El día que Rafa Nadal les cerró la boca a todos los que decían que no volvería a la cima

La primera vez que vi a Rafa Nadal en persona estaba muy lejos de ser aquel tipo musculoso y melenudo que, con 19 años y dos días, dejó boquiabierto al mundo al ganar su primer Roland Garros. Era 2014 y el primer día de sol abrasador en Río de Janeir

La primera vez que vi a Rafa Nadal en persona estaba muy lejos de ser aquel tipo musculoso y melenudo que, con 19 años y dos días, dejó boquiabierto al mundo al ganar su primer Roland Garros. Era 2014 y el primer día de sol abrasador en Río de Janeiro había dejado la piel del mallorquín tostada. Además, Rafa estaba delgado, demasiado delgado decían algunos, después de que apenas un par de semanas antes un molesto dolor de espalda le acabara de costar una dura derrota contra el suizo Stanislas Wawrinka en la final del Abierto de Australia.

Incluso había periodistas que, en los corrillos, atribuyeron su evidente mala forma a un descanso en determinadas sustancias que, según decían con la boca pequeña, le habrían ayudado a mantener el altísimo nivel que tenía desde 2005.  En fin, los mismos bulos sobre dopaje que años más tarde llegarían a los labios de la exministra francesa de Deporte, Roselyne Bachelot, y le valieron una querella por parte del tenista. Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y si aquel 2014 Rafa ganó el Open Río —un título menor que hizo las veces de autopromoción de la ciudad de la final del Mundial 2014 y los JJOO de 2016— ayer Rafa se coronó como el único mortal que ha reinado en 10 ocasiones sobre la tierra batida de París.

Un doble zasca épico el del español que ha cerrado de un plumazo todas aquellas bocas que desde 2015, cuando Rafa atravesó su peor mala racha en su carrera profesional debido a sus persistentes molestias en la muñeca derecha tras batir a Djokovic en su noveno Roland Garros en 2014, habían exigido su retirada definitiva de las pistas. Y casi lo consiguieron, en octubre de 2016, apenas unos meses después de llevarse el oro en dobles en Río 2016 y tras caer en octavos del US Open ante Pouille, el de Manacor guardó la raqueta y dijo adiós a la temporada hasta 2017. Los rumores volvieron a desatarse y ya hubo quien llegó a enterrarlo.

Sin embargo, no sabían a qué tipo de persona se estaban enfrentando. Rafa no solamente ha vuelto con más fuerza sino que a sus 31 años ha demostrado por qué está considerado el mejor tenista de todos los tiempos en tierra batida y quizás el mejor a secas, como dijeron en su día Andre Agassi y John McEnroe, aunque el suizo Roger Federer le siga sacando tres Grand Slam a los increíbles 15 que ya atesora en su casa de Mallorca. Sea como sea, los que de verdad disfrutan del tenis no se quedan en la discusión estéril. Rafa fue y vuelve a ser dinamita. Ayer no dio opción a Wawrinka y nos recordó a todos que nunca es tarde para volver a intentarlo.

Si volverá a colocarse como número uno de la ATP o si alcanzará los 18 Grand Slam del suizo es otra historia. Nadal ya no tiene nada que demostrar, quizás sea ese es el peso que se ha quitado de encima y que le ha permitido volar de nuevo como el ave fénix que renace de sus cenizas. Si volviese a Río de Janeiro y viese a los mismos a los que se les llenaba la boca hablando del fin de Rafa les diría exactamente lo mismo que aquel entonces: “Espérate a Paris”. Y así fue, la grandeza de Rafa Nadal es que todo lo que tiene que decir lo dice en la pista y sobre la tierra batida su palabra es sagrada.