Estas son las razones por las que hay que ir al cine solo

Veamos las tres razones principales que podemos encontrar para desafiar el prejuicio de que no se puede ir al cine solo.

¿Quién querría ir al cine solo? Con la de opciones que tenemos hoy para ver legal o ilegalmente películas en casa, ¿a quién se le ocurriría dejar la comodidad de su sofá y pagar por una experiencia así que, en general, todo el mundo asocia a quedar con amigos, o con esa persona especial? Pues al tanto con la respuesta: tal vez, seas tú quien querrías ir al cine solo.

De acuerdo con las investigadoras Rebecca Ratner y Rebecca Hamilton, autoras del estudio Inhibidos de ir a los bolos en solitario, la razón por la que ir al cine solos nos puede producir miedo, ansiedad o vergüenza es que la gente “se preocupa de que, si son vistos participando solos en actividades hedónicas, los observadores creerán que no han encontrado amigos para acompañarles”.

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Dicho en otras palabras: no voy al cine solo porque, si lo hago, los demás espectadores me juzgarán y pensarán que no tengo amigos con quienes compartir un plan de peli y palomitas. Pero no. La realidad golpea con fuerza: no somos el centro del mundo. En general, los demás no se van ni siquiera a dar cuenta de que estamos ahí solos... y aunque lo hicieran, ¿desde cuándo has de boicotearte a ti mismo por lo que piensen los desconocidos?

Cambiemos la perspectiva: veamos cuáles son las tres razones principales que podemos encontrar para desafiar este prejuicio. Y no, no vamos a hablar de que yendo solo al cine no has de compartir tus snacks ni ponerte de acuerdo con otros para escoger la película –eso es evidente—, sino que intentaremos ir a la raíz.

1. Afianza tu autoestima

Lo primero va en relación con lo anterior: si la perspectiva de ir al cine solo te aterra o perturba, razón de más para ir. Superar un miedo interno o un bloqueo –consciente o inconsciente— nos permite crecer como personas, alcanzar una mayor seguridad en nosotros mismos y aumentar nuestra autoestima.

Se trata, en definitiva, de un ejercicio de lo que los ingleses llaman agency: la capacidad de influir en tu propia narrativa. La posibilidad de atravesar tu temor a lo desconocido y, hecho esto, sentirte super-poderoso. La entrada a la sala tendrá un precio, pero este sentimiento, no.

2. Regálate un momento contigo mismo

Resultado de imagen de popcorn gifSí, estamos a solas la mayor parte del día, pero muchas de esas actividades son rutinarias: trabajar frente a una pantalla, coger el metro, ducharse... Ir al cine a solas permite crear un momento consciente en el que vas a estar contigo mismo. Un espacio de libertad personal por el que no has de rendir cuentas a nadie, un auto-premio por todo lo demás.

Entra en la sala a oscuras, escoge tu asiento como un señor/a, contempla el resto de butacas como el rey que mira sus tierras y relájate. Date el gusto de apagar el móvil y dejarte llevar por las vidas fascinantes que aparezcan en pantalla: solos la película y tú. Es decir, solo tú. Disfruta.

3. Disfruta la película

A los que tenemos gustos poco mainstream nos puede pasar que —literalmente— no encontremos amigos con los que ir a ver determinada película. ¿Y el problema? Ver cine no deja de ser, en última instancia, una relación entre tú y la cinta. Entre tú y los personajes que cobran vida en cuanto el proyector echa a rodar.aplauso código nuevo

Ir al cine solo permite disfrutar de esa película que tanto esperabas en pantalla grande, tal y como fue concebida por sus creadores. Una experiencia que —por haberte movido de la comodidad de tu salón— facilita perderte realmente en ese otro mundo y entrar en el universo fílmico de una forma que, por el momento, ver la misma película en pijama y en tu portátil no permite alcanzar.

Por tanto, por el subidón de autoestima, el regalo a uno mismo y la posibilidad de disfrutar más la película en cuestión, ir solo al cine es un plan perfecto para esos días en los que no te lo pide el cuerpo. Y piensa que, además, hay una razón definitiva: puedes tomar posesión de los dos reposabrazos de la butaca. Y esa sensación sí que no se paga con dinero.