esa sea una de las cosas que más me guste de esta serie, que no necesita de personajes que den lecciones a las mujeres sobre cómo ejercer su sexualidad más allá de la propia protagonista. En este caso, la protagonista es Christine Reade, una joven estudiante de derecho y becaria en un bufete de abogados, que decide cambiar su nivel de vida a través de la prostitución de lujo. Dicho esto, te preguntarás tal y como hace su hermana al enterarse de su nueva profesión, ¿y por qué entre otras opciones elige la prostitución? Ella lo tiene claro: “porque me gusta”.
The Girlfriend Experience te engulle desde el primer capítulo, algo curioso si consideramos que está basada en la película de Steven Soderbergh que lleva el mismo título. Sin embargo, la serie es puro magnetismo y esto, sin duda, se lo debemos al sello de los directores Lodge Kerrigan y Amy Seimetz.
Salvaje, minimalista, contemplativa y creíble
La imagen recuerda al cine independiente. Quizá un poco snob. Uniforme, distante y sometida a los caprichos de la elipsis. Está hecha para incomodarte y no solo por las escenas de sexo. No esperes una “peli porno con argumento” porque se asemeja más a un drama con mucho morbo y poco corazón. Los detalles del sexo de pago son un aliciente, pero te sorprenderá la inquietante trama a nivel empresarial en la que se ve envuelta Christine. El periplo hará que estés más atento a “qué hay en ese sobre que a qué cliente toca hoy”.
Olvídate del ritmo de GOT
El mundo de la prostitución de lujo tiene sus propios tiempos. Los primeros capítulos sitúan al espectador para después destrozarlo, poco a poco, con la frialdad y profesionalidad de Christine Chelsea en el mercado del sexo de pago.
Christine/Chelsea: fascinante
Nuestra protagonista no es una chica tonta y no, no está perdida. Sabe perfectamente lo que quiere dinero y cómo lo quiere a través del sexo. Es inteligente, divertida, elegante, independiente y con un gran espíritu de superación. Su seguridad rompe cualquier dedo inquisidor: es una buena abogada, una buena amante y una excelente profesional del sexo. Se organiza, se cuida, conoce su cuerpo y disfruta de sus clientes. Es un grito constante a favor de la autonomía sexual de las mujeres ya sea cuando folla por dinero, por placer o cuando mezcla ambos. Además, es consciente del machismo y la hipocresía tanto de hombres como de mujeres cuando se juzga a una mujer por lo que hace o no con su cuerpo: “Me gustaría ser optimista, pero por desgracia parece que las mujeres no pueden ser buenas profesionales y sexualmente activas al mismo tiempo.”
El bueno, el feo y el malo
Así podríamos clasificar a los diferentes personajes masculinos. Los clientes poseen un perfil heterogéneo que trasciende los estereotipos sociales. Buenos. Feos. Sexys. Y malos. Pero para malos, malos y aquí va un pequeño spolier David, el jefe de Christine quien querrá arruinarle la vida pero se dará de bruces con una mujer libre, toda una guerrera.
Apoteósico
Así es el último capítulo de la primera temporada. Prostitución masculina y juego de roles. Aviso: puede que tengas que usar inhalador.