Este proyecto denuncia el absurdo de censurar pezones femeninos en Instagram

El absurdo de censurar pezones en Instagram inspira el Pixon Project. Una invitación a reflexionar sobre la autocensura en plena era de las redes sociales.

Rosas, marrones, respingones, del tamaño de una moneda de dos euros y todos ellos escondidos entre una nube de pixeles gigantes. Aunque hombres y mujeres tienen pezones, solamente los de ellas son vistos como algo erógeno o sexual. Algo transgresor que incomoda a los más puritanos y que debe ser ocultado a la vista de los demás. Pero, ¿por qué el pezón de un atleta de fitness masculino no suscita la menor controversia en Instagram mientras que el pezón de su compañera no dudaría ni unos minutos publicado? ¿Qué papel juegan las redes sociales en los nuevos tipos de censura? ¿Estamos evolucionando o involucionando en cuanto a nuestra libertad de expresión?

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Esas mismas son las preguntas que intentaba resolver el granadino Manuel Ceballos, de 39 años, cuando inició el proyecto Manuel Ceballos en agosto de 2016, y pensó que solamente los pezones tenían las respuestas. “La superficie heterogénea más pequeña capaz de provocar la censura en la red social Instagram”, los bautizaba Ceballos en la cuenta del proyecto en la popular red social. Aprovechando su interés por la postfotografía y la necesidad de crear un proyecto de fin de grado para la Escuela de Arte de Granada, se sirvió de las fotografías de desnudos artísticos en internet para aplicar una censura inversa sobre las mismas: pixeló todas las imágenes excepto los pezones de las modelos.

Las mujeres se ven sistemáticamente obligadas a autocensurar los pezones cuando suben sus fotos a redes sociales. Sin embargo, lo más interesante del proyecto no es por qué Instagram censura el cuerpo femenino en su plataforma, sino cómo lo hace”, reflexiona Manuel, que llegó a una conclusión realmente sorprendente: InstagramInstagram, lo hacemos nosotros. “A pesar de lo que muchos puedan pensar, no existe un algoritmo o una supermáquina en Instagram que vea la diferencia entre un pezón masculino y uno femenino. Lo que hace es inducir a la autocensura a todos los usuarios metiéndoles el miedo de que su cuenta pueda cerrarse y por eso echamos manos de los pixelados y emoticonos”, dice.

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“Sin saberlo le estamos haciendo el trabajo de carceleros a Instagram”, resume Manuel utilizando la metáfora del panóptico, un proyecto para las cárceles del futuro ideado por el filósofo utilitaria Jeremy Bentham a finales del s. XVIII. En el panopticón de Bentham una torre de vigilancia central permitiría a los funcionarios vigilar a todos los presos en sus celdas individuales sin que ellos pudieran saber si están siendo observados. De esta manera, se podría conseguir que los presos se comportasen de acuerdo a las normas de la prisión aunque, en realidad, la torre estuviera vacía. Es lo que se conoce como un sentimiento de ‘omnisciencia invisible’ y es lo que Manuel quiso denunciar con el Pixon Project.

De hecho, aunque su primera cuenta de Pixon Project alcanzó los 633 seguidores y tuvo cierta repercusión, acabó siendo cerrada por las denuncias que los demás internautas lanzaron sobre la misma obligándole a crear una segunda que, en estos momento, acumula 222 seguidores con sus 22 publicaciones. Pero la cosa no acaba aquí. Para comprobar que en realidad eran los demás seguidores o usuarios los que denunciaban las publicaciones, Manuel subió todas las fotos sin ningún tipo de censura a un perfil sin seguidores, hashtags, ni ningún tipo de interacción con otros usuarios. Mientras las fotos censuradas fueron denunciadas y retiradas con la primera cuenta, esta cuenta solitaria consiguió mantener los desnudos en la plataforma.

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La verdadera paradoja que presenta el proyecto es cómo en el momento en que la humanidad tiene más posibilidades para expresarse libremente parece que pase justo lo contrario. “A medida que hemos desarrollado plataformas que nos permiten llegar a miles de desconocidos nuestro miedo a traspasar los límites de lo políticamente han aumentado. Puede sonar a utópico, pero quizás si perdiésemos ese miedo a que nos controlen, si no fuéramos nosotros mismos los que nos pusiéramos los pixeles en las publicaciones y forzásemos a Instagram a aceptarlo, podríamos lograr un cambio y acabar con la censura sobre el cuerpo femenino”, comenta Manuel dejando claro que, más allá de las conclusiones extraídas con el proyecto, su única intención con el mismo era el de presentar el problema sobre la censura, no solucionarlo.

“Al final la idea es la de remover conciencias sobre el uso que tenemos de redes como Instagram sin necesidad de un gran discurso. Como algo tan insignificante como un pezón puede desencadenar el absurdo de la censura y, lo que es peor, la autocensura”, recuerda el diseñador. Además, el Pixon Project no morirá en Instagram, sino que trascenderá en forma de fotolibro. Una forma de superar lo efímero. “El libro será un Instagram analógico con formato cuadrado en el que habrá un guiño a la censura porque para acceder a alguna de sus imágenes habrá que rasgar las páginas invitando al lector a transgredir los límites de la censura”, concluye Manuel. Además, las 50 copias del libro no estarán a la venta por motivos éticos, sino que irán directamente a las bibliotecas especializadas.

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Puede que el Pixon Project no haya traído todas las respuestas que necesitamos sobre nuestra libertad y el futuro de las redes sociales, sin embargo, proyectos como el de este granadino siembran una reflexión muy necesaria en nuestra sociedad: la libertad no es algo abstracto, es algo que se ejercita cada día con nuestros actos y, si nos olvidamos de ella, la censura se convierte en algo cotidiano, cómodo y aceptable. En nuestras manos está decidir si un pezón femenino debe ser censurado o convertirse en una obra de arte, Manuel es de los que están intentando lo segundo. ¿Y tú?