Andrés Escobar fue El Caballero del Fútbol. Era pacífico en el campo y se disculpaba con los jugadores del equipo rival si les hacía una falta. Un ídolo de los de antes, de los que molaban, auténtico, que vivía en el mundo real y con los pies en la tierra, sin excentricidades galácticas que tan de moda están hoy en día. Un tío majo con el que te irías de cañas.
“Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”, dijeron de él tras su muerte.
La noche que lo mataron había salido con unos amigos a despejarse y tomar algo en una discoteca. No hacía ni diez días que había vuelto de Estados Unidos, donde había estado jugando con la selección colombiana, una de las favoritas para ganar el Mundial de 1994. De clase media, había crecido en Medellín y llevaba poco tiempo prometido con su chica, con la que iba a casarse cinco meses después. El Milán de Fabio Capello se había interesado por él y quería llevárselo a Europa. Pero a Escobar le esperaba la muerte en el aparcamiento esa noche.

Los hermanos Pedro David y Juan Santiago Gallón también habían salido aquella noche. En la discoteca reconocieron a Escobar. Se dice que lo buscaban expresamente, pero nunca se pudo demostrar. El caso es que allí se encontraron los tres, y los hermanos se acercaron a increparlo. Lo culpaban de la eliminación de Colombia del campeonato.

Escobar salió del local hacia el aparcamiento. Se subió a su coche y se disponía a marcharse del lugar. Allí estaba también Humberto Muñoz, chófer de los Gallón, que esperaba a sus jefes en una camioneta. Pedro David y Juan Santiago no dejaban salir el coche de Escobar, interfiriendo en su camino, gritándole “¡Autogol, Andrés, autogol!”. Escobar solamente bajó la ventanilla y pidió paso. Era uno de esos tipos que saben gestionar con templanza este tipo de situaciones no entrando al trapo, no devolviendo los insultos, yendo a su aire sin interferir en la vida de los demás.
- "Ey, te queremos felicitar porque hiciste un autogol muy bonito."
Dijeron con ironía y la conversación iba subiendo de tono. El mayor de los Gallón le dijo a Escobar “usted, hijueputa, no sabe con quién se está metiendo. Como si fuese un código pactado entre ellos, Humberto Muñoz saltó como un resorte al escuchar esas palabras de su señor. Se bajó de su camioneta y, sin mediar palabra, descerrajó 6 tiros a bocajarro a Escobar. El futbolista murió asesinado con 27 años por meter un gol en propia puerta en la Copa del Mundo de 1994.
Para tener una coartada, Pedro David y Juan Santiago ataron a Muñoz las manos a la espalda y le golpearon. Por la mañana, el propio Muñoz denunciaba en la policía el robo de su camioneta. Así podrían decir que les habían asaltado y que habían sido los ladrones quienes habían acabado con la vida del futbolista.
El futbolista fue despedido por 120.000 seguidores ya que era muy querido a pesar de no haber dado el mundial a su selección. Desde entonces se le recuerda como un héroe nacional, como ese tipo noble y templado que después de su desafortunado autogol escribió un artículo en el diario colombiano El Tiempo en el que decía: "La vida no acaba aquí", y no fue ahí donde acabó sino pocos días después por la furia de unos descerebrados.