¿Debe un entrenador ser amigo de sus jugadores o, por el contrario, es mejor mantener la distancia en un punto profesional? En un mundo en el que el rendimiento deportivo equivale a dinero, cada detalle cuenta, y es por eso que últimamente esta cuestión empieza a estar a la orden del día. Pese a que es una cuestión compleja y con mil matices, a riesgo de meternos en un charco, vamos a analizarla.
Hasta hace poco más de dos décadas, el debate estaba claramente del lado de los que apoyan que un entrenador debe ser simplemente eso: disciplina. Esa es la palabra clave de sus argumentos. Su punto de partida es que el líder de un vestuario, al igual que el general de un ejército, debe ganarse el respeto de sus discípulos y no su simpatía. Un respeto basado en la capacidad táctica o el conocimiento meramente deportivo, que lleva a los jugadores a creer ciegamente en la palabra del entrenador.
Durante mucho tiempo se ha dicho que establecer otro tipo de relación afectaría negativamente a la reacción de los jugadores ante las instrucciones de su superior, puesto que la "amistad" lleva a la confianza, y la confianza puede acabar en rebeldía. Sin embargo, los que apoyan esta teoría solo tenían -y tienen- en cuenta los efectos negativos que puede provocar esa relación, sin tener en cuenta los positivos.
Con el deporte cada vez más mediatizado, cada detalle se mira con lupa, y en los últimos años los fracasos ya no se miden solo por el "no se ha competido bien". La táctica y la técnica han dejado de ser el centro absoluto de atención, y desde hace unos años se le da importancia al factor mental. Un entrenador ya no solo debe preparar a sus jugadores desde el punto de vista físico o estratégico, también debe ser capaz de hacerlo psicológicamente.
Los defensores de que un técnico debe ser "amigo" de sus jugadores dicen que todo está relacionado. Según ellos, las ventajas son las siguientes:
- Se pierde el miedo al fallo. Los jugadores no "temen" una reacción negativa por parte del entrenador, actuando más relajados, lo que lleva a un mejor rendimiento.
- Los jugadores están más receptivos ante consejos de cualquier tipo.
- Mejora la química del grupo. En los deportes en equipo, una relación distendida del entrenador con sus jugadores hace que el ambiente en el vestuario sea mejor, cosa que se refleja en el juego.
En definitiva, esta teoría apuesta por el control basado en la confianza, si bien admite que un exceso de la misma puede ser un problema difícil de solucionar. En Estados Unidos, sobre todo a nivel universitario, se está apostando cada vez más por entrenadores jóvenes que no solo están revolucionando los deportes a nivel táctico, sino que establecen relaciones mucho más próximas con los jugadores. Hasta ahora los resultados están siendo muy positivos, y ya hay voces que empiezan a pedir reformas similares en equipos profesionales. Habrá que ver si esta corriente finalmente se asienta y si se instaura también en Europa. Por lo pronto, el debate está abierto.
Crédito de la imagen: Facebook oficial de la NBA