Crédito de la imagen: Epic Days
El arte urbano, o Street Art para los amigos, está menospreciado. Los grandes graffiteros de hoy comenzaron sus primeros pinitos en la clandestinidad, escondidos, encapuchados, con nocturnidad y sin testigos. Porque pintar en una pared en la calle se consideraba - y en muchos sitios todavía es así - bandalismo en vez de arte altruista. Afortunadamente esa mentalidad ha cambiado con el tiempo: muchos artistas callejeros han podido salir del armario con obras tan aclamadas como algunos de los cuadros 'de museo' más famosos de la historia. Su leimotiv es el tono reivindicativo, el espíritu de protesta, y en ocasiones han conseguido formar parte de nuestro imaginario colectivo.
El misterio que gira en torno a Banksy

Este graffitero, de cuyo nombre las autoridades de Londres no quieren acordarse, es todo un misterio. Utiliza un pseudónimo incluso oculta si es hombre o mujer y, actuando desde el anonimato, ha conseguido que sus obras sean conocidas en medio mundo. Sus pinturas se han expuesto en el MoMA de Nueva York o en la Tate Modern de Londres. Una de sus pinturas más famosas es “The Wall”: una niña está a punto de superar el muro que divide a Palestina de Israel gracias a la ayuda de unos globos. Al otro lado, dos menores pintan una ventana con una playa paradisíaca de fondo. Y, como no, la del manifestante lanzando un ramo de flores en vez de un cóctel molotov. Imagen, por cierto, reproducida hasta la saciedad en camisetas y posters con el lema: “Haz el amor y no la guerra”.
El muro de la vergüenza de Belfast

En 1969 se decidió levantar este muro de 20 kilómetros de largo y 7 de alto para separar a dos realidades encontradas: protestantes y católicos. Pese a que estamos en el siglo XXI, estos grupos siguen conviviendo con tiranteces - pese al proceso de paz - y quedan en pie 80 tramos de este muro hoy discontinuo. Sin embargo, los habitantes de Belfast han llenado sus superficie de pinturas reivindicativas, hechas desde el dolor y que sirve para no olvidar los peores años de violencia. Impresiona ver que en muchas casas habitadas han pintado las fachadas con las caras de las víctimas. Te llamarán la atención los retratos de los verdugos de la Asociación de Defensa del Ulster o los graffitis que recuerdan el asesinato de Bobby Nelly y Jimmy McCurrie a manos del IRA.
Christiania, la ciudad sin ley de Copenhague

Christiania es el barrio hippie de Copenhague, una ciudad sin ley donde la policía no se molesta ni en entrar. Un Estado dentro de otro Estado. El millar de habitantes que residen en este curioso lugar son los que aprueban las leyes por votación asamblearia. Más allá de eso, allí no hay gobierno, las normas son las que son y el consumo y venta de drogas blandas como hachís y marihuana está permitido. En Christiania, además del buen rollo, hay otro denominador común: sus graffitis reivindicativos. Los hay que piden la legalización del cannabis, los que velan por la paz en el mundo, los que reivindican un estado anárquico y los que recuerdan a los visitantes que están terminantemente prohibido hacer fotos. Al salir de la ciudad un cartel reza: “Usted está entrando a la UE”.
La mirada de los que vieron caer el muro de Berlín

Aún no conozco a nadie que haya ido a Berlín y se haya venido sin conocer lo que queda del muro. Porque aunque cayó a finales del año 89, todavía se conservan 1,3 kilómetros: East Side Gallery, una impresionante galería de arte al aire libre. Hay cientos de graffitis, cada uno con una historia, pintados para que nunca se olvide que durante muchos años Berlín estaba partida en dos mitades. Entre los más conocidos está el del beso del ruso Leonid Brezhnev y el alemán Erich Honecker, la imagen de un coche Trabant atravesando el muro o el de la ola gigante que arrastra a decenas de personas al otro lado de la ciudad. Ninguno necesita explicación, sólo con mirarlos entenderás lo que significó para los alemanes y para el mundo entero la caída del muro de Berlín.