Hay cosas que te hacen creer en el destino. Puede que estés pensando en alguien y justo entonces te llame. O que te sientas triste y te acaricie una ráfaga de viento. Casualidades, coincidencias, señales... llámalo X. Hay quien lo llama sincronicidad, un concepto tan misterioso como fascinante.
La idea aparece en la filosofía oriental más antigua, aunque el término fue acuñado por Carl Gustav Jung. Este psiquiatra suizo se fijó en esas pequeñas cosas que, sin relación aparente entre ellas, parecen tener algún significado.
"La sincronicidad se define como la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera no causal".
¿Cuántas veces no habrás estado dándole vueltas a la cabeza para encontrar de pronto la solución en el lugar más inesperado? Un oportuno spot de televisión, una providencial infografía, un sueño, un insecto... cualquier cosa. Lo importante no es el qué, sino el cuándo.
De entre todos los eslabones que conforman la cadena causa-efecto, ¿por qué en ese preciso instante? ¿Por qué justo cuando tú estabas mirando, justo cuando necesitabas verlo u oírlo? La conclusión de Jung es que no hay respuesta, pero es innegable que la sincronicidad se manifiesta en nuestras vidas, constantemente: solo tienes que dejar de ver y aprender a mirar.
Y es que el acontecimiento más insignificante puede cambiarlo todo. Una desavenencia con tu banquero podría convertirte en la próxima estrella de Hollywood; la conversación más corriente podría inspirarte el argumento de una novela; y una simple sonrisa podría hacer que conocieses a la persona de tu vida.
No sabemos si existe un ser superior o una conciencia universal, ni hasta qué punto nuestro destino dependería de ellos o de nuestras decisiones. Lo que sí sabemos es que la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Hay que estar pendiente para aprovechar ese momento, y ser abierto, sincero; vivir cada día como si fuera el último, tratar a todos como si fuesen tus hermanos y observar cada acontecimiento como si fuera el mismísimo Big Bang; porque hasta el aleteo de una mariposa puede provocar un huracán.
Hay cosas que te hacen creer en el destino, incluso en una época tan fría y matemática como esta. Llámalo karma, psicología... llámalo X. La cuestión es que tienes el poder de cambiar tu futuro y que el mundo no deja de recordártelo. Solo tienes que saber dónde mirar.