Si es vandalismo, es el más antiguo del mundo. El hombre lleva milenios tatuando en los muros su forma de interpretar la realidad. Los expertos dicen no poder hablar “de hombres” como tales hasta que el arte figurativo empieza a ser una realidad. Y aunque hayamos decidido que sean el lienzo y los interiores los que merezcan ser alterados, nada ni nadie puede acabar con ese instinto básico, prehistórico y salvaje, que quedó plasmado en Altamira, en los jardines de infancia o en el muro de Berlín. Hoy, ese instinto ancestral adquiere forma y superficie con tatuando en los muros , el artista alemán que quiso regalar al mundo una realidad diferente: su realidad.
Nacido en 1977, lleva desde 1995 dedicado al mundo del Graffiti. Este, sin embargo, dista mucho del que habitualmente encontramos en las paredes de nuestros barrios. No es una firma grande y redondeada ni abundan los colores chillones y las insignias políticas. Dome, que es como se hace llamar Kraemer, no busca llamar la atención a base de cientos de colores superpuestos, sino que, con un monocromatismo absoluto, decide hacer del dibujo y la técnica su forma máxima de expresión.
El mensaje viene impreso en la temática, a una gran altura poética y una elegancia difícil de encontrar en este ámbito artístico. Un surrealismo primitivo, casi tribal, emerge ante nosotros a través de humanos delgados y frágiles, acompañados de animales o disfrazados de ellos. Las extremidades flotan en la atmósfera, sin más unión entre ellas que la imaginación y objetos de la vida cotidiana como carros, paraguas, instrumentos o peluches que componen el atrezo de estas misteriosas escenas que podemos observar en varias dimensiones.
El ser humano es frágil, casi de cristal, y el interés por disfrazarse de animales no lo vuelve sino más sensible en su forma de enfrentarse a las problemáticas actuales. Este es el mensaje que Kramer ha querido sellar en las paredes de las ciudades alemanas donde está creando furor, al igual que en las de otros países como Polonia y Turquía, donde sus personas de alquitrán siguen interpretando el mundo a su manera.
El Street art empieza a evolucionar a una rama más técnica, humana y reflexiva. El instinto salvaje del mal llamado “vandalismo” adquiere pedazos de ternura, tristeza y fragilidad a través de este genio alemán que nos anuncia un futuro prometedor para los herederos de Berlín y de Altamira.




