Es una serie que no admite medias tintas. O te gusta o te horroriza, desde el primer momento. Outlander no se anda con chiquitas y, pese a que va creciendo conforme avanzan los capítulos, no es una ficción capaz de entrar por los ojos de todo el mundo. Bueno, sus protagonistas sí, porque ambos se han convertido en mitos sexuales gracias a esta producción de Starz, que ya prepara su cuarta temporada mientras aguardamos al estreno de la tercera. No obstante, el debate sobre su éxito e idoneidad va más allá del sexo o el atractivo de sus intérpretes. Las dudas surgen con el contenido, ¿qué estamos viendo? Difícilmente clasificable, pero llena de matices y elementos a discutir en un debate para fanáticos pasionales. ¡Abran fuego!
OUTLANBELIEVERS
Una serie diferente
Cualquier fan empezaría así su defensa, porque jamás admitiremos como argumento que Outlander es otra ficción más y no aporta nada. Cierto, hay un aroma de familiaridad en su narrativa, pero a la vez ofrece un cóctel explosivo. Primero arranca con el final de la II Guerra Mundial y luego su protagonista, Claire Beauchamp, viaja en el tiempo sin quererlo hasta 1743. Entre el desconcierto y la mezcla de acción con erotismo, este híbrido de ficción histórica y fantástica se convierte en una pequeña droga. Además tiene hombres con falda y traiciones sádicas con un telón de fondo muy interesante: el intento revolucionario de los jacobitas escoceses por devolver a la Casa de Estuardo al trono británico. ¿Cómo te quedas?
Una mujer protagonista 
Caitriona Balfe interpreta a la mencionada Claire, trasladando a la pequeña pantalla con mucha fidelidad al personaje que protagoniza los libros de Diana Gabaldon. Ella es brillante, una heroína que aprovecha sus 200 años ‘de ventaja’ para demostrar inteligencia y valentía, conquistándonos por su manera de afrontar este viaje en el tiempo.
Claire Beauchamp se enfrenta a muchos dilemas morales, como enamorarse de Jamie Fraser en 1743 Sam Heughan estando casada con Frank Randall Tobias Menzies en 1954. Esta es una disyuntiva clave en el devenir de Outlander, al igual que sus conocimientos históricos sobre el futuro, datos complicados de manejar si quieres salvar a alguien sabiendo cómo van a terminar las batallas.
El erotismo
Por mucho que se vendiera a Outlander como serie histórica, el elemento crucial en su éxito es un romanticismo de lo más erótico. Las dudas de Claire en este ‘placer culpable’ son la pieza más importante de la ficción, porque más allá de la parte fantástica o misteriosa, la narrativa lo apuesta todo a vivir con pasión y sexo las aventuras de la protagonista en una época ajena.
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La voz en off
Trasladar a la televisión una historia como Outlander no es tarea una sencilla y, a pesar del acierto en su fidelidad, no podemos olvidar que una serie no es como un libro. Uno de los elementos que pueden espantar a ciertos espectadores es la voz en off, la narración de Claire contando su historia en un tono clásico, al estilo ‘cuenta cuentos’. Necesaria o no para relatar mejor lo sucedido, pero también muy cargante y monótona.
Lentitud en sus avances
Además de no ceñirse a la parte histórica, si hemos decidido descatalogarla en ese aspecto es por su forma de dilatar la narración, además de centrar la trama en los dilemas románticos de su protagonista. Cuesta mucho que avance la serie, pero mientras lo hace te das cuenta de que podría haber pasado un capítulo tras otro y parar únicamente en las escenas más tórridas de Claire con Jamie, las apariciones de los Randall o los momentos de guerra. Es una serie para el disfrute del erotismo, porque si alguien pretende saber lo sucedido en la Batalla de Culloden, mejor ir a los libros o ver un documental del Canal Historia.
Poca sorpresa en su estilo
En primer lugar, que alguien se encuentre ante una situación desconocida no es un invento de esta serie, ya que la técnica se conoce como el ‘Pez fuera del agua’ y es un clásico de la televisión. La protagonista ha realizado un viaje en el tiempo, algo sin duda sorprendente, pero los intentos iniciales de Claire por volver a su presente no son tan fuertes como cabría esperar. Ella es demasiado conformista al principio, síntoma que padece la propia Outlander, que evita ser rompedora cuando tiene la posibilidad.

Vistos los argumentos es difícil decantarse por un bando, porque Outlander tiene sus partes geniales y que te atrapan, pero a la vez siento la necesidad de querer más, de exigirle otros riesgos a una serie que en sus próximas temporadas debe seguir creciendo. Los lectores de las novelas escritas por Diana Gabaldon saben que todavía quedan giros y sorpresas, sobre todo tras ese enigmático final de la segunda temporada, un desenlace que abre la esperanza a seguir con la trama principal. Ahora solo queda saber si Starz va a profundizar en sus aciertos o prefiere ser continuista con su público más fiel.